Un bautizo por todo lo alto

El Nervi¨®n es de todos conocido por la r¨ªa que forma, ya moribundo, en Bilbao: una r¨ªa en la que se ha invertido una pasta gansa -el equivalente a cinco museos Guggenheim- para que dejara de tener ese aspecto de "arteria de enfermo" que le diagnostic¨® el bilba¨ªno Unamuno.

Muy pocos saben, sin embargo, del bautismo que recibe, vestido de blanco-cascada, cerca del puerto de Ordu?a, ni siquiera don Miguel lo mencion¨® en sus escritos, y ello quiz¨¢ porque cuando march¨® a Madrid a empezar su carrera, traspuso este puerto "cantando el Agur, nere biotzeko, un zortzico de Iparraguirre, con l¨¢grimas en los ojos", y as¨ª es imposible fijarse en nada.

Como l¨¢grimas de reci¨¦n nacido, puras y ensordecedoras, son las aguas del Nervi¨®n al despe?arse, nada m¨¢s nacer, por el acantilado que separa la llanada burgalesa, arriba, del valle alav¨¦s de Ayala, 270 metros m¨¢s abajo. Para saltar al primer envite como desde 70 pisos de altura hay que ser muy gallote y farolero, y en esto se ve que el Nervi¨®n ya tira para Bilbao. El caso es que, siendo un churumbel, supera a viejas celebridades como sus altezas las cataratas Victoria (Zimbabue-Zambia, 110 metros) o King Edward VIII (Guyana, 259 metros), y se coloca c¨®modamente entre los 10 saltos m¨¢s vertiginosos de Europa y los 20 del mundo.

Se ven buitres por arriba y por abajo, y se les oye cortar el viento con las alas

El viajero que se acerca al puerto de Ordu?a desde Berberana (Burgos) no tiene, sin embargo, impresi¨®n de v¨¦rtigo ni de estar subiendo nada, antes la carretera le parece llana.

Y esa sensaci¨®n sigue teniendo cuando, poco antes de arribar al puerto-fantasma, se desv¨ªa a manderecha por una carreterilla de asfalto claro limitada a 30 kil¨®metros por hora y, al llegar al ¨²ltimo aparcamiento, se echa a andar por una pista de tierra hacia la izquierda, a trav¨¦s del hermoso hayedo del monte de Santiago -declarado monumento natural por la Junta de Castilla y Le¨®n en 1996-, hasta llegar en media hora al mirador de Esquina Rub¨¦n, donde se acaba de sopet¨®n Castilla la llana.

Medio Euskadi se ve desde el mirador de Esquina Rub¨¦n. Concretando un poco, se ve c¨®mo la carretera desciende en abism¨¢tico zigzag (por este lado, s¨ª que es un puerto) hacia Ordu?a, la ¨²nica ciudad de Vizcaya por privilegio de los Reyes Cat¨®licos. Se ve entero el valle de Ayala, desde los tejados de Delika hasta la cima del Ganekogorta, todo tapizado de verdores pastorales que debieron de ser pasto inspirador para el famoso canciller-poeta. Y se ven buitres por arriba y por abajo, y se les oye cortar el viento con las alas. Eso, claro est¨¢, si al asomarse de golpe al Pa¨ªs Vasco, al viajero no le da por llamar a ?Patxiii...!, que la verdad es que apetece.

Desde este mirador, parte hacia la derecha la senda del Cortado, un osada trocha que bordea durante tres kil¨®metros el despe?adero que separa a Euskadi del resto de Espa?a.

Curioso, adem¨¢s de simb¨®lico, c¨®mo se aferran algunas hayas, verdes como la esperanza, a este gris¨¢ceo pared¨®n de roca caliza tajada a plomo, aparentemente inhabitable... As¨ª, hasta que se alcanza -como a una hora y media del inicio- un entrante del cantil a modo de anfiteatro donde se esconden el mirador del Salto y el propio salto, una ca¨ªda largu¨ªsima y vaporosa que, en r¨ªo tan chico, semeja fald¨®n de cristianar. ?C¨®mo llamar¨¦is al ni?o? "Nervi¨®n", dice el padre burgal¨¦s. "Nerbion", corrige la madre alavesa. Y el meoncillo, mientras se deciden, pone a todos los presentes hechos una sopa.

Para cerrar el c¨ªrculo de la excursi¨®n, hay una pista forestal de dos kil¨®metros -media hora m¨¢s- que lleva directamente al aparcamiento desde el mirador del Salto. Al poco de andar por ella, en la linde del hayedo, se encuentra se?alizada a mano izquierda una lobera prehist¨®rica. Arrim¨¢ndose a esta trampa-foso a la que conducen inexorablemente dos cercas en forma de embudo, al viajero le parece o¨ªr algo como el trote de una manada hostigada y el aullido lastimero de un lobo ca¨ªdo. ?No ser¨¢ el llanto del Nervi¨®n ni?o?