La Europa tect¨®nica
Cuentan que Chaplin mand¨® una carta a un peri¨®dico que hab¨ªa publicado su necrol¨®gica, avisando de que el anuncio de su muerte era prematuro. Igualmente, el fallecimiento m¨¢s anunciado de las ¨²ltimas d¨¦cadas, el del Estado-Naci¨®n, sigue haci¨¦ndose esperar. E incluso cabr¨ªa decir que pasa por un buen momento porque lo que, aparentemente, sobran son naciones que reclaman un Estado en exclusiva. Y ese muerto, que goza de tan buena salud, parece la principal explicaci¨®n de la pobre prestaci¨®n de las pasadas elecciones europeas, en las que algo m¨¢s de medio electorado no se dign¨® votar, porque los comicios que siente de verdad que le afectan son los nacionales, y, en menor medida, tambi¨¦n los auton¨®micos.
?Es tan catastr¨®fico que la mitad del votante europeo occidental, y una mayor¨ªa del resto del continente, se quede en casa? Como m¨ªnimo, es la prueba de que la construcci¨®n europea es incomprensible, se explica muy mal, se hace de arriba abajo, no se desarrolla con arreglo a criterios democr¨¢ticos, etc., etc.; pero es igual de cierto que ¨¦sa es la bater¨ªa de argumentos de todos aquellos que, con cara falsamente compungida, no quieren que llegue a existir nunca una Europa supranacional. Muchos de ellos exigen lo imposible y de inmediato, para que Europa sea tambi¨¦n imposible.
Y, as¨ª y todo, uno de cada dos ciudadanos del mundo desarrollado europeo, en un glorioso fin de semana soleado de junio, perdieron algunas horas o arruinaron el justo asueto de dos d¨ªas, para ir a votar. Los presidentes norteamericanos, sin embargo, no se sienten menos investidos de unilateralismo, con un porcentaje de sufragios apenas superior; en la Revoluci¨®n francesa particip¨® activamente s¨®lo un m¨ªnimo segmento de la sociedad, porque lo que importaba era que hab¨ªa una gran mayor¨ªa consentidora; a mediados del siglo XVIII, ya pod¨ªa Voltaire hablar de la existencia de una Europa de valores comunes, cuando, en realidad, se refer¨ªa s¨®lo a unos millares de ilustrados; y el gran cambio tect¨®nico del Renacimiento fue producto del trabajo de un pelot¨®n de monjes, que nunca fueron, simult¨¢neamente, m¨¢s all¨¢ de unos centenares.
Hasta el hecho de que se haya colado entre el paquete de nuevos europarlamentarios una falange creciente de elegidos cuya misi¨®n es la de negar a Europa, como son los representantes del Partido por la Independencia del Reino Unido, subraya que sus enemigos s¨ª creen que esa Europa, a la que tanto temen, sea posible. Y se han apresurado a izar sus banderas, porque no consideran suficiente garant¨ªa para la libra, el Parlamento de Westminster, el cenotafio de Whitehall y la estatua de Nelson, que los continentales voten en tan modesta medida. Lo tect¨®nico amenaza.
La UE no est¨¢ mal porque prefiera sol a voto, sino que lo prefiere porque la construcci¨®n europea se enfrenta confusamente a una asechanza que determinar¨¢ si gana la visi¨®n comercial-insular-cooperaci¨®n multiforme-e invalidez pol¨ªtica, o una trayectoria abierta de la que, inevitablemente, se desconoce hoy el punto o los puntos sucesivos de llegada, para construir una entidad pol¨ªtica aut¨®noma que se llame Europa. Y hay que reconocer que la ampliaci¨®n a 25 juega en favor de la primera visi¨®n.
?ste es un tiempo, en consecuencia, de recomposici¨®n general, en el que los Gobiernos y las sociedades del centro y este del continente ven a la UE como dispensadora de man¨¢ econ¨®mico y certificados de intangibilidad pol¨ªtica, y los del oeste chapotean en la divisi¨®n creada por la guerra de Irak. Una Europa agrupada en torno a un punto de vista com¨²n sobre la guerra, que no ten¨ªa por qu¨¦ ser exactamente el de Francia y Alemania, aunque menos a¨²n el de una potencia y unos intereses extraeuropeos, pod¨ªa haber acudido en mayor n¨²mero a los comicios, como tambi¨¦n la desgana del votante tiene que ver con la inc¨®moda perspectiva de una Europa a 25, de la que nadie conoce naturaleza, funcionamiento, o viabilidad.
A la vista de tanto orden disperso, lo l¨®gico era que las l¨ªneas de votaci¨®n cl¨¢sicas, las del Estado-Naci¨®n, pesaran en el recuerdo de un electorado que, por no saber exactamente a qu¨¦ pod¨ªa votar, escatim¨® el sufragio. Europa es una empresa tect¨®nica. Las urnas pueden esperar.
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