Brando seg¨²n Capote
El escritor Truman Capote mantuvo en 1956 una conversaci¨®n de m¨¢s de siete horas con Marlon Brando. Esta entrevista, celebrada en el hotel Miyako de Kioto -en el que el actor se encontraba rodando la pel¨ªcula Sayonara- forma parte del libro Retratos, un compendio de perfiles de Capote sobre artistas de la ¨¦poca, reeditado por la colecci¨®n Compactos de la editorial Anagrama, en el a?o 2001. Los textos que siguen forman parte del cap¨ªtulo dedicado al actor fallecido ayer.
-"Siempre me entusiasmo por alguna cosa, pero no me dura m¨¢s de siete minutos. Exactamente siete minutos. ?se es el l¨ªmite. Nunca s¨¦ ni siquiera por qu¨¦ me levanto por la ma?ana".
-Aunque Brando ten¨ªa siete a?os m¨¢s que Dean, y era m¨¢s seguro desde el punto de vista profesional, los dos actores terminaron por ser asociados en la mente colectiva de los aficionados.
"?Qu¨¦ otra raz¨®n hay para vivir excepto el amor? ?se ha sido mi problema principal"
-"Dean nunca fue amigo m¨ªo. (...) Apenas le conoc¨ª. Pero ¨¦l ten¨ªa una obsesi¨®n conmigo. Cualquier cosa que yo hac¨ªa, ¨¦l lo hac¨ªa tambi¨¦n. Siempre estaba tratando de acercarse a m¨ª".
-Despu¨¦s de Dean, nos pusimos a hablar de otros actores.
-"Spencer Tracy es la clase de actor que me gusta ver. La manera como se contiene, se contiene..., luego hace un movimiento r¨¢pido, dice lo que tiene que decir, luego vuelve a su impasibilidad. Tracy, Muni, Cary Grant. Saben lo que hacen. De ellos se puede aprender algo. (...) Actuar es algo muy tenue. Es algo fr¨¢gil y t¨ªmido que un director sensible puede sacar de uno. En el rodaje de una pel¨ªcula, el momento sensible llega con la tercera toma de la escena; entonces s¨®lo necesitas que el director te susurre algo para hacerlo cristalizar. Gadge [el sobrenombre de Elia Kazan] puede hacerlo. Es maravilloso con los actores.
-(...) "Me gustar¨ªa casarme. Quiero tener hijos (...) Uno ha de tener amor. No hay ninguna otra raz¨®n para vivir. Los hombres no se diferencian a los ratones. Nacen para realizar la misma funci¨®n. Procrear. (...) ?Qu¨¦ otra raz¨®n hay para vivir, excepto el amor? ?se ha sido mi problema principal. No he podido amar a nadie. (...) No puedo confiar en nadie como para entregarme por completo. Pero estoy preparado. Es algo que quiero. Y estoy a punto, tengo que... -Entorn¨® los ojos, pero su tono, en lugar de ser intenso, era indiferente, aburridamente objetivo, como si estuviera discutiendo alg¨²n personaje en una obra, un papel que estaba cansado de representar pero que ten¨ªa la obligaci¨®n de interpretar a causa de un contrato-. "Porque.., bueno, ?qu¨¦ otra cosa queda? De eso se trata. De amar a alguien.
-(...) De todos modos, tengo amigos. No. No, los tengo -dijo, boxeando con una sombra-. S¨ª, claro que los tengo. Tengo much¨ªsimos amigos. Hay algunos a quienes no les oculto nada. Hay que confiar en alguien. Bueno, no completamente. No dependo de nadie que me diga lo que tengo que hacer.
-(...) ?Sabe c¨®mo hago amigos yo? -Se inclin¨® hacia m¨ª, como si tuviera un secreto divertido que comunicarme-. Procedo con mucho cuidado. Doy vueltas y vueltas. Doy vueltas. Luego, gradualmente, me acerco. Luego extiendo una mano y los toco, con mucho cuidado... -Extendi¨® los dedos como antenas de insecto, y me roz¨® el brazo. -Luego -dijo, con un ojo a medio cerrar y el otro a la Rasput¨ªn, abierto mesm¨¦ricamente, brillante-, me alejo. Espero un poco. Hago que se queden pensativos. Justo en el momento preciso, me vuelvo a acercar. Los toco. Doy vueltas. -Ahora su mano, ancha, de dedos romos, trazaba un c¨ªrculo, como si tuviera una soga con la que rodeara a una presencia invisible-. No saben qu¨¦ est¨¢ pasando. Antes de que se den cuenta, est¨¢n enredados, comprometidos. Los tengo. Y de pronto, en alg¨²n momento, soy todo lo que tienen. Muchos de ellos, sabe, son personas que no encajan en ninguna parte, nadie los acepta, han sido heridos, lisiados de una manera u otra. Pero yo quiero ayudarles, y ellos pueden concentrarse a mi alrededor. Yo soy el duque. Soy una especie de duque de mis dominios.
(Un antiguo habitante del ducado, al describir al se?or y sus s¨²bditos, ha dicho: (...) "No s¨¦ si ha dado cuenta, pero Marlon no puede, o no quiere, hablar con dos personas a la vez. Nunca toma parte en una conversaci¨®n de grupo. Siempre es un t¨ºte-¨¤-t¨ºte, con una sola persona a la vez. Lo que es necesario, supongo, si usa las mismas artes para encandilar a todos. Pero aunque sepas que eso es lo que hace, no te importa. Porque cuando te toca el turno, Marlon te hace sentir que eres la ¨²nica persona en el cuarto. En el mundo. Como si estuvieras bajo su protecci¨®n y tus preocupaciones y tus estados de ¨¢nimo fueran de su incumbencia. No puedes menos que creerlo; no he conocido a nadie que irradie tanta sinceridad como ¨¦l. Despu¨¦s es probable que te preguntes si finge. Pero, de ser as¨ª, ?para qu¨¦? ?Qu¨¦ puedes darle? Nada, excepto afecto, y de eso se trata. Afecto, que le da autoridad sobre ti. A veces pienso que Marlon es como un hu¨¦rfano que en una ¨¦poca posterior de vida trata de compensar su condici¨®n convirti¨¦ndose en cabeza bondadosa de un inmenso orfanato. Pero aun fuera de la instituci¨®n quiere que todos le amen).
Babelia
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