Par¨ªs exhibe las joyas de Ren¨¦ Lalique
El Museo de Artes Decorativas abre sus salas suntuarias con las piezas de Sarah Bernhardt
De Ren¨¦ Lalique (Par¨ªs 1860-1945) se ha dicho que fue el m¨¢s grande representante del movimiento franc¨¦s conocido como Art-nouveau (para muchos fue su preconizador m¨¢s importante); Collette le llam¨® "el Rodin de las transparencias" y sus joyas adornaban los escotes y los cabellos de las hero¨ªnas de Proust. Lalique simboliza dos pasiones: la mujer y el ritmo de un dibujo de amable curva infinita.
Las salas permanentes de joyas del Museo de Artes Decorativas de Par¨ªs, inauguradas anteayer, se alojan en un ala del Gran Louvre parisino -que ayer tambi¨¦n reabri¨® la curiosa Salle du Man¨¨ge, construida por Napole¨®n III, que acoge cinco colecciones de esculturas reales italianas y francesas de los siglos XVII y XVIII- y son una especie de sue?o infinito de brillos, metales y formas. Arrancan en el medievo, pasa por el renacimiento y llegan a su momento estrella en las vitrinas consagradas a Ren¨¦ Lalique. Una colecci¨®n soberbia (la otra est¨¢ en el Museo Gulbenkian de Lisboa) que resume toda la est¨¦tica del modernismo a la francesa, con su toque sofisticado y a¨¦reo, con los motivos zoom¨®rficos, vegetales o con el desnudo de la mujer encabezando broches, diademas, pulseras y anillos donde el lujo se hace aliado del supremo buen gusto. Lalique esculp¨ªa las joyas con un instinto gr¨¢fico tridimensional inimitable que marc¨® la joyer¨ªa de su tiempo; y, la verdad, a¨²n hoy se le imita.
En una de las vitrinas est¨¢n las piezas principales de la colecci¨®n de joyas que hizo para la m¨ªtica actriz Sarah Bernhardt. No se trata s¨®lo de la cantidad, que es abrumadora, sino de la calidad particular de cada joya: la diadema de las sirenas, por ejemplo, modelada y fundida entre 1897 y 1898 en bronce con grandes piedras opales (se dec¨ªa que esta piedra daba mala suerte, y fue Lalique quien la sac¨® de tal ostracismo supersticioso). La actriz us¨® esta especie de corona en la vida civil y en la escena, y se cuenta que no pod¨ªa salir a recitar su Fedra sin aquellos peines de filacterias y perlas recogiendo sus siempre dispersos rizos; Clarin la describi¨® con un broche donde vuelan golondrinas.
Ren¨¦ Lalique dot¨® a la joyer¨ªa de un car¨¢cter antes desconocido. Los historiadores le consideran el inventor de la joyer¨ªa moderna, pues sus piezas no eluden cierto contenido dram¨¢tico, como de sucinta narraci¨®n, que las aleja de la frivolidad rutilante de las piedras y materiales nobles. El ejemplo m¨¢s claro est¨¢ en su manera de usar los brillantes sobre el oro y los esmaltes, sobre las formas org¨¢nicas, s¨®lo como un destello de luz en el punto justo que necesita el objeto. "Son verdaderos poemas", apunta una conservadora de la colecci¨®n. Lalique no limit¨® su invenci¨®n ni se qued¨® en las joyas y traslad¨® a sus grandes vasos de vidrio y cristales los motivos y se?as de su estilo, como la rama de espinas rodeando el amor, o el desnudo de mujer envolvi¨¦ndose sobre olas u hojas fant¨¢sticas. El otro gran inter¨¦s de estas salas del Louvre est¨¢ en la zona m¨¢s desconocida de Lalique: piezas de inspiraci¨®n renacentista, peinetas florales y el famoso "collar de perro" que tambi¨¦n en su d¨ªa adorn¨® y protegi¨® la garganta de la Bernhardt.
Babelia
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