Genocidio en Sud¨¢n
Sud¨¢n, cinco veces la superficie espa?ola y con una poblaci¨®n algo menor, es uno de esos pa¨ªses desdichados, tan abundantes en ?frica, que salen a la luz informativa exclusivamente en clave tr¨¢gica, incluso cuando hay algo que celebrar. En este caso habr¨¢ mucho de que congratularse cuando en los pr¨®ximos d¨ªas, si las previsiones se cumplen, el Gobierno de Jartum y los rebeldes sure?os que manda John Garang rubriquen el alto el fuego definitivo que debe poner fin a una guerra civil de 21 a?os. En sus altibajos, la interminable contienda se ha llevado por delante al menos dos millones de vidas y ha expulsado de sus casas y tierras a cuatro millones de personas.
El acuerdo entre los bandos, debido en parte al agotamiento, en parte a la presi¨®n occidental, ser¨ªa suficiente para llevar alguna esperanza a un pa¨ªs martirizado casi desde su misma independencia, en 1956, si no fuera porque otro conflicto civil, iniciado el a?o pasado al oeste de Sud¨¢n, se hace por momentos m¨¢s cruento y devastador y amenaza con extenderse a pa¨ªses vecinos. La nueva guerra, en Darfur, una regi¨®n del tama?o de Francia, hunde sus ra¨ªces en la inveterada lucha por la tierra y el agua en las ¨¢ridas sabanas.
El maltrato tradicional a los negros de Darfur por la casta ¨¢rabe que rige Sud¨¢n ha desembocado en la rebeli¨®n de dos grupos armados. Para sofocarla, el presidente Omar al Bashir ha desencadenado una campa?a de terror contra los campesinos de la regi¨®n, supuesto apoyo de los insurgentes, vali¨¦ndose de milicias ¨¢rabes, armadas y pagadas por Jartum. Estimaciones conservadoras cifran en 300.000 los muertos en lo que va de a?o. M¨¢s de un mill¨®n de personas ha huido para librarse de lo que Naciones Unidas describe escueta y pacatamente como campa?a de limpieza ¨¦tnica.
Lejos de los circuitos informativos internacionales, sin aditamentos geoestrat¨¦gicos dignos de inter¨¦s, este experimento genocida galopa incontrolado. Ya ha salpicado al vecino Chad y podr¨ªa alcanzar a la Rep¨²blica Centroafricana. No es decente esperar otros veinte a?os a que el agotamiento haga su trabajo. Si Occidente se mantiene como espectador, en Sud¨¢n, como en Ruanda o el Congo, se escribir¨¢ otra tragedia africana de proporciones hist¨®ricas.
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