Imperialismo sin Imperio
Desde la invasi¨®n de Irak arrecia sobre nuestras librer¨ªas la lluvia de novedades sobre el nuevo imperialismo estadounidense. Y es que la cosa no es para menos pues, como reacci¨®n al 11-S, Estados Unidos ha emprendido una pol¨ªtica de inequ¨ªvoco militarismo imperial. Pero ?hasta qu¨¦ punto se puede hablar con propiedad de aut¨¦ntico imperialismo? En realidad, m¨¢s que de imperialismo hay que hablar de neocolonialismo. No hay verdadero imperialismo porque Estados Unidos no pretende ocupar de modo permanente los territorios conquistados sino s¨®lo someterlos a su influencia pol¨ªtica. Pero s¨ª hay neocolonialismo porque esta hegemon¨ªa se dispone al servicio del gran capital estadounidense, quedando excluidas del fest¨ªn las multinacionales asi¨¢ticas o europeas. Y en este sentido, como demuestra el libro de Rashid Khalidi (historiador estadounidense de ascendencia palestina), la pol¨ªtica neocolonial de Washington en Oriente Pr¨®ximo, redoblada tras la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico, no hace sino sustituir y suceder al colonialismo franc¨¦s y brit¨¢nico que se instal¨® en esa misma ¨¢rea casi cien a?os antes, tras la disoluci¨®n del Imperio otomano. Sin embargo, cuando los franceses dominaban Damasco y los ingleses Bagdad, los estadounidenses les criticaban reclamando el principio de autodeterminaci¨®n, precisamente promovido por su presidente Wodrow Wilson. Entonces ?c¨®mo explicar que el anticolonialista Estados Unidos se haya hecho hoy el principal promotor del imperialismo neocolonial?
Hay tres formas de explicar este imperialismo sobrevenido. La primera, heredera del viejo antiimperialismo de los sesenta, se basa en la teor¨ªa conspiratoria de la historia, al sostener que Estados Unidos siempre ha actuado como imperialista seg¨²n viene denunciando Noam Chomsky desde hace 25 a?os. Y todav¨ªa hoy contin¨²a insistiendo en esa misma l¨ªnea con m¨¢s ardor que nunca, como prueba su ¨²ltimo libro escrito contra la nueva estrategia de Seguridad Nacional decretada por la Casa Blanca en septiembre de 2002. Pero no es el ¨²nico en hacerlo, pues otros muchos acad¨¦micos estadounidenses tambi¨¦n critican acerbamente el oscurantismo militarista del Pent¨¢gono. Es el caso del ¨²ltimo libro de Chalmers Johnson, polit¨®logo de amplia trayectoria iniciada con un influyente an¨¢lisis sobre el cambio revolucionario. Despu¨¦s se especializ¨® en relaciones internacionales, convirti¨¦ndose en un experto sin¨®logo lo que le hizo ser reclutado como analista por la CIA. Y tras conocer las interioridades de esta siniestra organizaci¨®n, ha publicado demoledores an¨¢lisis del imperialismo estadounidense. El anterior (Blowback, 2000) se hizo c¨¦lebre por denunciar el efecto boomerang de un desorbitado militarismo sin control. Y este de ahora viene a continuarle, extendiendo su an¨¢lisis a la actual invasi¨®n de Irak que caracteriza a Estados Unidos como un insuperable Estado canalla.
Pero siempre hay otra forma
de ver las cosas. Es el caso de aquellos autores como Michael Walzer o Robert Cooper que defienden las intervenciones militares de Estados Unidos como necesarias para respaldar el universalismo de los derechos humanos, hoy amenazado por los Estados canallas o por las redes terroristas que anidan en los Estados fallidos. Es lo que Michael Ignatieff ha denominado imperialismo light, que s¨®lo interviene como derecho de injerencia ante violaciones masivas de los derechos humanos y cuyo objetivo ¨²ltimo ser¨ªa la modernizaci¨®n y democratizaci¨®n (nation building) de los reg¨ªmenes tribales, feudales o totalitarios. De este modo habr¨ªa dos imperialismos estadounidenses: uno malo, en tanto que agresivo y unilateralista, como el practicado por los actuales halcones del Pent¨¢gono; y otro bueno, en tanto que liberal y multilateralista, como el que practic¨® el dem¨®crata Clinton bajo la autoridad de la ONU. Pero admitir esta esquizofrenia de la pol¨ªtica exterior estadounidense supondr¨ªa pecar de ingenuidad. Como han advertido los principales expertos actuales (Gabriel Kolko, John Ikenberry, Phillip Bobbit, John Mearsheimer, Andrew Bacevich o Neil Smith) no existe m¨¢s contradicci¨®n entre la pol¨ªtica exterior de los republicanos y los dem¨®cratas que su grado de franqueza o de cinismo. Es verdad que, desde los tiempos de Roosevelt, los dem¨®cratas tienden a buscar el consentimiento y la cooperaci¨®n de las organizaciones internacionales que ellos mismos han creado a su medida. Pero en caso de necesidad o conveniencia, no dudan en romper sus propias reglas, imponiendo su acci¨®n unilateral.
Es lo que de siempre ha defendido la maquiav¨¦lica escuela de realismo pol¨ªtico que inspira la filosof¨ªa del Departamento de Estado. Pero mientras los realistas explican este expansionismo militar por pura geoestrategia planetaria, los neomarxistas prefieren interpretarlo de acuerdo a una doble l¨®gica imperialista que es a la vez tanto territorial o geoestrat¨¦gica como econ¨®mica o neocolonial. Y es en esta l¨ªnea donde destacan los dos libros que restan. El de ?lex Callinicos es un excelente resumen de los actuales an¨¢lisis sobre el imperialismo yanqui. Y el de David Harvey (curiosamente inspirado en Hannah Arendt) se centra en la conquista del poder en su dimensi¨®n espacial y territorial, definiendo la actual expansi¨®n del capitalismo estadounidense como una acumulaci¨®n por desposesi¨®n, fundada en la expropiaci¨®n y privatizaci¨®n de los recursos locales y globales.
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