Fractura y verdad
El contacto de los ojos con una pantalla inundada de verdad los inunda a su vez a ellos. La percepci¨®n de la verdad es en el cine la fuente por excelencia de la emoci¨®n. Machuca comienza con un cartel que dice "Chile, 1973" y cuando las im¨¢genes arrancan percibimos que casi todo est¨¢ dicho en la sequedad de esa fecha. Hay capacidad de convicci¨®n en ese arranque, que nos tensa ante su invitaci¨®n a vivir un tiempo tr¨¢gico que mantiene a¨²n sus heridas abiertas. Y las silenciosas -y silenciadas- heridas del Chile libre, que abrieron los genocidas de Pinochet en aquel a?o, vuelven a ser un vendaval de elocuencia y de verdad.
Vemos la tragedia chilena desde una angulaci¨®n in¨¦dita: aulas y patios de un colegio de ni?os de la clase media de Santiago, en el que un cura extranjero -sobrecogedor personaje- ha abierto las puertas a hijos de familias pobres hacinadas en la periferia de la ciudad. El escenario es perfecto para mover y remover con nitidez los hilos de las luchas de clases, de caracteres y de ideas que se desataron en aquel tiempo y fueron yuguladas a sangre y fuego el 11 de septiembre de 1973.
MACHUCA
Direcci¨®n: Andr¨¦s Wood. Gui¨®n: Roberto Brodsky, Mamoun Hassan, Andr¨¦s Wood. Int¨¦rpretes: Mat¨ªas Quer, Ariel Mateluna, Manuela Martelli, Federico Luppi, Aline K¨¹ppenheim. Producci¨®n: Chile, Espa?a, Reino Unido, 2004.
Este hermoso y emocionante filme representa con vigor y maestr¨ªa la amistad de dos colegiales, Gonzalo y Machuca, terciados por la presencia de una arrolladora muchacha algo mayor que ellos, Silvana, que es vecina de chabola de Machuca y que galvaniza y acelera la forja de identidad del burguesito Gonzalo. Flotan estos tres viv¨ªsimos personajes en las atm¨®sferas viciadas del Chile libre ya agonizante, y la idea argumental que trenzan es potente y original¨ªsima: un tri¨¢ngulo de ni?os amigos en carne viva se hace met¨¢fora del desgarro colectivo que se avecinaba a su alrededor. Nunca perdemos, viendo Machuca, lo que este admirable filme tiene de introspecci¨®n hist¨®rica; pero tampoco perdemos, sumergidos en dicha introspecci¨®n, lo que ¨¦sta tiene de aventura y de vuelco cordial, de vuelo dram¨¢tico e imaginativo.
Es Machuca una pel¨ªcula severa e importante. Su despliegue roza lo exacto y da impresi¨®n de gran solidez, pero de ¨¦sta saltan inesperados golpes de imagen, chispas de lo imprevisible, que enriquecen la exactitud de la reconstrucci¨®n realista con la s¨²bita presencia de lo surreal. Momentos como el de Gonzalo y Silvana con un bote de leche condensada; la caza de perros en las calles de Santiago; el discurso del cura; el ¨²ltimo cruce de miradas entre los dos ni?os amigos, lindan con lo extraordinario. Y momentos de esta naturaleza s¨®lo son posibles si bajo ellos hay una infrecuente capacidad para la elipsis f¨ªlmica: hacernos entrever la fractura de un pa¨ªs haci¨¦ndonos ver la fractura de una amistad.
Babelia
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