El organicismo transg¨¦nico
El ministro de Econom¨ªa Pedro Solbes tiene faenas m¨¢s importantes que hacer que andar rectificando las ocurrencias de los ministros m¨¢s novatos o m¨¢s lanzados, as¨ª que mejor si le dejan hacerlas en paz
Todos mueren
Nino Manfredi era un actor de los que detiene el aire a un par de metros a su alrededor, de manera que le bastaba con estar frente a la c¨¢mara o sobre un escenario para espantar mosquitos y moscardones que nada deseaban m¨¢s que parec¨¦rsele en algo. Cuando el din¨¢mico d¨²o Azcona-Berlanga lo fich¨® para El verdugo, quedaron en evidencia varias carencias de mucho peso. Acertaron con el actor pero no con el tipo, nadie se cre¨ªa a un Manfredi, con su apostura de gal¨¢n sobrado de recursos, reducido a subalterno en una funeraria que se liga a la hija del verdugo. Era m¨¢s grande, y ven¨ªa de la tradici¨®n de la gran comedia italiana en uno de sus muchos periodos de entreguerras. En los ¨²ltimos tiempos hac¨ªa de abuelo entra?able en una serie que daban de sobremesa en la primera cadena italiana. El mejor abuelo entra?able que nunca tuvieron las series de la primera cadena italiana de sobremesa.
Genes en tr¨¢nsito
Desde que se sabe que lo que separa a un ser humano de una gamba no es m¨¢s que un pu?adito de genes, los grandes consumidores de gambas que, adem¨¢s, escriben, se han lanzado a un frenes¨ª de relativismo intestinal seg¨²n el cual el nuevo organicismo bien temperado empieza a ocupar el lugar que anta?o correspond¨ªa al an¨¢lisis de la conducta humana, de manera que cualquier degustador ilustrado de habas tiernas con ajos frescos y algo de pulpo h¨¢bilmente rehogado se cree autorizado a filosofar en la digesti¨®n de los domingos sobre la concordia primigenia de un mundo destinado a la degluci¨®n personalizada. Para qu¨¦ distinguir entre naturaleza y cultura cuando L¨¨vi-Strauss no es m¨¢s que una marca de vaqueros deslocalizada. El peligro del moderno organicismo no es ya su adicci¨®n a la autocomplacencia, sino la estupidez explicativa que introduce en la mente de las habas, los ajos, las gambas y los pulpos la creencia en un arbitrario destino humano.
Numism¨¢tica de ombligo
Digamos que no es el intento de recuperar la adolescencia perdida lo que lleva al var¨®n madurito a embobarse con las muchachas en flor, sino el asombro de que se reproduzca como si nada el anuncio de una rotundidad que el mir¨®n dej¨® atr¨¢s hace mucho tiempo. He visto a padres muy de izquierdas temblar como ni?os desvalidos ante la visi¨®n entrevista de las tetas de su hija, tan lejos y tan cerca, y a otros de derechas abrigando en secreto el deseo de que su ni?a no desarrollara protuberancias tan manifiestas. Los adolescentes son ahora como m¨¢s tristes y algo virtuales, y ser¨¢ por eso que en su vestimenta nos ahorran la visi¨®n del ombligo y las improbables puntillas de su ropa interior. Todo lo contrario que las chicas, orgullosas de mostrar lo que queda del agusanado cord¨®n umbilical y el encaje de todo a cien que media en vano entre las ingles sedadas y los ¨¢speros vaqueros.
?Un diez por ciento?
Aqu¨ª cualquier emprendedor ministro de Fomento puede fomentar la ruina de su departamento a 10, 20 o 30 a?os sin verse obligado a rendir cuentas a nadie. Pero eso no es nada. La incuria administrativa puede dejar en la calle a casi 400.000 inmigrantes con papeles con s¨®lo retrasar los tr¨¢mites necesarios para la renovaci¨®n de los permisos. Y tampoco parece que vaya a pasar nada. De esa cifra de inmigrantes que se ven ahora en la ilegalidad, un diez por ciento corresponde a Alicante, de manera que esos 36.000 inmigrantes reconvertidos en ilegales suponen, por otra parte, el diez por ciento m¨¢s o menos de la poblaci¨®n alicantina total, porcentaje m¨¢s escandaloso en relaci¨®n con el n¨²mero de alicantinos que disponen de un empleo. As¨ª las cosas, no se sabe qu¨¦ detestar m¨¢s, si que tanta gente trabajadora se quede de pronto con lo puesto, que ser¨¢ nada, o el desapego del Gobierno anterior hacia un segmento de poblaci¨®n que ha situado los ingresos de la Seguridad Social en los niveles m¨¢s altos.
Est¨¢n fallando
Rodr¨ªguez Zapatero tiene ya tan demostrado su desd¨¦n por esa figura de Sosom¨¢n que le atribu¨ªan, que ahora se entrega al exultante peligro de creerse Superm¨¢n. Est¨¢ claro que no lo tiene f¨¢cil, tanto por indeterminaciones propias como por algunos embolados de mucho compromiso que andan piafando en los s¨®tanos del poder. Pero eso no le autoriza a proferir tonter¨ªas de pol¨ªtico en la cresta de la ola del tipo de que c¨®mo no va a ser capaz de conseguir agua para los valencianos cuando ha logrado retirar las tropas de Irak. Un pol¨ªtico empieza a enga?ar o a enga?arse cuando da por ciertas comparaciones de magnitudes muy distintas, llevado de una comprensible pulsi¨®n resolutiva donde hasta los mejores delanteros de nuestra galaxia han fallado los goles m¨¢s cantados. Al tiempo.
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