Socio preferente
La reciente inclusi¨®n de Marruecos en la categor¨ªa de "aliado preferente" de Estados Unidos ha tenido como primera consecuencia pr¨¢ctica la firma de un tratado comercial entre ambos pa¨ªses. Este acuerdo no responde tanto al actual volumen de los intercambios bilaterales, extremadamente exiguo y sin grandes posibilidades de incrementarse en el corto plazo, cuanto a la voluntad de Washington de hacer gestos en favor de la estabilidad de Marruecos. Un gesto similar acaba de realizarlo Washington con Pakist¨¢n.
No existen razones para recelar de la aproximaci¨®n entre Washington y Rabat, porque el objetivo de las diplomacias europea y espa?ola no es la de obtener el monopolio de las relaciones con Marruecos, sino el de favorecer su desarrollo y su democratizaci¨®n con el mayor concurso internacional posible. La iniciativa estadounidense surge en el contexto de un proceso de Barcelona estancado desde hace tiempo, una pol¨ªtica europea hacia el Mediterr¨¢neo cuyos resultados no son satisfactorios y unas relaciones con Espa?a que, tras unas graves turbulencias, no han hecho m¨¢s que comenzar una t¨ªmida recomposici¨®n. No tiene sentido, pues, que se pretendan encender se?ales de alarma sobre inexistentes peligros de desalojo pol¨ªtico y comercial, como se ha hecho desde algunos sectores del Parlamente Europeo y de nuestro propio pa¨ªs. La reflexi¨®n deber¨ªa ser exactamente la contraria, de manera que se pusiera fin a la desatenci¨®n, e incluso los desencuentros, que han jalonado durante los ¨²ltimos a?os las relaciones entre las dos orillas del Mediterr¨¢neo.
Las cosas se mueven en Marruecos y el actual gesto de Washington puede incidir en la direcci¨®n que tomen los acontecimientos. Hace apenas unos d¨ªas, Mohamed VI impuls¨® una crisis de Gobierno con el prop¨®sito de reactivar el ritmo de las reformas estructurales que necesita el pa¨ªs. La dimisi¨®n de James Baker como mediador en el conflicto del S¨¢hara podr¨ªa reabrir los t¨¦rminos de referencia de un contencioso en el que la monarqu¨ªa alau¨ª ha puesto todo su empe?o. Y el malestar social ante un panorama econ¨®mico que no remonta y que castiga a los sectores m¨¢s j¨®venes de la poblaci¨®n no parece remitir, con el riesgo de convertirse en alimento de un fanatismo que ya se manifest¨® en los atentados de Casablanca y de Madrid.
Si algo han demostrado las iniciativas de Washington en relaci¨®n con Marruecos es que Europa no puede consentir en las actuales circunstancias internacionales que la mirada hacia el Este vaya en detrimento de la preocupaci¨®n hacia el Sur; el estatuto de potencia al que aspira la Uni¨®n exige, por el contrario, que ambas prioridades sean compatibles. Entre otros motivos, porque no es seguro que una mayor aproximaci¨®n entre Marruecos y Estados Unidos, fuera de un contexto m¨¢s amplio de relaciones, pueda constituir por s¨ª sola una garant¨ªa de estabilidad para la monarqu¨ªa alau¨ª. La controvertida gesti¨®n de la posguerra de Irak, adem¨¢s del inequ¨ªvoco alineamiento de Washington en el conflicto palestino, hace que su apoyo a Rabat pueda acabar convirti¨¦ndose en el abrazo del oso que algunos grupos fan¨¢ticos estaban esperando. En ese caso, la iniciativa europea no s¨®lo ser¨ªa necesaria, sino tambi¨¦n urgente.
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