Tarantino va de compras
El martes pasado vieron a Quentin Tarantino ojeando tomos de cine y posters de pel¨ªculas antiguas en la librer¨ªa Ocho y Medio de Madrid. Lo hac¨ªa con un cuidado tan exquisito que parec¨ªa tener delicadas piezas de cristaler¨ªa entre sus grandes manotas. Los clientes y curiosos que a esas horas pululaban por la librer¨ªa no se percataron al principio de que aquel grandull¨®n era el cineasta de moda, venido a estas tierras para promocionar la segunda parte de su violenta Kill Bill. Se cruzaban con ¨¦l sin ni siquiera mirarle, a pesar de que desde que triunfara hace diez a?os con su famosa Pulp Fiction, este desgarbado personaje con pinta de loquillo se ha ganado a un p¨²blico incondicional capaz de vitorearle haga lo que haga.
Poco despu¨¦s de recibir en Cannes la Palma de Oro por esa pel¨ªcula, Tarantino acudi¨® al festival de San Sebasti¨¢n, invitado por quien entonces la distribu¨ªa en Espa?a, el intr¨¦pido e incansable Antonio Llorens, de Lauren Films, quien tambi¨¦n se hab¨ªa hecho para el mercado espa?ol con la exclusiva de las pel¨ªculas de Woody Allen (al que en su ingl¨¦s particular llamaba Budy Jalen), y de otros talentos americanos y europeos. Llorens estaba empe?ado, desde su l¨ªrica independencia, en crear una empresa tan potente como las multinacionales norteamericanas. Cuando parec¨ªa haberlo conseguido, ha saltado la noticia de que Lauren Films est¨¢ en suspensi¨®n de pagos, o lo que es lo mismo, que su gesti¨®n ha fracasado. Antonio Llorens se nos va, pues, del cine, al menos de momento, como ya ha ocurrido con otros independientes, por ejemplo Paco Hoyos, que trajo a nuestras pantallas importantes pel¨ªculas despreciadas por las grandes empresas. Rara vez los tiburones tienen remilgos con los pezque?ines, a pesar de lo que nos contaron en la fantas¨ªa de Buscando a Nemo, cuya segunda parte est¨¢ a la vuelta de la esquina. Es la ley del m¨¢s fuerte, que puede acabar venciendo hasta al propio Tarantino.
Se recordar¨¢ que a don Quentin no le perdonaron en su d¨ªa algunos errores de taquilla, como Jackie Brown, o sus intervenciones en pel¨ªculas de Robert Rodr¨ªguez, o la que dirigi¨® en la colectiva Four Rooms, distribuidas todas en Espa?a por Antonio Llorens. Seg¨²n esa ley, cada cual vale lo que su ¨²ltima obra. De modo que esta segunda oportunidad que est¨¢ gozando el zangolotino amigo Quentin es un tanto excepcional. Tanto, que hasta nuestro hombre tiene tiempo para bucear entre libros y posters en la librer¨ªa madrile?a. Seg¨²n cuentan, ha resultado ser un obseso buscador de los carteles de pel¨ªculas dibujados por el m¨ªtico Jano, aquel valenciano, Jos¨¦ Peris Arag¨®, fallecido el pasado a?o, que tuvo, entre otros genios, el encargo de hacer fascinante en la posguerra la imaginer¨ªa publicitaria del cine con una potencia art¨ªstica que, a lo que se palpa, no est¨¢ teniendo herederos. Los afiches o programas de mano pintados por Jano son hoy bot¨ªn de coleccionistas como el mism¨ªsimo Tarantino, que rebusc¨® entre los secretos mejor guardados de la librer¨ªa. L¨¢stima que el hombre no hubiera o¨ªdo hablar del decano de los publicistas cinematogr¨¢ficos, Vicente Gil, que cre¨® los m¨¢s atractivos mensajes para las viejas fachadas gigantescas de los cines. Ha muerto esta semana en su Valencia natal.
Jano, Gil, Llorens, Hoyos... cada cual a su manera y en su tiempo, son oficios y enfoques dentro de los quehaceres del cine que van camino de quedarse en simple a?oranza, probablemente porque no supieron ponerse a salvo de los voraces peces grandes, a los que parad¨®jicamente pertenece, por ahora, el propio Tarantino...
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