La ciudad de todos los fados
Tras cruzar un peque?o patio, con entrada en forma de arco y una fuente en miniatura guarnecida de cer¨¢mica, se accede a un peque?o restaurante de paredes y techos blancos con azulejos hasta media altura. Es la Parreirinha da Alfama, una de las casas de fado m¨¢s antiguas de Lisboa. Se abri¨® hace medio siglo. En la entrada, uno se topa con una septuagenaria mujer vestida de oscuro y maquillada para la noche, sentada junto a una mesita sobre la que hay discos de fado a la venta. No se trata de la encargada del guardarropa, sino de la due?a del local. Se llama Argentina Santos y los discos que vende son los suyos. El diario Lib¨¦ration se deshizo hace poco en elogios hacia ella.
Helder Moutinho llega al barrio de Alfama sobre las diez de la noche. Se mueve con soltura por las callejuelas. Conoce a todo el mundo (y todos le conocen). Cuenta que por la Parreirinha pasaron algunos de los grandes: Marceneiro, Beatriz da Concei??o, Celeste Rodrigues (hermana de Am¨¢lia)
Se cumplen treinta a?os de la Revoluci¨®n de los Claveles, que finiquit¨® la trilog¨ªa del Estado Novo: fado, f¨²tbol, F¨¢tima
... La propia Argentina Santos suele cantar a partir de medianoche. Hoy no lo hace porque apenas ha dormido y ma?ana tiene una gala en Estoril.
A Moutinho casi no le queda tiempo para cantar. "Mafalda me da mucho trabajo", comenta con una sonrisa. Hermano de Caman¨¦ -el fadista masculino m¨¢s importante de los ¨²ltimos a?os-, Helder dirige desde hace nueve a?os HM M¨²sica, la empresa que se ocupa de las carreras de Mafalda Arnauth o Joana Amendoeira. Y las j¨®venes fadistas tienen el carnet de baile muy solicitado.
En 1998 se abri¨® la Casa del Fado y la Guitarra Portuguesa. Mariza est¨¢ mirando fotos antiguas junto al periodista Miguel Cadete. Preparan un libro. "Cuando los periodistas empezaron a preguntarme cosas sobre el fado descubr¨ª que no sab¨ªa nada. As¨ª que le¨ªa libros y enciclopedias, pero necesitaba un diccionario para poder entender muchos t¨¦rminos. Este libro tendr¨¢ un lenguaje sencillo". Sara Pereira, gerente del museo, saca una reliquia: la primera edici¨®n de Hist¨®ria do fado, de Pinto de Carvalho (Tinop), de 1903.
En 1807, con la invasi¨®n napo-
le¨®nica, se produjo la fuga de la corte portuguesa a Brasil. A su regreso, una mezcla de influencias afrobrasile?as dar¨ªa origen a otro tipo de expresi¨®n musical. Sara Pereira explica que "en Brasil el fado fue una de aquellas danzas lascivas denunciadas por el clero, pero en Lisboa pas¨® a ser cantado". Un canto del oc¨¦ano alimentado por la nostalgia de los viajeros. "Ten¨ªa muy mala reputaci¨®n. La figura del fadista es la de un tipo que lleva tatuajes y la navaja siempre a mano". Seg¨²n el antrop¨®logo Rui Mota, las personas que interpretaban fado eran lo que en lenguaje marxista se denominar¨ªa lumpen proletariado Marineros, meretrices, chulos, vendedoras ambulantes, estibadores
... "Y hay una cosa cierta: ten¨ªan una expresi¨®n musical com¨²n".
