Weyler
A prop¨®sito de la publicaci¨®n de las memorias del general Weyler, que todav¨ªa no he le¨ªdo, personas de prestigio afirman que con este motivo podr¨¢ someterse a revisi¨®n la figura de este ilustre militar mallorqu¨ªn, sobre la que recae lo que ellos califican de leyenda negra. Enviado a Cuba a finales del siglo XIX a sofocar la insurrecci¨®n, el general Weyler tuvo la idea de encerrar a la poblaci¨®n nativa y as¨ª evitar que prestara su colaboraci¨®n a los rebeldes. La idea y su desarrollo no evit¨® la independencia de Cuba, pero dio origen a los campos de concentraci¨®n. Puesto a tener mala fama, m¨¢s vale que el motivo sea de bulto. Por supuesto, el general Weyler no pod¨ªa prever el grado de perfeccionamiento que unas d¨¦cadas m¨¢s tarde alcanzar¨ªa su invento. Es m¨¢s, hay quien afirma que actu¨® movido por las mejores intenciones; que en realidad recluy¨® a los ind¨ªgenas para ponerlos a cubierto de las incursiones rebeldes.
Podr¨ªa ser. Las peores barbaridades se han cometido bajo capa de buenas intenciones. Franco se pas¨® 40 a?os convencido de que nos estaba haciendo un favor y no hay tirano depuesto a quien no sorprenda y entristezca la ingratitud de sus v¨ªctimas. Pero esto es lo de menos. El campo de concentraci¨®n es una creaci¨®n nefasta porque ignora la conducta individual y la subordina a una presunta culpabilidad gen¨¦rica y, sobre esta base, cataloga, agrupa y priva de la libertad a los miembros de una comunidad. Lo que luego se haga con los internados ya depende de la buena o la mala voluntad de los guardianes. Durante la II Guerra Mundial, el Gobierno de Estados Unidos dispuso que fueran internados en campos de concentraci¨®n los ciudadanos de origen japon¨¦s. No fueron maltratados, pero la medida fue una infamia, porque establec¨ªa una presunci¨®n de traici¨®n sin m¨¢s indicio que el origen racial.
La esencia misma de nuestra concepci¨®n de la justicia y la libertad est¨¢ basada justamente en lo contrario, pero en la pr¨¢ctica no faltan las excepciones: colectividades encerradas en una cerca real o virtual y lo contrario: grupos a los que colectivamente no se permite la entrada en el redil. Y como el mundo tiene mal arreglo, paz a la memoria del general Weyler, pero maldici¨®n eterna a su funesto invento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.