'Maracanazo' en Lisboa
La final ofreci¨® un f¨²tbol reducido a la m¨ªnima expresi¨®n, como no pod¨ªa ser de otra manera. Grecia fue Grecia, un equipo destructivo que se siente liberado de cualquier af¨¢n protagonista. Se ha enfrentado a rivales de enorme prestigio y a todos los ha desnaturalizado. Portugal no se pareci¨® a Portugal. Tampoco Francia fue Francia, ni Espa?a record¨® a Espa?a. Todos acabaron vampirizados por un equipo que tiene la virtud de destrozar el sistema nervioso de sus adversarios. El de Grecia no altera jam¨¢s. Maneja los encuentross desde una frialdad que resulta fascinante. Nunca se ha visto superada por los partidos, ni por la tensi¨®n, ni por evidente realidad de su proeza. Jugaron el ¨²ltimo encuentro como el primero. Con el mismo corolario: la victoria.
Habr¨ªa sido necesario el partido que nunca se jug¨® en esta Eurocopa: Grecia contra Grecia
El m¨¦rito de Grecia fue explotar todas sus cualidades sin conceder uno s¨®lo de sus defectos. Debe tener unos cuantos, pero no se apreciaron. Hubiera sido necesario el partido que nunca se jug¨® en esta Eurocopa: Grecia contra Grecia. Nunca se encontr¨® con un adversario con sus armas, con su mezquino plan de fagocitaci¨®n, con el aprovechamiento en beneficio propio de todas las rendijas del reglamento. La final fue nuevamente un partido fragmentado, lento, con las acciones deliberadamente demoradas por los griegos, que no encontraron falta que no les gustara, saque que no mereciera un retraso, despeje grosero a cualquier lado. Todo esto con catenaccio feroz, perfectamente interpretado por unos jugadores imperturbables y laboriosos como japoneses. El cuadro remit¨ªa a otras ¨¦pocas, a un f¨²tbol que parec¨ªa periclitado y contra el que no ha habido ant¨ªdoto. Los famosos t¨¦cnicos actuales no han encontrado la manera de desactivar un plan bastante simple: marcajes al hombre, defensa masiva, ning¨²n inter¨¦s por la posesi¨®n de la pelota. Si todos los equipos fueran como Grecia se llegar¨ªa al caso kafkiano de un f¨²tbol sin ataque. El contragolpe existe porque alguien ataca, porque alguien asume riesgos, porque algui¨¦n considera que el f¨²tbol merece la grandeza.
Grecia tiene una coartada. Es un pa¨ªs peque?o, sin apenas tradici¨®n en los grandes torneos. Se siente con derecho a interpretar el papel de v¨ªctima, aunque no le falten jugadores en las mejores Ligas y en buenos equipos: el Roma, el Werder Bremen, el Inter de Mil¨¢n. Esa posici¨®n de debilidad le permite manejar recursos que son intolerables en otras selecciones, a pesar de que voces como las de Clemente aprovechen de forma oportunista el ¨¦xito griego para proclamar la vigencia de sus tesis. Es dif¨ªcil pensar en Espa?a, Holanda o Francia en este plan negativo, de una negaci¨®n absoluta por la creatividad y el juego de ataque.
A diferencia de Holanda, o de la misma Portugal, que irrumpi¨® en el f¨²tbol de los a?os 60 con estilo y poder¨ªo, Grecia no har¨¢ escuela. Su indiscutible ¨¦xito, que tiene la virtud de producirse en un a?o muy se?alado para el pa¨ªs, tiene el valor de lo imprevisto. Es una demostraci¨®n del car¨¢cter misterioso del f¨²tbol, que se ha burlado esta temporada de los pron¨®sticos, del mercado, de la vieja aristocracia. Pero el legado griego tiene una caducidad cort¨ªsima. Se agotar¨¢ con la victoria. Como mucho, aparecer¨¢n equipos peque?os, del mismo corte, que interpretar¨¢n el mismo papel. A los grandes les est¨¢ vetada una v¨ªa tan r¨¢cana. Por fortuna.
Con toda la eficacia de su plan, a Grecia le ayud¨® la fortuna. Lanz¨® un remate y marc¨® el tanto de la victoria. Lo hizo con su caracter¨ªstica habilidad para sacar petr¨®leo de un saque de c¨®rner. A falta de juego, Grecia exprime su precisi¨®n en este tipo de jugadas. Es un equipo que se maneja perfectamente en los resultados cortos y que sabe algo de estad¨ªstica: siempre hay una oportunidad por partido. S¨®lo hay que aprovecharla. Tuvo una frente a Espa?a, otra frente a Portugal. No necesit¨® m¨¢s. A sus rivales no les han faltado ocasiones, pero siempre en medio de la desesperaci¨®n, contra el reloj y la angustia, contra la culpa que significaba la derrota frente a un equipo tan mediocre.
Portugal fue la ¨²ltima v¨ªctima. No aprendi¨® nada de su fracaso en el primer partido y sali¨® a jugar con el mismo grado de ansiedad. Un equipo demasiado responsabilizado por las expectativas que hab¨ªa creado: un pa¨ªs se dispon¨ªa a celebrar la fiesta de la selecci¨®n de Scolari. Fue un maracanazo a la griega. Desde la c¨¦lebre victoria de Uruguay sobre Brasil en 1950 no se hab¨ªa asistido a una sorpresa tan formidable. Ni Figo, ni Cristiano Ronaldo, ni Deco estuvieron a la altura de su fama. Pauleta, s¨ª. Jug¨® tan mal siempre como siempre. A la defensa le ocurri¨® algo que no result¨® novedoso: casi siempre ha cometido un error por partido. Frente a Inglaterra -mala cesi¨®n de Costinha-, frente a Holanda -defectuoso despeje de Andrade-, frente a Grecia: todos hicieron la estatua en el remate de Charisteas. Un cabezazo, un gol, la victoria, maracanazo.
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