Exportaci¨®n del excremento
Mientras miles de emigrantes llegan todos los d¨ªas al mundo desarrollado -en camiones, aviones o pateras- como excrecencias del tercer mundo, los excrementos del mundo desarrollado han empezado a ser altamente indispensables para el tercer mundo. ?ste es, pues, el rec¨ªproco lenguaje de la mierda. El intercambio de basuras (humanas o materiales) sustituye al intercambio de flamantes materias primas y productos terminados.
China ya ha empezado a instalar varias plantas de reciclaje en Europa occidental para aprovechar las bolsas de pl¨¢stico y las cubiertas de los viveros y obtener la base con qu¨¦ fabricar bidones, tubos o paramentos. De la misma manera, la recuperaci¨®n del plomo o del acero a partir de de edificios demolidos en playas y barrios viejos est¨¢ sirviendo al abastecimiento de la industria en pa¨ªses atrasados. Pero incluso el cart¨®n, que en nuestras ciudades recogen nocturnas agrupaciones marginales, se ha convertido en un bien codiciado por China que no consigue, de sus escasos bosques, el papel necesario para embalar sus crecientes exportaciones. ?Exportaciones flamantes? S¨®lo en una parte, porque en buena medida se trata de art¨ªculos producidos con m¨ªseros salarios en locales insalubres y cuyo precio, a la vez, se infla y marca en Occidente para maquillar su ascendencia excrementicia.
Excremento en s¨ª y en cuanto contrario a incremento porque el formidable n¨²mero de copias pirata que abarrotan el primer mundo constituyen, tambi¨¦n, una met¨¢fora de la deyecci¨®n o entrega metabolizada de los originales en la m¨²sica, el cine, los ordenadores o el video. La copia no es un plus sino un menos de valor y entidad, demedian la innovaci¨®n tecnol¨®gica u art¨ªstica y menoscaban el g¨¦nero hasta acercar su precio a cero.
Ciertamente, el mundo subdesarrollado ha vivido tanto tiempo obligado a ser visto como un desecho y tratado como tal que ha aprendido aplicadamente a valerse de esta condici¨®n impuesta. El mayor atractivo del tercer mundo ha dejado de ser pues la rareza -agotada por los medios- para pasar a ser la escoria, acentuada por la desigualdad. Los viajes sexuales hacia la prostituci¨®n barata y la pedofilia, el tr¨¢fico de mujeres y de esclavos, de armas y de ¨®rganos, de falsas medicinas y de falsos pesticidas, de drogas y asesinos a sueldo, mafias o bandoleros, ha crecido m¨¢s que el PIB en zonas inmensas donde la pobreza sigue como una plantaci¨®n fundamental para la exportaci¨®n de la mierda.
Hasta los a?os ochenta el tercer mundo ofrec¨ªa mercanc¨ªas de simbolog¨ªa primordial, desde el caucho a las piedras preciosas, desde el caf¨¦ al petr¨®leo. Ahora, sin embargo, esta imagen id¨ªlica ha sido sustituida por el crimen, los secuestros, el bandidaje o el atentado. No parece esperarse ya nada sano del tercer mundo porque incluso el agua est¨¢ putrefacta y los bosques se convierten en desiertos de ceniza para beneficio de los explotadores. M¨¢s que un mundo de tercer grado, ese espacio se ha transformado en una formidable letrina de diferente gradaci¨®n. Una letrina donde se alza buena parte de la peor cultura pop, donde la arquitectura y los planes urban¨ªsticos son trasposiciones baratas de Occidente y en donde las mismas religiones cristianas han adulterado la fe para d¨¢rsela a los pobres.
Hubo un tiempo en que el subdesarrollo se explicaba te¨®ricamente en funci¨®n del intercambio desigual que beneficiaba los oligopolios de los ricos. Despu¨¦s lleg¨® un tiempo en los setenta y con la OPEP en que se dud¨® del f¨¢cil predominio. Pero ahora, ilustrado por el caso de Afganist¨¢n o Irak, los pa¨ªses y sus habitantes son tratados como esti¨¦rcol y de esa manera el c¨ªrculo de la menesterosidad se cierra. No hay otra comunicaci¨®n entre el desarrollo y el subdesarrollo que la inmundicia. No hay otro trato en la relaci¨®n que el bombardeo, la muerte, el terrorismo y el suicidio.
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