?D¨®nde vas, Madrid?
El autor denuncia que, fuera de las ¨¢reas protegidas, el campo de la regi¨®n se asfixia y cede terreno en medio de un mar de urbanismo desbocado
Hace un a?o, Madrid vivi¨® con perplejidad y bochorno un esc¨¢ndalo en el Parlamento Regional cuyo resultado final fue la Presidencia de la Comunidad para Esperanza Aguirre. A punto estuvo de no ser as¨ª, pero lo cierto es que ello condicionar¨¢ demasiadas cosas del presente y del futuro de nuestra provincia. Por ejemplo, Aguirre ha dicho que desdoblar¨¢ la carretera M-501, m¨¢s conocida como "carretera de los pantanos", en el sudoeste de la regi¨®n. Los fines de semana, la M-501 soporta caravanas y atascos, y las reclamaciones de los municipios afectados son, muy probablemente, leg¨ªtimas en cuanto a la necesidad de mejorar la circulaci¨®n y la seguridad vial en esta carretera. Pero ojal¨¢ fuera esa la ¨²nica o fundamental intenci¨®n de muchos de quienes apoyan el desdoblamiento mientras se frotan las manos. Aguirre desoye el informe de impacto ambiental encargado en 1998 por el Gobierno Regional al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas. En el entorno de la M-501 est¨¢ lo m¨¢s granado de nuestro bosque mediterr¨¢neo, con casi todas las especies emblem¨¢ticas de este maravilloso ecosistema. Las conclusiones del CSIC, basadas en el trabajo de algunos de los m¨¢s prestigiosos zo¨®logos, bot¨¢nicos y ec¨®logos de Espa?a, fueron claras: el costo ambiental de la obra ya ser¨ªa alto de por s¨ª, pero las consecuencias de la puesta en servicio de la autov¨ªa resultante y lo que vendr¨ªa despu¨¦s ser¨ªan absolutamente incompatibles con la conservaci¨®n de la zona. S¨®lo con mirar lo que ha ocurrido en otras partes de la provincia se puede prever que la "adecuaci¨®n" de la M-501 supondr¨ªa a la larga la desintegraci¨®n del paisaje y la desaparici¨®n de gran parte de su flora y fauna excepcionales. Sin un plan de gesti¨®n del territorio que impida completamente ulteriores desmanes ambientales tras el desdoblamiento, los cambios a medio plazo en esa regi¨®n de Madrid son f¨¢ciles de imaginar: encinas centenarias y ¨¢guilas imperiales sustituidas por McDonalds, multicines, centros de ocio y grandes superficies comerciales; pol¨ªgonos industriales, rotondas, casas, coches, luces y ruido en lugar de soberbios pinos pi?oneros. De hecho, en la zona ya exist¨ªan muchos proyectos urban¨ªsticos condicionados al desdoblamiento, hoy revividos mientras otros nuevos se est¨¢n ya gestando (y all¨ª se han producido sospechosos y grav¨ªsimos incendios forestales). Anterior al del CSIC, hubo otro informe que tambi¨¦n desaconsej¨® esta obra. Aguirre dice que pedir¨¢ un nuevo informe ?Es que le hacen falta m¨¢s? Parece bastante claro para qu¨¦ sirven hoy en nuestro pa¨ªs los informes de impacto ambiental.
La innecesaria M-60 atravesar¨ªa la ladera sur de la Sierra de Hoyo, un valioso enclave
Aguirre desoye el informe de impacto ambiental sobre el desdoblamiento de la carretera M-501
El temible Plan General de Infraestructuras de Aguirre tambi¨¦n nos trae, entre otras delicias, inquietantes noticias sobre una innecesaria autov¨ªa llamada M-60, que atravesar¨ªa la ladera sur de la Sierra de Hoyo, un valioso enclave en pleno Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Pero las intenciones de Aguirre no se detienen en la absurda M-60. Quien circule por la tranquila carretera entre Guadalix de la Sierra y Soto del Real, disfrutando todav¨ªa de los prados, los robles, las encinas, los fresnos y las reses bravas, ver¨¢ tambi¨¦n c¨®mo el AVE a Valladolid (cuyo Apocalipsis paisaj¨ªstico merecer¨ªa un cap¨ªtulo aparte) pasar¨¢ por un puente de dos ojos cuya intenci¨®n s¨®lo puede ser la de alzarse sobre una futura autov¨ªa de cuatro carriles que debe de estar ya proyectada en alg¨²n documento agazapado en cierto despacho. ?Ser¨¢ la M-70? Aunque suene a broma, tambi¨¦n se habla ya de ella.
