Salud, calor y sanidad
La ola de calor que afect¨® al oeste de la Europa meridional el pasado verano desencaden¨® una crisis pol¨ªtica en Francia, donde casi 15.000 defunciones se atribuyeron a las elevadas temperaturas. El abandono de algunas personas mayores que fallecieron en la m¨¢s absoluta soledad acentu¨® el dramatismo de la situaci¨®n. El eco en los medios de comunicaci¨®n origin¨® un intenso debate que se sald¨® con la dimisi¨®n del director general de salud, justificada por las deficiencias en los sistemas de informaci¨®n y alerta y una escasa orientaci¨®n comunitaria que dificulta la adopci¨®n de intervenciones preventivas en el ¨¢mbito colectivo.
En Espa?a, la ola de calor tuvo tambi¨¦n un notable impacto. Aunque inicialmente el Gobierno reconociera apenas un centenar y medio de muertes por esta causa, un informe oficial admit¨ªa un exceso de unas 6.000 defunciones entre los meses de julio y agosto de 2003 respecto del a?o anterior, sin atribuirlas, no obstante, a problemas evitables. En mayo, el informe SESPAS 2004, de la Sociedad Espa?ola de Salud P¨²blica y Administraci¨®n Sanitaria, inclu¨ªa un estudio en el que se destacaba la influencia del calor como una de las causas de la sobremortalidad veraniega, estimada en unas 6.500 defunciones m¨¢s a expensas de la poblaci¨®n mayor de 65 a?os.
Es b¨¢sico el acceso a los datos para elaborar indicadores que permitan la puntual vigilancia
El avance de las estad¨ªsticas oficiales de mortalidad publicadas por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), que no incluye informaci¨®n sobre las causas de la muerte, constata unas 13.000 defunciones m¨¢s en los meses de junio a septiembre de 2003 respecto al mismo periodo de 2002. En agosto murieron 34.632 personas, un 27% m¨¢s que en el agosto de 2002. Tambi¨¦n se observa un notable aumento en la mortalidad infantil de julio y agosto, con un total de 290 muertes de menores de un a?o frente a las 240 defunciones del mismo periodo en 2002. Incrementos que son compatibles con el papel desencadenante de la ola de calor.
Aunque m¨²ltiples factores condicionan el efecto del calor sobre la salud de las personas, se pueden limitar las consecuencias m¨¢s graves, particularmente las defunciones que se producen en las personas mayores y en los enfermos cr¨®nicos, mediante intervenciones preventivas dirigidas a la poblaci¨®n, cuyos beneficios son m¨¢s amplios -aunque complementarios- que los que procura la atenci¨®n m¨¦dica una vez se presentan los s¨ªntomas o aparecen las complicaciones.
De ah¨ª la oportunidad de las autoridades sanitarias espa?olas, auton¨®micas y en algunos casos locales, al afrontar el problema bajo una perspectiva preventiva, alentando a la colaboraci¨®n entre los servicios sanitarios y sociales y, en general, a la comunidad, para adoptar las medidas m¨¢s convenientes. Porque, como ocurre frente a muchos otros problemas de salud, se necesita una respuesta global y coordinada.
Aunque muchas medidas preventivas eficaces son sencillas, sobre todo las que se refieren a evitar la exposici¨®n a altas temperaturas o a mitigar sus efectos mediante una adecuada hidrataci¨®n y ventilaci¨®n, los problemas sociales que aumentan la vulnerabilidad de las personas con mayor riesgo, como vivir solas, por ejemplo, requieren una atenci¨®n activa de los servicios sociales y sanitarios y de la propia comunidad, familiares y vecinos.
Independientemente de la influencia de un eventual cambio clim¨¢tico que suponga una mayor frecuencia de la aparici¨®n de olas de calor extremas, el incremento del n¨²mero de poblaci¨®n susceptible, tanto desde el punto de vista social -como consecuencia del aislamiento- como demogr¨¢fico y sanitario -debido al envejecimiento y a la prevalencia de enfermos cr¨®nicos y terminales-, supone un riesgo permanente de sobrepasar el umbral que conduce a la aparici¨®n de aut¨¦nticas epidemias.
La capacidad de regulaci¨®n t¨¦rmica es menor en las personas m¨¢s peque?as y las mayores y, entre ellas, en las que se encuentran en situaciones m¨¢s precarias. Personas que a menudo carecen de apoyos sociales, de forma que la mera disponibilidad de acceso a los servicios sociales y sanitarios no es suficiente para proporcionarles una protecci¨®n adecuada. Esto pone de manifiesto la necesidad de acentuar el componente comunitario de los servicios sanitarios y sociales, de mejorar su coordinaci¨®n y de favorecer la implicaci¨®n y la responsabilidad social del conjunto de la poblaci¨®n.
Pero tambi¨¦n se requiere incrementar la capacidad de predicci¨®n, que nos permita en lo posible anticipar las respuestas y, desde luego, la de evaluaci¨®n de los resultados obtenidos. El anuncio de la incorporaci¨®n de variables meteorol¨®gicas a los sistemas de alerta no puede ser m¨¢s l¨®gico, aunque convendr¨ªa incluirlas en el conjunto de medidas de vigilancia ambiental que tienen impacto sobre la salud. Pero los sistemas sanitarios tienen tambi¨¦n la responsabilidad de aprovechar mejor la informaci¨®n m¨¢s directamente asociada a la salud y al consumo de servicios sanitarios.
No deja de resultar un anacronismo que las autoridades sanitarias y los investigadores hayan de recurrir a los datos de las funerarias y los registros civiles tanto para la vigilancia como para la evaluaci¨®n. Cuando la notificaci¨®n de las causas de muerte de los certificados y boletines estad¨ªsticos de defunci¨®n es una fuente de inter¨¦s sanitario directo. Es fundamental el acceso a los datos para elaborar indicadores adecuados que permitan una puntual y oportuna vigilancia y, sobre todo, una evaluaci¨®n de los resultados obtenidos con las medidas de intervenci¨®n.
Las altas temperaturas de estos ¨²ltimos d¨ªas, junto a la sensibilidad hacia los peligros sanitarios del excesivo calor que, en parte, ha aumentado gracias a las iniciativas de las mismas autoridades sanitarias, despiertan cierta inquietud que no acaba de mitigar la previsi¨®n de una can¨ªcula menos t¨®rrida. Una actitud de alerta razonable y proporcionada es ¨²til y, todav¨ªa m¨¢s, si se aprovecha para impulsar el desarrollo de un sistema de salud de orientaci¨®n m¨¢s comunitaria y la mejora sustancial de los sistemas de informaci¨®n sanitaria.
Andreu Segura es profesor de Salud P¨²blica de la Universidad de Barcelona.
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