"Mi profesi¨®n: prostituta"
Puri, madrile?a de 44 a?os, confiesa que hace la calle porque es su "trabajo" y reclama que se le reconozcan sus derechos
Puri es prostituta. Desde hace 26 a?os trabaja en la calle. Ella hace un balance positivo: nunca se ha topado con un cliente agresivo, y ha ganado el dinero suficiente para mantener a sus dos hijos. "Cosa que no pueden decir otras compa?eras, que han tenido peor suerte". Lleg¨® a este mundo por "necesidad". Con 19 a?os encontr¨® en la prostituci¨®n una forma de ganarse la vida. Reconoce que sigue en ella porque quiere, porque no se ve fuera de este mundo y porque tampoco le apetece salir. Ahora se trata de una "elecci¨®n".
Dice ir "de frente por la vida". Mira a los ojos cuando habla. Puri, madrile?a de 44 a?os y soltera, viste discretamente: vaqueros, camiseta y chaqueta vaquera. Es alta, morena, guapa. En su rostro, ni una gota de maquillaje. Apenas lleva joyas: una sortija, un reloj, una pulsera de oro y la gargantilla a juego. Nada la diferencia de cualquiera de las mujeres que la rodean. La minifalda y el escote los reserva para trabajar.
Confiesa que lo que m¨¢s le gusta del mundo es la libertad, que nunca podr¨ªa estar "atada a un t¨ªo", y que, si las cosas le siguen marchando bien, no descarta retirarse dentro de cuatro o cinco a?os. Mientras, sigue al pie del ca?¨®n en la calle de la Ballesta, en la que lleva m¨¢s de 15 a?os, despu¨¦s de haber pasado por las calles de la Cruz, Montera, Barco y Capit¨¢n Haya.
La prostituci¨®n era algo ajeno a su mundo. Ella, la primera de tres hermanos de una familia de clase media, no termin¨® los estudios b¨¢sicos. Con 17 a?os ya hab¨ªa trabajado como dependienta, aprendiz en un taller de costura y de asistenta. A esa edad se qued¨® embarazada de su primer hijo. Su novio era gitano. "Ten¨ªa miedo de que me quitaran al ni?o", justifica. En su casa, la noticia fue bien recibida, aunque poco despu¨¦s de dar a luz, una trifulca con su madre la llev¨® a irse a vivir con una amiga: "Sin un duro y con un beb¨¦".
"La primera vez que lo hice llor¨¦", recuerda entre risas. "El cliente, un se?or mayor, me pag¨® doble para que me fuera a mi casa, porque se dio cuenta de que yo era novata". Sucedi¨® una ma?ana de verano. Pocos minutos antes le hab¨ªa preguntado a una chica lo que ten¨ªa que hacer para trabajar. "Me se?al¨® d¨®nde estaban las habitaciones y me dijo lo que cobraba: 1.000 pesetas, m¨¢s 300 de la habitaci¨®n". Llevaba semanas plante¨¢ndose esa opci¨®n: "Nadie quer¨ªa contratar a una madre soltera y yo ten¨ªa que darle de comer a mi ni?o". Entonces ten¨ªa 19 a?os. Su peque?o, poco m¨¢s de 13 meses. Puri fuma sin parar. "El tabaco es mi ¨²nico vicio", asegura. "Ni drogas, ni m¨¢quinas, ni nada". Dice no comprender a las compa?eras que caen en las drogas para sobrellevar la profesi¨®n. "Yo les digo que tomen ejemplo de m¨ª, que despu¨¦s de tantos a?os, s¨®lo me permito ir al bingo de vez en cuando, o echar a la m¨¢quina alguna que otra vez". Pero es contraria a que se identifique la prostituci¨®n con la delincuencia: "Trabajamos en la calle para ganarnos la vida, como el que lo hace en una oficina. Es algo tan digno como cualquier otro, y s¨®lo las mafias son las que dan problemas".
Hasta la Ballesta han llegado ¨²ltimamente meretrices de Montera. El plan municipal Contra la esclavitud sexual ha obligado a las mujeres a buscarse nuevos lugares. "A las espa?olas nos da igual, que vengan las que quieran. M¨¢s follones tienen las suramericanas, que se quejan de que chicas nuevas les hacen la competencia".
La mayor¨ªa de las prostitutas de Madrid son latinoamericanas, de Europa del Este y africanas. "Ellas necesitan el dinero para vivir, y para mandar a sus pa¨ªses", reconoce Puri: "Por eso, en lugar de cobrar los 30 euros m¨¢s habitaci¨®n [en torno a 12 euros] que cobro yo, ellas lo hace por 20 o menos". Puri, que siempre ejerce de d¨ªa -"la noche la prefiero para dormir o para salir con los amigos", dice-, est¨¢ convencida de que nada va a terminar con este oficio, "el m¨¢s viejo del mundo". "Las que estamos en la calle lo hacemos porque queremos. Necesitamos poder darnos de alta en la Seguridad Social, que se nos reconozcan nuestros derechos". Mientras, entre cliente y cliente -hasta siete en las buenas jornadas-, sigue ahorrando. "Todas queremos poder retirarnos y tener nuestra buena jubilaci¨®n", apostilla.
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