El chimpanc¨¦
Cuando los marines norteamericanos sacaron con sus tejones a Sadam Husein de la madriguera en la que se hab¨ªa metido en su retirada me dio la impresi¨®n de que ya s¨®lo se trataba de un chimpanc¨¦. En ese momento de aturdimiento y desorientaci¨®n ante el m¨¦dico que le practicaba una inspecci¨®n bucal, la derrota y la humillaci¨®n de ser un le¨®n atrapado como un conejo le devolv¨ªa todo su car¨¢cter vertebrado originario, incluso la docilidad de si hubiese estado aliment¨¢ndose de hojas, semillas y hormigas. El asesino que hab¨ªa suprimido a sus opositores pol¨ªticos sin piedad, que hab¨ªa ordenado fumigar a los kurdos con gas t¨®xico y hab¨ªa sometido a su pueblo con toda la cuchiller¨ªa a su alcance hab¨ªa desaparecido de su expresi¨®n. All¨ª apenas se reconoc¨ªa a un mono con la mirada hundida en s¨ª mismo, atestado de insectos y ofreci¨¦ndole la rabadilla al oficial m¨¦dico como acto de sumisi¨®n total. No s¨®lo hab¨ªa perdido el poder y a sus dos principales hijos, parec¨ªa que tampoco le quedaba orgullo. Hab¨ªa podido huir con toda su familia y toda la riqueza acumulada, como le ofrecieron gobiernos ¨¢rabes. Otros valentones salieron pitando con la pasta cuando las cosas se pusieron feas, como el indonesio Mohamed Suharto, el filipino Ferdinand Marcos, el zaire?o Mobutu Sese Seko, el nigeriano Sani Abacha, el serbio Slobodan Milosevic o el peruano Alberto Fujimori. Incluso como el carn¨ªvoro ugand¨¦s Idi Amin Dada, quien se guareci¨® hasta la muerte en Arabia Saud¨ª como pago a sus servicios en la expansi¨®n del islam cuando fue derrocado por el ej¨¦rcito de Tanzania con la ¨²nica baja de un tanque. Ahora Sadam Husein s¨®lo ser¨ªa un nombre en esa clasificaci¨®n de feroces sacamantecas y su ¨²nica preocupaci¨®n la constituir¨ªa permanecer inmune hasta fallecer. Pero se sinti¨® superior a todos ellos y no huy¨® confiado en que iba a aplastar a cualquier enemigo. Hizo algo peor: dej¨® Irak infestado de escorpiones, pero se convirti¨® en un chimpanc¨¦. Ahora, encadenado ante el tribunal, con ojeras, m¨¢s delgado y m¨¢s m¨ªstico, apenas queda nada en ¨¦l que recuerde fue un le¨®n. Hasta cuando levanta la zarpa amenazante parece un mono desahuciado, condenado a muerte.
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