Mariza y Jo?o Pedro aparcan el coche junto al domicilio de su amigo Paquito. Un palacete propiedad de su mujer, descendiente del marqu¨¦s de Pombal. Paquito es Francisco P¨¦rez Andi¨®n, nacido en Vigo, que ha tocado la guitarra para algunos de los grandes. Sentado en el sof¨¢ verde del aristocr¨¢tico sal¨®n, sin quitarse la chaqueta azul marino, coge la guitarra que le ha acercado su mujer. "No voy a tocar", dice, pero sus dedos ya acarician el m¨¢stil y Mariza empieza a canturrear un fado castizo. Dos son las guitarras esenciales del fado: la portuguesa, de seis cuerdas dobles, y la viola, similar a la espa?ola. "Vine a Portugal de peque?o porque mis abuelos y mis padres ten¨ªan una bodega. Entonces las personas hac¨ªan su vida y a las cinco o seis de la tarde cog¨ªan la guitarra y se encontraban en la bodega para cantar", recuerda Paquito, que tiene una cinta casera en la que se oye a una Am¨¢lia a la que la voz ya no acompa?aba. "Estuve ocho a?os con ella. Viaj¨¦ mucho y grab¨¦ discos. El fado era muy liso antes de Am¨¢lia. Ella canta as¨ª porque la tierra de su familia est¨¢ muy cerca de Espa?a".
Aunque reconoce que los music¨®logos las niegan, Mariza intuye semejanzas entre fado y flamenco. "El flamenco tambi¨¦n es un lamento. El fado se acompa?aba con una guitarra casi como la del flamenco. Se canta hasta la madrugada, y hay comida, vino y mucha improvisaci¨®n. Y, cuando se bailaba el fado, se bailaba mucho con las manos y se bat¨ªan palmas". La propia Am¨¢lia se defin¨ªa como cantante ib¨¦rica y dec¨ªa tener una costilla gitana.
Mariza asegura que, por su forma innovadora de tocar, Paquito ha influenciado a las ¨²ltimas generaciones. "La pareja Paquito y Ricardo Rocha no tiene igual. A veces paraba de cantar para escucharles", confiesa Helder Moutinho, que estuvo en la plantilla de la Taverna del Embu?ado. Cerr¨® hace unos meses por obras en el edificio y todo el equipo de Manuel Bastos se ha trasladado al cercano Bacalhau do Molho, en el Palacio de los Condes de Linhares, donde vivi¨® Cam?es. Al franquear el port¨®n de madera, en un callej¨®n angosto de Alfama, una tela separa el recibidor de la gran sala abovedada con suelo de piedra. Una joven cuida de que no se entre en el comedor mientras est¨¢ cantando Maria do Carmo Temudo. El silencio es casi reverencial.
Unos escalones m¨¢s arriba se
llega al Clube do Fado. En la antesala hay fotos del due?o, el guitarrista M¨¢rio Pacheco, con Caetano Veloso, Maria Beth?nia o Ryuichi Sakamoto. Canta Maria da Nazar¨¦ para 8 o 10 personas, acompa?ada por Carlos Manuel Proen?a y Jos¨¦ Fontes Rocha. Es la una de la madrugada. En la penumbra suena la guitarra portuguesa que acompa?¨® durante 25 a?os a Am¨¢lia y se escuch¨® en el Lincoln Center o el Olympia de Par¨ªs. Con 18 a?os, Fontes Rocha ejerc¨ªa de electricista: "En mi tiempo, ser m¨²sico no estaba bien considerado. Se viv¨ªa de forma miserable, as¨ª que yo iba a tocar a las casas de fado hasta las cinco o las seis de la madrugada y a las ocho ten¨ªa que ir a trabajar".
Maria da Nazar¨¦ se turna esta noche con Alcindo de Carvalho, un veterano que canta apoyado en la pared. "Personas como ellos mantuvieron vivo el fado para que gente como yo pueda llegar hoy y disfrutar de su sabidur¨ªa, porque el fado es de tradici¨®n oral. Siento una gran admiraci¨®n y respeto", afirma Mariza.
Impresiona el silencio de los comensales mientras se canta y se toca. En alguna casa de fado deja de haber servicio y los empleados no entran en la sala. "A alguien que hiciera ruido al posar el vaso en la mesa lo echaban a la calle", asegura Paquito. Suele haber tres o cuatro fadistas por noche y cada uno canta tres o cuatro fados. La liturgia es siempre la misma: cuando se aten¨²a la iluminaci¨®n general y apenas alumbran las velas es la se?al de que empieza el fado.