Sabiendo qu¨¦ es lo que est¨¢ pasando en Espa?a en general y en la Comunidad de Madrid en particular, no es dif¨ªcil imaginar el futuro que nos aguarda. La doble capitalidad de Madrid y su situaci¨®n en pleno centro de nuestra Comunidad, hacen que haya aqu¨ª un nudo en el cual convergen todas las grandes v¨ªas de comunicaci¨®n del pa¨ªs, que junto a las v¨ªas locales y de circunvalaci¨®n terminan por conformar la zona central de una telara?a de infraestructuras que ya invade buena parte de la provincia. Demasiados alcaldes parecen haber enloquecido s¨²bitamente, pretendiendo a corto plazo duplicar, triplicar o quintuplicar las poblaciones de sus respectivos municipios, como si la calidad de vida fuese necesariamente ligada a la masificaci¨®n y no a un n¨²mero contenido de habitantes y a un equilibrado balance entre poblaci¨®n, bienes y servicios. Casi todos los pueblos en un per¨ªmetro de 40 o 50 kil¨®metros de Madrid, se han convertido o se est¨¢n convirtiendo en horrorosas met¨¢stasis del tumor capitalino, que a su vez sigue tambi¨¦n expandiendo incesantemente sus c¨¦lulas desbocadas de asfalto y cemento. Mientras la regi¨®n tiene 300.000 viviendas vac¨ªas, que no se alquilan, se construyen nuevas casas a un ritmo sin precedentes. El problema de la vivienda y su evoluci¨®n de precios tiene grav¨ªsimas repercusiones en el bienestar de las personas y es un claro s¨ªntoma de un sistema perverso, inmoral y deshumanizado que requerir¨ªa la inmediata intervenci¨®n del Estado en direcci¨®n exactamente contraria a como hizo el anterior gobierno. El desorbitado precio de los pisos, menos escandaloso cuanto m¨¢s nos alejamos de la almendra central, hace que la di¨¢spora de la capital tenga razones fundamentalmente econ¨®micas, y as¨ª el tejido humano de esos "florecientes" municipios perif¨¦ricos se compone en gran parte de gente que, en realidad, no tiene ning¨²n inter¨¦s especial en vivir fuera de Madrid. La mayor¨ªa debe desplazarse diariamente a trabajar en la capital, por lo que se construyen m¨¢s carreteras y autov¨ªas para que los cada vez m¨¢s abundantes veh¨ªculos (casi siempre con una sola persona dentro), se sigan atascando tratando de acceder a la ciudad. No es tanto que no haya viviendas o suelo para construir en Madrid y pueblos ya fundidos con ella, sino que los gigantescos negocios montados alrededor de la construcci¨®n, las inmobiliarias, las infraestructuras, las grandes superficies comerciales, el petr¨®leo y el autom¨®vil tienen que sobrevivir (?y c¨®mo!), aunque sea a costa de nuestro medio ambiente y de condicionar radicalmente nuestra forma de vida, al tiempo que se nos intenta hacer ver que no existe alternativa. Es un modelo suicida de desarrollo insostenible que nos aleja del Protocolo de Kioto, y que, al ser leg¨ªtimamente imitado por India, China, y otros pa¨ªses superpoblados, est¨¢ imprimiendo ya una alarmante y constatada aceleraci¨®n del proceso de deterioro ambiental del planeta.
