Subid¨®n de Mayo
El ciclista espa?ol, durante la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦, establece en 55m 51s el r¨¦cord de la ascensi¨®n al Mont Ventoux y saca a Armstrong 1m 57s
Eran las doce y media de la noche del mi¨¦rcoles. Le Relais du Ch?teau, un hotelito sin encanto rodeado de vi?as y con una inmensa vista sobre el mont Ventoux, el gigante calvo de Provenza, est¨¢ oscuro y silencioso. Cuesta encontrar la puerta trasera y la placa del c¨®digo de entrada. Ni una bombilla. Nada. Un pasillo negro, un recodo y, a la vuelta, repentino, un estallido de luz y una risa escandalosa rasgan la oscuridad y el silencio. Iban Mayo, pijama corto, camiseta a pico, rizos alborotados, cara fina, sin afeitar, nariz quemada, ojos vivos, alegr¨ªa desbordante, bromea, discute a risotadas sobre las zapatillas de su compa?ero de habitaci¨®n, Joseba Albizu. A Mayo, l¨ªder de la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦, le sorprende la aparici¨®n nocturna, pero no se corta ante los visitantes. Sale a saludar. Agradece las chocolatinas Kit-Kat. Y da las buenas noches. "A dormir", dice, "que ma?ana me espera el Ventoux".
Iban se exprime, clava el plato de 50 dientes entre las bielas y es capaz de pedalear 'alegre'
El Ventoux esperaba y era para el mundillo del ciclismo como si el Tour fuera a surgir de pronto, como si la prueba contrarreloj en el monte tr¨¢gico y descarnado con apariencia de luna, fuera a decir la ¨²ltima palabra sobre las posibilidades de Armstrong de ganar por sexta vez en Par¨ªs, las ambiciones de Mayo y Hamilton, de quienquiera que cree ahora, a menos de un mes, en su capacidad para cortar la racha del norteamericano. Y all¨ª estaba Mayo, feliz en las v¨ªsperas, sin nervios ni sue?os extra?os.
Llegaba el Ventoux, por fin, ensayo general, grandeur nature, de la que se supone ser¨¢ la madre de todas las cronoescaladas, la ascensi¨®n al Alpe d'Huez, que marcar¨¢ el Tour. Armstrong ha anunciado que ser¨¢ el gran d¨ªa, que se exprimir¨¢, que probar¨¢ sin reservas todos los avances tecnol¨®gicos, toda su preparaci¨®n f¨ªsica, psicol¨®gica, mental... Mayo, tambi¨¦n. Y Hamilton. Y Armstrong, que ha cenado feliz en el Esplan, el hotel con encanto del centro de Saint Paul Trois Ch?teaux, el de Claude, junto a la plaza del mercado de trufas, donde anta?o se alojaba Miguel Indurain con su Banesto, se retir¨® temprano a su habitaci¨®n, individual, con el regusto del pan de aceitunas que le hace Claude siempre que le visita. En el patio, bajo la palmera, ha dejado Armstrong a sus mec¨¢nicos, al ingeniero de la f¨¢brica de ruedas, a sus masajistas y m¨¦dicos, tomando la ¨²ltima cerveza, comentando los trabajos realizados, pensando en el Ventoux, el casco especial, m¨¢s aerodin¨¢mico, la bicicleta m¨¢s ligera, el prototipo Trek Madone, las ruedas Bontrager de poco m¨¢s de 400 gramos, con llanta de carbono, ejes de titanio, 14 radios de titanio, tubulares de algod¨®n de 19 mil¨ªmetros, 1.000 d¨®lares cada una, discutiendo a¨²n sobre la presi¨®n de llenado de los neum¨¢ticos, ?9, 10 kilos?, y el efecto de la capa de asfalto nueva que cubre los 16 kil¨®metros de la ascensi¨®n. La bici nueva de Mayo, la Orbea de ¨¢ngulos m¨¢s cerrados, la m¨¢s recortada y m¨¢s ligera, las ruedas Syrium, tambi¨¦n ligeras, hinchadas a 9 kilos, ya llevaba tiempo preparada: 6,8 kilos, el m¨ªnimo permitido por la UCI, como la de Armstrong, la de Hamilton...
Hac¨ªa calor, 33 grados en la salida, a los 280 metros de Bedoin, y Mayo y Armstrong ten¨ªan motivos para estar preocupados. El calor es malo, acelera la deshidrataci¨®n, provoca problemas. Algunos, como Dekker, se preparaban calent¨¢ndose sobre el rodillo y enfri¨¢ndose con un chaleco de neopreno con bolsillos llenos de hielo para evitar sudar demasiado pronto. Otros buscaban la sombra de los pl¨¢tanos para sus ejercicios. Todos esperaban a Armstrong y Mayo, su duelo, como hace 30 a?os se esperaban los desaf¨ªos Merckx-Oca?a, la ¨²ltima gran rivalidad entre un ciclista superior a todos y un espa?ol sin miedo alguno a provocarlo.
Mayo est¨¢ tan delgado que quienes le han visto sin camiseta dicen que se le pueden contar las costillas. Es una delgadez aparente. Est¨¢ fino de cara, de torso, pero tremendo de muslos, exuberante de fuerza, capaz como ayer de generar 394 vatios durante tres cuartos de hora, 6,7 vatios por kilo. No la puede ocultar. Recorre silbando los primeros seis kil¨®metros, los de subida tendida hasta el pie del puerto, entre vi?edos y cerezos -"a un ritmo bonito, sin asfixiarme", describe- y se sorprende cuando le cantan la referencia y descubre que ya saca 9 segundos a Armstrong. El segundo tramo, la parte m¨¢s dura, a¨²n entre sombras, pinos y abetos que van raleando seg¨²n se asciende, 900 metros en nueve kil¨®metros, confiesa Mayo que aprieta un poco m¨¢s, pero no a tope, reserv¨¢ndose. Y Armstrong sigue perdiendo tiempo, 49 segundos m¨¢s, y desmoraliz¨¢ndose, impotente de nuevo ante el Ventoux, con el que no puede -"visto el retraso acumulado, decidi¨® no forzar m¨¢s", explica su director, Johan Bruyneel-, contra el que siempre se estrecha. Pero Mayo deja lo mejor para el final, para los seis kil¨®metros que llevan del chalet Reynard al observatorio de la cima, para la carretera rodeada de piedras blancas refulgentes, para la ruta abierta a todos los vientos, a la falta de ox¨ªgeno, a la asfixia de los 1.912 metros. All¨ª Mayo se exprime, clava el plato de 50 dientes entre las bielas y es capaz de pedalear alegre. Suma 1 minuto m¨¢s a Armstrong en seis kil¨®metros y puede por 59 segundos (55m 51s) con el r¨¦cord de la ascensi¨®n, con los 56m 50s que manten¨ªa desde hace cinco a?os Vaughters. Y a Armstrong tambi¨¦n, a 1m 57s, le superan Hamilton y Sevilla y Mercado, los escaladores espa?oles que reviven en Francia.
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