Bebo de Espa?a
Bebo de Cuba es el t¨ªtulo del disco doble que se ha editado hace unas semanas. Podr¨ªa haber sido Bebo de Espa?a por el cari?o que se le tiene al octogenario maestro. O Bebo de Galapagar, porque no todos los d¨ªas puede presumirse de estreno mundial. Casi todo lo bueno que le ha sucedido en los ¨²ltimos cinco a?os al compositor y pianista cubano le ha llegado de la antigua metr¨®poli.
Durante decenios, hasta su jubilaci¨®n, se tuvo que ganar el sustento en hoteles de Suecia. Paquito D'Rivera lo rescat¨® del olvido hace diez a?os y Fernando Trueba lo ha salvado definitivamente. El cineasta ha hecho m¨¢s: darle una segunda vida. De no haberse encontrado los dos, lo m¨¢s probable es que el bueno de Bebo siguiera en su retiro escandinavo y ya s¨®lo fuese una entrada m¨¢s en alg¨²n diccionario de m¨²sica.
Bebo Vald¨¦s All Star Latin Jazz Big Band
Bebo Vald¨¦s All Star Latin Jazz Big Band Bebo Vald¨¦s (direcci¨®n y piano), Eric Figueroa (piano), Octavio Cot¨¢n (guitarra), Rickard Vald¨¦s (timbales), Joseph Gonz¨¢lez (bong¨®s), Francisco Aguabella (congas), Guillermo Edghill (bajo), Steve Berrios (bater¨ªa), Diego ?rcola, Kenneth Rampton, H¨¦ctor Col¨®n, Guido Gonz¨¢lez y Kevin Bryan (trompetas), Enrique Fern¨¢ndez y Todd Bashore (saxo alto), Ivan Renta y Peter Brainin (saxo tenor) y Pablo Calogero (saxo bar¨ªtono), Lu¨ªs Bonilla, Gary Valente, Jack Jeffers y Juan Pablo Torres (trombones). Vel¨®dromo de Galapagar (Madrid), 3 de julio.
La primera parte del concierto la ocup¨® El solar de Babo, en formaci¨®n de noneto. Con Bebo al piano. Tocaron el intrincado Iballah, mezcla de joropo venezolano con uno de esos ritmos haitianos que se usan en ceremonias religiosas. Con De baracutey, expresi¨®n traducida finalmente por "Est¨¢ muy bien", lleg¨® una descarga de afrocuban jazz -ahora se llama latin jazz- al estilo de las organizadas en la d¨¦cada de los cincuenta en La Habana, y de las que Bebo reivindica la paternidad.
La segunda parte trajo la gran novedad de la noche. La obra instrumental que ha escrito y arreglado despu¨¦s de tantos a?os alejado de su tierra -f¨ªsicamente, que no de coraz¨®n-. Y con ella, el placer, no s¨®lo de disfrutar de esa Suite cubana, a cargo de una orquesta de 21 elementos -apellidos ilustres como Aguabella, Berrios, ?rcola, Bonilla o Torres-, sino de tener al propio compositor frente a un atril. Bebo no se hab¨ªa visto en una igual desde que abandon¨® su isla en 1960. All¨ª comand¨® m¨¢s de una orquesta, con cantantes como Benny Mor¨¦, y swing para dar y tomar, pero nunca tuvo a su mando en un escenario a una de esta magnitud y talento individual.
Una orquesta de Nueva York para rememorar otros tiempos en La Habana. Con sonido pleno abordaron El son de Cecilio, en memoria del esclavo cimarr¨®n que huy¨® al monte con el abuelo de Bebo y al morir ¨¦ste vel¨® por los Vald¨¦s. Ritmos como el mambo o el bemb¨¦, que viste de frac, como explica, y tambi¨¦n de alpargata, para que la gente los baile. Igual dirig¨ªa a los m¨²sicos con las manos que se quedaba absorto disfrutando del regalo. Y aunque proclame que no sabe bailar, y que lo ha pasado fatal las dos veces que no pudo escurrir el bulto, se movi¨® con donaire. Despidi¨® ¨¦l s¨®lo con dos contradanzas de Saumell que encierran todo el clasicismo de la mejor escuela cubana de piano. La de Cervantes y Lecuona, la de Antonio Mar¨ªa Romeu, la de Dionisio Ram¨®n Emilio Vald¨¦s Amaro.
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