Se supone que por un lado se destruye pero por otro se conserva. Nadie deber¨ªa tener la conciencia tranquila porque esto ni siquiera es del todo cierto. Hay ¨¢reas protegidas de la Comunidad de Madrid que, pese a los loables esfuerzos de sus gestores, no dejan de estar sometidas a un notable abandono en muchos sentidos, y continuamente sufren el acoso de nuevas obras e infraestructuras, de la creciente presi¨®n humana, y de la contaminaci¨®n de aire, aguas y suelos. Los tr¨¢mites para crear el deseable Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama se siguen retrasando mientras avanzan planes urban¨ªsticos que s¨®lo quieren dar urgentes mordiscos a nuestro paisaje all¨¢ donde el futuro Parque, una vez aprobado, lo dificultar¨ªa (?qui¨¦n se atreve ya a asegurar que lo impedir¨ªa?). Fuera de las ¨¢reas "protegidas", nuestro campo, diverso y valioso como pocos gracias a la privilegiada situaci¨®n geogr¨¢fica de la provincia, se asfixia y cede terreno a pasos agigantados, reducido y fragmentado en islas cada vez m¨¢s peque?as y deterioradas, en medio de un mar de urbanismo desbocado. Es interesante que, ante panorama as¨ª, no se hable de cat¨¢strofe ecol¨®gica, concepto que parece reservado a aquellos desastres que se producen en minutos u horas, como los de Aznalc¨®llar, el Prestige o los grandes incendios forestales. Pero ya quisi¨¦ramos para Madrid, en vez de lo que tenemos, una de estas cat¨¢strofes, pues casi siempre suscitan alguna estimaci¨®n sobre el tiempo que el ecosistema tardar¨¢ en recuperarse. Por razones obvias, tal estimaci¨®n ser¨ªa completamente superflua en el caso que nos ocupa, porque no hay mayor da?o ambiental que la destrucci¨®n total del h¨¢bitat: lo que ya se ha hecho en Madrid es absolutamente irreversible, como lo ser¨¢ el enorme da?o que todav¨ªa est¨¢ por venir. Nadie nos devolver¨¢ los paisajes arrasados.
Los distintos colectivos ecologistas locales han luchado y siguen luchando a brazo partido para evitar en lo posible los terribles desmanes medioambientales que se perpetran a diario en nuestra Comunidad. A esta noble contribuci¨®n a la mejora de nuestra calidad de vida raramente se le hace justicia. Detr¨¢s de cualquier campa?a ecologista siempre hay datos a tener en cuenta. En los a?os setenta, para muchos, hablar de la contaminaci¨®n sonaba absurdamente alarmista; hoy, el cambio clim¨¢tico es una realidad palpitante y angustiosa, cuyas consecuencias le est¨¢n costando s¨®lo a la Uni¨®n Europea miles de vidas humanas y diez mil millones de euros anuales. Aquellos polvos trajeron estos lodos. A estas alturas, en nuestra sociedad, seguir manteniendo una actitud indiferente o abiertamente anti-ecologista es, sencillamente, un flagrante ejercicio de ego¨ªsmo y, sobre todo, una grav¨ªsima irresponsabilidad.
Cabr¨ªa esperar que, con el giro dado tras las elecciones del 14-M, la voracidad especuladora sufriese cierta moratoria; tal vez no vaya a ser as¨ª. En cualquier caso, siempre vendr¨¢n nuevas elecciones y la situaci¨®n dar¨¢ la vuelta una y otra vez. Sin un pacto social firme y permanente por la conservaci¨®n y el desarrollo sostenible, la destrucci¨®n a medio plazo de una gran parte de nuestros recursos naturales a manos de la bacanal urban¨ªstica es simplemente cuesti¨®n de tiempo y de ciclos. Se deber¨ªa aplicar el m¨¢s elemental sentido com¨²n, evitando hacer enormes pol¨ªgonos industriales en zonas tradicionalmente agroforestales y ganaderas y no promoviendo un crecimiento urbano indiscriminado que apenas hace distingos entre un erial y lo que no lo es. Es imperativo pactar acerca del medio ambiente que queremos para nuestros hijos, nuestro nietos y sus tataranietos y decidir de una vez, entre todos, qu¨¦ les dejaremos y qu¨¦ no, y respetar las decisiones m¨¢s all¨¢ de vaivenes electorales. Dentro de algunos lustros, nuestros descendientes madrile?os deber¨ªan poder disfrutar del placer de una tranquila comida campestre, porque opciones aparentemente tan intrascendentes conforman en realidad toda una manera sana de entender la vida.
Ignacio de la Riva es cient¨ªfico titular del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
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