Ni tan perverso, ni tan astuto
?Por qu¨¦ los pol¨ªticos espa?oles actuales no escriben buenas memorias? Varias de la transici¨®n resultan de inter¨¦s pero, por desgracia, las de dirigentes socialistas resultan m¨¢s bien irrelevantes. Merecen este calificativo en especial las de Castellanos, Barrionuevo y Bustelo, pero podr¨ªa considerarse v¨¢lido incluso para las de Peces-Barba y Sempr¨²n, a pesar de su considerable val¨ªa intelectual.Da la sensaci¨®n de que se pueda emprender la tarea de escribirlas sin documentos a la mano, sin autocr¨ªtica y sin preguntarse por la esencia de la propia trayectoria. El resultado suele dar la impresi¨®n de desgana, liquidaci¨®n de cuentas con el adversario o de tarea obligada pero ingrata. De ello deriva la importancia de la entrevista colectiva a los dirigentes socialistas realizada por Mar¨ªa Antonia Iglesias.
CUANDO EL TIEMPO NOS ALCANZA. MEMORIAS, 1940-1982
Alfonso Guerra
Espasa Calpe. Madrid, 2004
376 p¨¢ginas. 20 euros
La val¨ªa de los ensayos pol¨ªticos de Alfonso Guerra es modesta. Sus memorias, prometidas desde hace tiempo, resultan m¨¢s interesantes y no s¨®lo por su centralidad en el proyecto socialista sino porque sin llegar a acercarse a la profesionalidad que, al enfrentarse con la tarea, testimonian los pol¨ªticos anglosajones, llega a alcanzar un nivel de autenticidad y de novedad informativa encomiables. Muchos detalles informativos no siempre menudos aparecen en las p¨¢ginas que ha escrito. Falta la reflexi¨®n de fondo sobre la propia trayectoria, la enjundia ideol¨®gica y sobran las peque?as pullas personales a los compa?eros de partidos. Pero ¨¦ste es un libro que merece la pena leer.
Alguien debiera convencer a los rectores de Memorias que la descripci¨®n de la infancia propia no resulta de tanto inter¨¦s para el pr¨®jimo y que el descubrimiento de la sexualidad ha sido ya relatado tantas veces que aburre al lector. Pero los a?os juveniles del futuro vicepresidente est¨¢n narrados con vivacidad y sinceridad. Su apego a la cultura suena fatuo y amateur (cuando narra, por ejemplo, sus l¨¢grimas ante las murallas de Babilonia), pero describe bien un talante generacional.
Si la etapa inicial en la direc-
ci¨®n del PSOE hubiera merecido mayor autocr¨ªtica y documentaci¨®n, hay, en cambio, en el libro, a partir de 1975, informaci¨®n interesante sobre la pol¨ªtica de la transici¨®n. Protagonismo esencial de sus p¨¢ginas son las relaciones con Felipe Gonz¨¢lez. Guerra transparenta un deje de melancol¨ªa y de fragilidad en ella. Presenta su complementariedad con quien fue presidente como producto de la capacidad comunicadora de ¨¦ste y su capacidad de trabajo o estudio. Se tiene la sensaci¨®n, no obstante, de que la direcci¨®n siempre estuvo en manos de Felipe Gonz¨¢lez, m¨¢s h¨¢bil y m¨¢s capaz de descubrir e imponer la l¨ªnea propia, a pesar de que el autor denuncie posiciones y actitudes concretas.
Queda patente, adem¨¢s, la que ha sido aportaci¨®n objetiva de Guerra a la pol¨ªtica espa?ola. Fue capaz de percibir de forma muy inteligente y constructiva situaciones peligrosas en momentos decisivos y darles soluci¨®n. Lo antedicho vale sobre todo para la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n o el modo de abordar la crisis interna del PSOE en 1979. Pero siempre se citar¨¢n, en adelante, sus juicios acerca de Fernando Abril, la peculiaridad de la relaci¨®n entre Su¨¢rez y Gonz¨¢lez o su enfoque de la campa?a electoral de 1979 respecto a la de 1977. Y, al mismo tiempo, en contradicci¨®n con esa claridad de enfoque, el libro revela que Alfonso Guerra crey¨® y a¨²n sigue creyendo en serio algunas cosas poco dignas de tomar en consideraci¨®n por parte de un historiador. Por ejemplo, la participaci¨®n de la Conferencia Episcopal o la Embajada norteamericana en el 23-F. En t¨¦rminos pol¨ªticos actuales resulta oportuno llamar la atenci¨®n acerca de la reticencia frente a la evoluci¨®n del Estado de las autonom¨ªas de quien hoy preside la Comisi¨®n Constitucional en el Congreso de los Diputados.
El libro de Alfonso Guerra concluye en 1982, cuando va a asumir una vicepresidencia a la que -seg¨²n ¨¦l mismo, no Gonz¨¢lez- se muestra renuente. Siendo importante (pero mejorable) lo que nos cuenta hasta ese momento, m¨¢s lo resultar¨¢ un nuevo tomo. De momento, el juicio acerca del personaje mejora con respecto a sus anteriores incursiones literarias. Se ratifica su condici¨®n de buen (e incluso imprescindible) segundo. Lo que no acaba de percibirse es aquello que le han reprochado sus adversarios en el seno del socialismo: la ausencia en ¨¦l de un verdadero programa alternativo en vez de esa guerrilla permanente por el poder aderezada con gotas de demagogia. Ex compa?eros de Gobierno han afirmado haberlo sentido diariamente. Habr¨¢ que esperar a leer su propia versi¨®n.
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