Asombrosa Grecia
Un gol de cabeza de Charisteas acaba con Portugal tras un partido dominado por la estrategia defensiva griega
Asombrosa Grecia, soberana del torneo de principio a fin, sorprendente en la inauguraci¨®n y campeona al final con todas las de la ley, por m¨¢s vueltas que se le d¨¦ al asunto. Portugal tampoco encontr¨® la manera de tirarla en su estadio favorito, Da Luz. Presa del mismo v¨¦rtigo que Francia o la Rep¨²blica Checa, se desplom¨® cuando sub¨ªa a por la Copa, y con el equipo de Scolari despert¨® el pa¨ªs entero de su cuento de hadas. Brincaba Portugal, liberada de cualquier carga que no fuera la pelota, esperanzada en que el bendito f¨²tbol vencer¨ªa su fatalismo y se encontr¨® nuevamente sollozando, presa de la saudade, atrapada por el fado.
Nada puede doler m¨¢s que perder la final de la Copa de Europa en Lisboa y contra Grecia, enamorada de s¨ª misma, puesto que a muy pocos gusta. Fresca y motivada, martiriz¨® a una pesada Portugal en un choque trabado y confuso, como suele pasar en las finales, que por otra parte se acostumbran a jugar en contra de los anfitriones. Era el d¨ªa de Portugal y su selecci¨®n se qued¨® est¨¦ril frente a un contrario que optimiza los recursos, acostumbrado al racionamiento, en estado de gracia, como se dice cuando pasan cosas dif¨ªciles de explicar.
A Grecia le encanta aspirar al contrario hasta llevarle a un callej¨®n sin salida para que, rodeado, suelte la pelota, presa del p¨¢nico que provoca cualquier emboscada. Presiona, encima, rasca y desquicia, por su forma de entender el juego, nada convencional, tal que su f¨²tbol no fuera de otro mundo o estuviera pasado de moda. A Rehhagel le trae al pairo que la cr¨ªtica le mire mal por disponer marcas al hombre, automatizar las acciones tanto defensivas como ofensivas, y matar el partido.
Portugal no fue ajena al desespero que provoca Grecia en cada partido. Al cuarto de hora ya andaba preocupada porque a Deco le costaba encontrarse, sometido como estaba por Katsouranis, y Figo se hab¨ªa dado veinte vueltas por el frente de ataque sin encontrar la puerta de entrada. No hab¨ªa manera de dar cuatro pases seguidos. Portugal no sal¨ªa del cuerpo a cuerpo que le interesaba a Grecia, por lo dem¨¢s, muy afilada cada vez que pod¨ªa montar una contra.
Seitaridis y Fyssas son dos buenos laterales y Zagorakis tiene un buen dominio esc¨¦nico. La zaga portuguesa era exigida con una cierta reiteraci¨®n, sobre todo desde las bandas, y sorprendentemente se vio el ¨¢rbitro pitando m¨¢s faltas cerca del ¨¢rea local que forastera. ?nicamente Cristiano Ronaldo alimentaba a la hinchada por su empe?o en buscar el uno contra uno ante la imposibilidad de abrir la cancha, encontrar la l¨ªnea de pase, tocar de primera, darle velocidad al cuero, de jugar a f¨²tbol.
Muy fuertes f¨ªsicamente, m¨¢s duros psicol¨®gicamente y mejor t¨¢cticamente, los griegos llenaron el campo de nudos para obligar a los portugueses a jugar al pie, siempre en inferioridad, espantados frente a diez rivales que les aguardaban por detr¨¢s de la pelota. Portugal se encontraba metida en el mismo l¨ªo que los franceses, los espa?oles y los checos.
Llegado el descanso, Scolari ya hab¨ªa perdido a Miguel por lesi¨®n, Figo tuvo que cambiarse una bota y Deco no par¨® de evacuar consultas desde la banda en cada tiempo muerto provocado por los griegos, siempre tan panchos, muy a gusto con el empate, relami¨¦ndose. Los aficionados portugueses se sent¨ªan cada vez m¨¢s rid¨ªculos, asustados por la impotencia de su equipo frente a los domadores de Rehhagel, un manitas como carcelero.
El partido exig¨ªa una vuelta de tuerca por parte de Portugal. O le pon¨ªa una marcha m¨¢s o lo romp¨ªa con alg¨²n truco o, en caso contrario, Grecia estaba dispuesto a carcomerla hasta el final. M¨¢s que la paciencia se impon¨ªa la imaginaci¨®n para alterar el sistema nervioso del adversario, incapaz de cometer un solo error que le condenara a cambiar de plan. No falla sino que corrige de forma constante, siempre confiada en su suerte.
Grecia ha encontrado en cada encuentro un momento de debilidad del rival, y Portugal lo tuvo a la salida de un c¨®rner pese a contar con dos de los mejores centrales del campeonato. Basinas bot¨® un saque de esquina y apareci¨® la inevitable cabeza de un griego: un d¨ªa es la de Dellas y otro la de Charisteas, como ocurri¨® contra Francia y ayer. Como le pas¨® contra Inglaterra, Portugal se encontraba otra vez con el partido cuesta arriba.
Scolari toc¨® a rebato y se encomend¨® a la sapiencia de Rui Costa, en su despedida de la selecci¨®n. Portugal se estir¨®, persever¨® m¨¢s en sus llegadas y apunt¨® a Nikopolidis. Siempre hay algo que se interpone entre el delantero y la porter¨ªa griega: unas veces es el propio guardameta, otras la pierna de un zaguero o bien el disparo se va por un dedo me?ique. As¨ª es la vida para los perdedores frente a la dicha de los campeones sorprendentes. Ante la tradici¨®n de Portugal, Grecia se dijo: ahora o nunca y fue ayer en Lisboa. Nadie, ni Portugal por dos veces, ha podido con el equipo de Rehhagel, que ha asumido con gusto su papel de ant¨ªdoto en un torneo en que quienes llevaban la bandera del juego ha dimitido. Por activa o por pasiva, como se quiera, Grecia es campeona. Irreductible Grecia.
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