Vuelta a las andadas
Es una l¨¢stima que no pudieran ser convocadas conjuntamente las elecciones generales y las europeas. Es cierto que una convocatoria conjunta hubiera supuesto una cierta devaluaci¨®n de las elecciones europeas, pero la celebraci¨®n de ¨¦stas casi inmediatamente despu¨¦s de las generales est¨¢ suponiendo una devaluaci¨®n todav¨ªa mayor. En una convocatoria conjunta es obvio que el discurso pol¨ªtico de las elecciones generales habr¨ªa primado con mucha diferencia sobre el discurso pol¨ªtico europeo, pero al menos se habr¨ªan superpuesto dos discursos pol¨ªticos diferenciados, de manera similar a como se superpuso el discurso pol¨ªtico andaluz al discurso pol¨ªtico nacional en el 14-M, aunque este ¨²ltimo fuera el dominante. En esta convocatoria separada, por el contrario, no ha habido ciertamente superposici¨®n de discursos, pero la convocatoria europea est¨¢ perdiendo lisa y llanamente su car¨¢cter europeo y quedando reducida a una "segunda vuelta" de las pasadas generales.
Esto no es bueno. Ya en 1994 el PP intent¨® convertir las elecciones europeas en la segunda vuelta de las generales de 1993. El discurso electoral del PP en aquella ocasi¨®n fue un discurso deslegitimador de la victoria socialista del a?o anterior, deslegitimaci¨®n a la que se anudaba la exigencia de una disoluci¨®n anticipada de las Cortes Generales y de convocatoria de nuevas elecciones. No creo que en esta ocasi¨®n se corra el riesgo de que se llegue tan lejos como se lleg¨® entonces, entre otras cosas porque en aquellas elecciones se produjo la mayor victoria del Partido Popular, superior incluso a la de 2000, y no es previsible que vuelva a ocurrir. Pero el modelo deslegitimador de la victoria socialista del 14-M de 2004 s¨ª se parece bastante al que se sigui¨® en 1994. La forma es distinta, pero el objetivo es el mismo.
Esto pervierte el proceso de expresi¨®n del principio de legitimaci¨®n democr¨¢tica del poder. Este principio de legitimaci¨®n se expresa en todo tipo de elecciones, pero en cada una lo hace de una manera espec¨ªfica, adecuada al tipo de consulta. Y no se pueden mezclar unas con otras. Elecciones distintas son elecciones distintas y tienen que ser mantenidas como tales. Ninguna puede ser considerada una segunda vuelta de la anterior. Es obvio que siempre se extraen consecuencias pol¨ªticas de cualquier manifestaci¨®n del cuerpo electoral y m¨¢s todav¨ªa cuando ese cuerpo electoral comprende a todos los ciudadanos del Estado. Pero una cosa es eso y otra establecer una conexi¨®n inmediata y directa entre una convocatoria electoral y otra con la finalidad de deslegitimar con el resultado de la segunda el producido en la primera. Con esa manera de proceder, repito, se pervierte el proceso de legitimaci¨®n democr¨¢tica en el que descansa todo el sistema pol¨ªtico.
Esta es una campa?a en la que el PP ha puesto el m¨¢ximo inter¨¦s en que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no est¨¦ presente. Inicialmente se vincul¨® ese inter¨¦s con la voluntad de Mariano Rajoy de ir imponiendo su estilo, diferenci¨¢ndose de esta manera del anterior presidente del Gobierno. Pero a medida que se ha ido avanzando en la campa?a y nos aproximamos a la fecha electoral, tanto el estilo de Mariano Rajoy como, sobre todo, el de Jaime Mayor Oreja cada vez se parecen m¨¢s al estilo deslegitimador que sigui¨® el PP cuando su candidato era Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, entre 1993 y 1996. La acusaci¨®n lanzada el pasado jueves por Mayor Oreja de que esta vez el PP no va a permitir que el PSOE gane haciendo trampas no puede ser entendida de otra manera. Como tampoco pueden serlo las referencias a la recuperaci¨®n de la "decencia y la dignidad" de las que habl¨® Mariano Rajoy en el mitin de Vigo. Esto no es un cambio de estilo, sino m¨¢s bien la vuelta a las andadas.
Afortunadamente, tras el 13-J tenemos un largo periodo sin campa?as electorales.
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