Jaque a la 'reina'
Nedved, la mejor pieza del ajedrecista Br¨¹cker, llor¨® al lesionarse temiendo no jugar contra Portugal, una cita que Dellas hizo imposible
Apache estaba preocupado. Se mec¨ªa los cabellos, se frotaba el ment¨®n y la punta de la nariz. En el banquillo adyacente, Kaiser miraba el espect¨¢culo con la sonrisa ancha y roja. Se hab¨ªa cortado el pelo especialmente para la ocasi¨®n y estaba disfrutando del partido. La semifinal entre la Rep¨²blica Checa y Grecia se hab¨ªa desarrollado en las mentes de los dos entrenadores antes de jugarse. Dos entrenadores que m¨¢s que entrenadores son estrategas; el checo Karel Br¨¹ckner, alias Apache, y el alem¨¢n Otto Rehhagel, llamado Kaiser o Loco por los griegos.
Contento y bien peinado, Rehhagel s¨®lo se pon¨ªa serio para gritar cosas a sus jugadores, en alem¨¢n, haciendo gestos con las manos. Br¨¹ckner, entre tanto, estaba preocupado porque hab¨ªa perdido a su hombre en el campo, a su proyecci¨®n, a Nedved. Para un ajedrecista consumado como Br¨¹ckner, la p¨¦rdida de Nedved equival¨ªa a la p¨¦rdida de la reina. Si el juego ten¨ªa 90 minutos, ¨¦l se hab¨ªa visto obligado a jugarlo sin su principal figura desde el 39.
Amenazado de sanci¨®n, el 'bota de oro' sali¨® al campo lleno de aprensiones
El problema de Br¨¹ckner era que su jugador m¨¢s vers¨¢til y determinante era tambi¨¦n un jugador tr¨¢gico. Nedved ten¨ªa una amonestaci¨®n y si recib¨ªa otra se perder¨ªa la final. Con esta amenaza en la cabeza sali¨® al campo. Lleno de aprensiones y de puntillas, con el recuerdo de la tarjeta amarilla que le mostraron hace un a?o en la semifinal que su equipo, el Juventus, jug¨® contra el Madrid en la Liga de Campeones y que le impidi¨® jugar la final de Glasgow. Nedved pidi¨® perd¨®n al ¨¢rbitro cada vez que se roz¨® con un griego. Cuando recibi¨® la pelota, se movi¨® con su desgaste habitual, dando la impresi¨®n de estar al borde del colapso cardiovascular. En el minuto 35 corri¨® como un caballo detr¨¢s de un bal¨®n, se hizo un autopase y lleg¨® tarde al ¨¢rea de Nikopolidis despu¨¦s de recorrer 50 metros. Un sprint agotador. Cansado, en la siguiente jugada hizo todo andando. Toc¨® para Rosicky y se fue caminando al ¨¢rea. Cuando le lleg¨® el centro, Nedved remat¨® a su manera: vio el bal¨®n y le dio con el alma. Con toda su fuerza, gir¨® sobre s¨ª mismo. Con tan mala suerte que, en ese momento, Karagounis se le puso por delante. La rodilla derecha de Nedved impact¨® contra la cadera del griego y all¨ª se acab¨® el partido para ¨¦l.
Nedved es un chico con voz de fogonero y una cara de angelito que parece copiada de un cuadro veneciano. Verle hacer pucheros parec¨ªa adecuado ayer mientras dejaba el campo. Se fue cojo, sin tarjeta amarilla, pero amenazado por una lesi¨®n que podr¨ªa dejarle fuera de la final. Se tocaba la rodilla y maldec¨ªa. A su lado, Br¨¹ckner resoplaba. Por primera vez en esta Eurocopa, Br¨¹ckner resoplaba. Ni ante Francia se le hab¨ªa visto tan apretado como ayer, contra los griegos. Dio entrada a Smicer y esper¨®. Esper¨® tanto que no hizo m¨¢s sustituciones.
En el campo, cada entrenador ten¨ªa m¨¢s o menos lo que esperaba ver. Pero para los estrategas, el juego es perfecto hasta que los hombres se fatigan y el organismo se niega a cumplir las ¨®rdenes del cerebro. Mientras nadie se cans¨®, todo fue como lo preve¨ªan Br¨¹ckner y Rehhagel.
All¨ª fue Basinas, siguiendo el mandato del alem¨¢n, siempre atento a la segunda jugada en el ataque, pegado a la espalda de Koller para evitar que Rosicky se aprovechase de los balones que dejaba en la frontal. Basinas los intercept¨® todos y si lleg¨® tarde ah¨ª fue Zagorakis, un tipo que lo mismo sirve para desequilibrar arriba que para evitar desequilibrios abajo. De Baros se ocup¨® tambi¨¦n Basinas, atento a suministrar remedios antes de que se produjeran situaciones cr¨ªticas. El mismo trabajo hizo Galasek por mandato de Br¨¹ckner: evitar la enfermedad. Evitar que Zagorakis desequilibrase.
Y as¨ª transcurri¨® el partido hasta que se cumplieron los 90 minutos. Envuelto en precauciones. M¨¢s, si cabe, desde que Bruckner perdiera a su reina. Con paciencia. Que, como dice el t¨¦cnico checo: "Otelo no estrangul¨® completamente a Desd¨¦mona en el primer acto". No esperaban sus jugadores ser los estrangulados en el estadio del Drag?o. Con el gol de Dellas, los checos se derrumbaron como hombres de paja y as¨ª se quedaron un rato, gimoteando en la hierba.
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