El abogado al frente de la manifestaci¨®n
A veces, cuando le ves hablar, hallas en ¨¦l los gestos de su padre, Pedro Gonz¨¢lez, tinerfe?o, uno de los grandes pintores abstractos de la segunda mitad del siglo XX. Pero no por la pintura, sino por la pol¨ªtica.
Pedro Zerolo se llama Pedro Gonz¨¢lez Zerolo; es el hombre que se puso al frente de la manifestaci¨®n que gays y lesbianas hicieron en Espa?a a favor de la igualdad. Ahora recoge los frutos de su lucha, y ¨¦sta ha sido su semana grande.
Zerolo naci¨® en Caracas hace 44 a?os. Su padre, hijo de una familia represaliada por Franco, estaba all¨ª ense?ando ciencias, y pintando, siempre pintando. Cuando ten¨ªa unos meses le trajeron a Tenerife, y es tinerfe?o desde la cara hasta el acento. Como abogado, en Madrid, tuvo m¨¢s dificultades por el acento que por la opci¨®n sexual que le ha hecho notorio. Su madre, ya fallecida, era una mujer de una dulzura muy firme.
Del padre y de la madre sac¨® el car¨¢cter: el padre le dio el discurso; sigue tan campante, y fue un l¨ªder juvenil, en las artes y en la pol¨ªtica, y ejerci¨® de alcalde de su ciudad, La Laguna, cuando regres¨® la democracia. Y su hijo es un hombre de verbo veloz y rapid¨ªsimo. Trinidad Jim¨¦nez, su jefa en el Ayuntamiento de Madrid, del que ¨¦l es concejal socialista, cree que estamos ante el mejor orador del futuro pol¨ªtico de Espa?a.
La madre de Pedro Zerolo fue generosa y pr¨¢ctica; ¨¦l tambi¨¦n lo es. Generoso: lo saben sus compa?eros de trabajo reivindicativo, y ya lo conocen tambi¨¦n en el municipio, donde algunos creen que es una reencarnaci¨®n municipal de Teresa de Calcuta. Y es pr¨¢ctico: no se le resiste nada. ?ste no es su primer trabajo social: ayud¨® a su padre durante a?os cuando ¨¦ste ejerci¨® la pol¨ªtica en Tenerife; luego, en Madrid, ayud¨® a obreros y marginados en Entrev¨ªas, cuando all¨ª trabajaba el cura Enrique de Castro, y ahora hace crecer el tiempo hasta la extenuaci¨®n.
El d¨ªa en que apareci¨® con su paisano el ministro de Justicia, Juan Fernando L¨®pez Aguilar, para congratularse de la ley que va a permitir que los homosexuales contraigan matrimonio, ven¨ªa de celebrarlo como si hubiera culminado una largu¨ªsima carrera que no ha hecho solo y que ha estado marcada por d¨¦cadas de intolerancia social.
Tiempo despu¨¦s de que se fuera de su casa proclamando su condici¨®n homosexual, su padre, un hombre al que el tiempo ha dotado tambi¨¦n de un gran sentido del humor, le dijo: "Est¨¢ bien que seas homosexual, ?pero que seas el m¨¢s homosexual de Espa?a!". Fue cuando apareci¨® en la prensa como l¨ªder del movimiento de gays y lesbianas de Espa?a. Tambi¨¦n hered¨® Zerolo el sentido del humor de su padre. Al final de la campa?a electoral que hizo con Trinidad Jim¨¦nez, abraz¨® a su candidata y le grit¨® bes¨¢ndola: "?Est¨¢s tan guapa que me haces dudar de mi opci¨®n sexual!".
Es un hombre volc¨¢nico, extravertido. La pol¨ªtica le tent¨® siempre, pero Jim¨¦nez consigui¨® al fin ponerle en una lista, y ahora ¨¦l es la sombra de Ana Botella como portavoz municipal de la oposici¨®n en Empleo y Servicios al Ciudadano. A ¨¦l le convenci¨® una expresi¨®n de su candidata: "Me gustas por lo que dices, independientemente de lo que representas".
Zerolo siempre ha reprochado a su entorno -a los medios de comunicaci¨®n, este peri¨®dico incluido; a los que les miran- que se fijaran en los homosexuales por lo m¨¢s llamativo y no por su mensaje. Cuando apareci¨® con sus compa?eros y con el ministro anunciando la satisfacci¨®n que a todos les produc¨ªa este hito a favor de la igualdad, Zerolo pens¨® en lo que padecieron los homosexuales durante la dictadura y en algunos personajes que a ¨¦l le ayudaron a sobrellevar la lucha. Hubo un nombre en concreto, el de Jer¨®nimo Saavedra, ex ministro y l¨ªder socialista canario que decidi¨® declarar abiertamente su homosexualidad.
Zerolo ha conseguido que el insulto -"?maric¨®n!"- degrade m¨¢s al que lo pronuncia que a su destinatario. La lucha por la igualdad, dice, s¨®lo ha comenzado. Y para seguir en ella tiene la fuerza de un volc¨¢n como los que pinta su padre.
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