No hay micr¨®fono que valga. "Es duro cantar todas las noches", reconoce Helder Moutinho. "No s¨¦ c¨®mo consiguen despu¨¦s de 20 o 30 a?os seguir teniendo voz y alma para cantar", comenta Mariza. Joana Amendoeira, otra de las j¨®venes fadistas, le ve el lado positivo: "Es como ensayar en casa, pero con p¨²blico". "Se puede vivir de la noche si cantas a diario, pero prefiero no hacerlo porque desgasta mucho", opina la tambi¨¦n jovenc¨ªsima Ana Moura. Ni Mariza ni Mafalda Arnauth, las m¨¢s populares, cantan en casas de fado. Tampoco Katia Guerreiro, que trabaja en un hospital como m¨¦dico.
Desde el Mirador da Gra?a se
tiene una de las vistas m¨¢s espectaculares de Lisboa. A la izquierda se erige el castillo de San Jorge, m¨¢s lejos se divisan el r¨ªo Tajo y el puente del 25 de abril. En un banco de la atalaya, Joana Amendoeira cuenta que comenz¨® con 11 a?os a frecuentar con sus padres una casa de fado en Santar¨¦m los fines de semana. "El mundo del fado es peque?o", asegura. Un mundo cerrado, con sus c¨®digos y sus reglas". Rui Mota coincide: "Ser¨¢n unas cien personas las que cantan. El fado estuvo casi a punto de desaparecer y quedan pocos testimonios de la vieja guardia". Habr¨ªa que pensar urgentemente en un Buena Vista Social Club del fado. Con Ant¨®nio Rocha, Teresa Siqueira, Maria Am¨¦lia Proen?a, Jo?o Ferreira Rosa, Vicente da C?mara, Cid¨¢lia Moreira o Beatriz da Concei??o. "Carlos Saura tendr¨¢ ese problema si al final rueda su pel¨ªcula. Ojal¨¢ se d¨¦ prisa", dice.
En el 193 de la transitada calle de S?o Bento est¨¢ el caser¨®n de color ocre que fue casa de Am¨¢lia Rodrigues hasta su muerte en octubre de 1999. "Ella fue la persona que sac¨® al fado del gueto y lo llev¨® por el mundo. Una voz impar y una mujer muy inteligente. Ser¨ªa bueno recordar que de un pa¨ªs perif¨¦rico, pobre y aislado", dice otro hist¨®rico, Carlos do Carmo. De la visita guiada se ocupa hoy Eug¨¦nia Afonso, que trabaj¨® 25 a?os con ella y se emociona al evocar alg¨²n recuerdo. La casa es un santuario. Sobre su cama, unas flores, un pa?uelo bordado y las gafas oscuras.
"Se lleg¨® a decir que Am¨¢lia colaboraba con Salazar, cuando ten¨ªa una ficha en la PIDE (polic¨ªa secreta de la dictadura). Y cada vez que iba a cantar fuera ten¨ªa que decir ad¨®nde iba, con qui¨¦n viajaba", cuenta Sara Pereira. Jos¨¦ Saramago confirm¨® que, en plena dictadura, Am¨¢lia Rodrigues hab¨ªa ayudado econ¨®micamente al enemigo del r¨¦gimen, al Partido Comunista Portugu¨¦s en la clandestinidad. Caetano Veloso escribi¨®, el d¨ªa de la muerte de Am¨¢lia (1999), que su canto manten¨ªa vivo a Portugal y volaba por encima de Salazar y de la Revoluci¨®n de los Claveles.
Se cumplen treinta a?os de la revoluci¨®n del 25 de abril. Un proceso que finiquit¨® la trilog¨ªa del Estado Novo: fado, f¨²tbol, F¨¢tima. "El fado acab¨® por ser la m¨¢s castigada de las tres 'efes'. Porque antes ten¨ªamos f¨²tbol los domingos y ahora todos los d¨ªas. Y F¨¢tima regresa con fuerza", cree Carlos do Carmo. Hubo una tendencia entre los intelectuales de izquierda de identificar al fado como la m¨²sica del r¨¦gimen. Rui Mota, que se exili¨® en 1966, forma parte de aquella generaci¨®n que vivi¨® el fado como un brazo de la dictadura salazarista, embarcada entonces en las guerras coloniales de Angola y Mozambique. "Desde 1974 los fadistas quedaron en condiciones precarias porque cerraron muchas casas. El fado dej¨® de o¨ªrse en la radio, casi no se vend¨ªan discos...
