Feminizaci¨®n
Una ola de mujeres ocupa parte de los puestos de mando ("paridad") en la Administraci¨®n. Est¨¢ bien, salvo el nombre: discriminaci¨®n positiva, aunque lo diga la Academia. El diccionario Clave define discriminaci¨®n: "Actitud por la que se considera inferior a una persona (...) y se le niegan ciertos derechos". "Positiva" es absurdo, y un poco imb¨¦cil. Sharon comete "asesinatos selectivos". Todos lo son: el asesino elige a su v¨ªctima por sus razones. Los guerreros modernos destruyen ciudades, autobuses, ferrocarriles con hombres, mujeres y ni?os: son asesinos. Churchill explic¨® el asesinato de la ciudad de Dresde: para instar a las poblaciones a rebelarse contra Hitler. Consigui¨® que los alemanes le tuvieran m¨¢s miedo que a Hitler.
La entrada de mujeres donde no sol¨ªan no es discriminaci¨®n ni una recuperaci¨®n: es la rotura de lo injusto. Este trabajo de la mujer empez¨® hace muchos a?os, desde la Rep¨²blica e incluso antes, a expandirse hacia puestos superiores, que es de lo que se trata. En los malos puestos existi¨® siempre. Las luchas por el voto tardaron aqu¨ª mucho, como todo lo que estaba frenado por la hueste frailuna: hasta las elecciones de 1934. Franco lo suprimi¨® para sus referendos, como anul¨® la coeducaci¨®n. Previamente hab¨ªa comenzado la coeducaci¨®n, Franco la rompi¨®, y si Aznar hubiera seguido m¨¢s hubiera sido anulada; a¨²n lo hacen lamentables monjitas. O sea: ahora recogen las mujeres doctas lo que se sembr¨® desde principios del siglo pasado. Es cursi hablar de discriminaci¨®n positiva, sino de normalizaci¨®n por primera vez en la historia -quitando a Do?a Urraca o a Pilar Primo de Rivera-, rodeada de vocablos extra?os. Eso s¨ª, la feminizaci¨®n arrasa la gram¨¢tica. He o¨ªdo en un avi¨®n: "Les habla la sobrecarga...": ped¨ª que la arrojaran al vac¨ªo. "Presidente" es "persona que preside", independientemente de su sexo. Ana Diosdado, que lo es de la Sociedad de Autores, pone en su membrete: "La presidente". En la Universidad de Burdeos me advirtieron que me dirigiera a la mujer que la presid¨ªa como "Madame le pr¨¦sident", "Se?ora El Presidente". Es igual: el lenguaje tiene que cambiar cuando cambia la vida. Lo importante es la "feminizaci¨®n" real, no s¨®lo gramatical, si es que se va consiguiendo.
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