El burl¨®n
Seg¨²n las cr¨®nicas, no es la primera vez que este diputado hace burlas sentado en su esca?o a quienes est¨¢n hablando desde la tribuna de oradores. La ¨²ltima burla consisti¨® en hacerle el saludo del pu?o cerrado a un hombre, Jos¨¦ Antonio Labordeta, que ya fue objeto de insulto en el pasado. Parapetados los diputados compa?eros del burl¨®n detr¨¢s de la pancarta del agua (?qu¨¦ les dir¨ªa el jefe que denunciaba a los pancarteros!), parece que siguen las consignas despeinadas del burl¨®n, y as¨ª hacen siempre; el burl¨®n les manda, ya les mandaba desde La Moncloa: ?que hay que insultar m¨¢s!, les dijo a los que preparaban la ¨²ltima campa?a. Y ahora, parapetado el propio burl¨®n en su gesto de sarcasmo (f¨ªjense ustedes, qu¨¦ median¨ªa, el pu?o cerrado, una antigualla) queriendo insultar al que estaba en el uso de la palabra, burl¨¢ndose de ¨¦l, consigui¨® que Labordeta, tranquilo y desma?ado, saltara desde el arm¨®nico cansancio de su discurso hasta la yugular de los insultos populares: "?Gilipollas!". A veces una palabra as¨ª salva al hombre de todos los gritos, y acaso no sabe Labordeta a cu¨¢ntos represent¨® en ese momento, poni¨¦ndole adjetivo a su cansancio de ser interrumpido. Si se pudiera decir as¨ª dir¨ªamos que el cantante aragon¨¦s, precisamente aragon¨¦s, y ahora parlamentario, le cant¨® al diputado la ¨²nica canci¨®n posible cuando uno est¨¢ harto. Gilipollas. En Canarias se dice m¨¢s fuerte, y aqu¨ª, en el lenguaje peninsular, gilipollas significa menos de lo que la gente cree, o m¨¢s, pues alude a modos de percibir el poder que ten¨ªan los romanos: seg¨²n pudieran superar o no el pollo urbano que prohib¨ªa el tr¨¢fico de las calles. El burl¨®n es una figura muy habitual de nuestra historia; a veces es indecente pero no hace da?o, y a veces hace un da?o indecente. Estos d¨ªas he escuchado a un burl¨®n contempor¨¢neo, de los que califican a la gente en funci¨®n del apellido, decir que esto del Yakovlev es una gaita. Y he observado que alimentaba su desprecio con una expresi¨®n muy de burl¨®n o burletero, qu¨¦ m¨¢s da, que es lo que siempre se dice cuando uno trata de tachar la dignidad de los argumentos ajenos. Acaso Labordeta, castizo seg¨²n el presidente del Congreso, acogi¨® en su desahogo las ganas de gritar que uno tiene a veces.
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