Coincidi¨® con la b¨²squeda de las ra¨ªces de la m¨²sica tradicional con Jos¨¦ Afonso, Sergio Godinho... Los ochenta est¨¢n marcados por el pop rock de Delfins o Rui Veloso. El fado segu¨ªa en las catacumbas. Todav¨ªa no hab¨ªa llegado la nueva generaci¨®n de los a?os noventa con M¨ªsia y Caman¨¦". Los que revolucionaban un poco la escena eran Paulo Bragan?a y M¨ªsia, "a la que aqu¨ª no se le ha dado el debido valor porque hay muchos prejuicios", dice Amendoeira.
En la Tasca do Chico, una de las ¨²ltimas casas de fado vadio, cantantes aficionados se dejan el alma. El garito de Francisco Gon?alves est¨¢ de bote en bote. El Caldo Verde, con sus mesitas con manteles a cuadros, no cierra hasta las cuatro de la ma?ana. Los espont¨¢neos se suceden. Y suenan grabaciones de Herm¨ªnia Silva o Trist?o da Silva. Un taxi con luz verde est¨¢ aparcado en la calle. A la pareja que pretende subirse le explican desde la puerta del local que mejor esperan al taxista dentro mientras termina de cantar.
"El fado tiene ciclos", piensa Carlos do Carmo, "ahora lleg¨® uno esencialmente de mujeres". "Creo que tiene que ver con que se liberaron de la sombra terrible de Am¨¢lia", dice Rui Mota. "Esta generaci¨®n no tiene el trauma de la dictadura y aborda el fado sin complejos. Y est¨¢ el fen¨®meno de la world music, que se interes¨® por el fado". Los festivales piden siempre mujeres. J¨®venes y tambi¨¦n mayores: la cantante tradicional de chal negro y mo?o. "Una cuesti¨®n sociol¨®gica. El mercado est¨¢ m¨¢s interesado por el lamento de la mujer que del hombre", afirma Mariza.
La etimolog¨ªa de fado lleva al lat¨ªn que significa "destino". Destino marcado. "El fado es un inmenso misterio", dice Carlos do Carmo. Seg¨²n Amendoeira, "tiene que haber una simbiosis entre los m¨²sicos, el fadista y el p¨²blico. Nunca sabes cu¨¢ndo va a ocurrir. Siempre estamos esperando ese momento m¨¢gico".
Hay m¨¢s de cien tipos de fados tradicionales. Cada uno con un nombre y una estructura musical diferente. Se puede elegir cualquier melod¨ªa y ponerle una letra in¨¦dita. Hacerlo es patrimonio de los fadistas, que tienen una enorme libertad de improvisar ("estilar", en su terminolog¨ªa). ?Puede hablarse de nuevo fado? La respuesta de Joana Amendoeira es tan r¨¢pida como contundente: "No, pienso que no. Podemos hablar de una nueva generaci¨®n, pero el fado es siempre el mismo".
DISCOGRAF?A
Am¨¢lia
Rodrigues
The Art of Am¨¢lia Rodrigues 1952-1970
(EMI, 1998).
O busto (EMI, 1962).
Alfredo
Marceneiro
Biografia do fado (EMI, 2000).
Carlos do Carmo
Um homem na cidade (Trova, 1977).
Mariza
Fado em mim (World Connection, 2001).
Caman¨¦
Na linha da vida (EMI, 1998).
Mafalda Arnauth Esta voz que me atravessa
(EMI, 2001).
M¨ªsia
Garras dos sentidos (Erato Francia, 1998).
Cristina Branco Corpo iluminado (Universal, 2001).
Carlos Paredes
Guitarra portuguesa (EMI). Portugal: The Story of fado (Hemisphere series EMI, 1997). O fado (World Connection, 2001).
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