Canciones del amor y la tierra
Veinte poemas de amor y una
canci¨®n desesperada (1924)
VER?NICA JIM?NEZ
Se dice que Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada suma ya m¨¢s de tres millones de lectores, y que supera desde hace mucho a las Rimas de B¨¦cquer, anterior l¨ªder del circuito de lecturas para enamorados (espec¨ªmenes que, ante los est¨ªmulos er¨®ticos, pueden transformarse en lectores y auditores compulsivos de "poemas de amor" y "m¨²sica rom¨¢ntica"). El Neruda viejo solidariz¨® con el libro: lo catalog¨® de "doloroso y pastoril", definici¨®n acorde con "el viento de la angustia" que arrecia en cada verso y que sopla sobre los muslos blancos y la cintura de niebla de la amada: una muda, una estatua silenciosa con trazos de perfidia humana. No hay en este libro, al que un humorista por ah¨ª calific¨® de "prematuramente maduro", ning¨²n atisbo de aquel ser tel¨²rico y social, con un origen y un destino claros, que termin¨® por irrumpir en su poes¨ªa; todav¨ªa no se asoman en su escritura el goce o el dolor verdaderos.
"Residencia en la tierra es uno de los libros m¨¢s reveladores del espa?ol, una obra l¨ªmite.Neruda nunca volvi¨® a alcanzar ese fulgor"
Residencia en la tierra (1935)
MAT?AS RIVAS
Residencia en la tierra es uno de los libros m¨¢s reveladores de la lengua espa?ola. Sin lugar a dudas, la obra capital de Neruda: la originalidad literaria y el desasosiego se conjugan a cabalidad hasta lograr las emociones m¨¢s sofisticadas. Se trata de poemas extra?os, melanc¨®licos y, hoy, ineludibles. Pienso, por ejemplo, en 'Tango del viudo', 'Caballero solo' o 'Walking around'. Pero Residencia en la tierra es tambi¨¦n una obra l¨ªmite, cuyo ex¨®tico fulgor Neruda jam¨¢s volvi¨® a lograr, a pesar de su megaloman¨ªa y de los miles de versos que escribi¨® posteriormente. Incluso dijo arrepentirse de este libro, un poco por presi¨®n pol¨ªtica, pero, sobre todo, debido a que se desconoc¨ªa a s¨ª mismo en las im¨¢genes afiebradas que pueblan esta obra. En la actualidad contin¨²a siendo un libro irreductible, abundante en versos perennes que sobrevivir¨¢n m¨¢s all¨¢ del insoportable mito de su autor.
Canto general (1950)
RA?L ZURITA
El Canto general, como los poemas hom¨¦ricos, como los grandes poemas testamentarios o el Mahabarata, pareciera no ser la obra de un autor sino de algo como un destino en el que intervienen cientos de generaciones, de historias, de nombres. En Residencia en la tierra, Neruda -con toda su portentosa genialidad- es todav¨ªa un poeta, en el Canto no. Aqu¨ª quien habla no es un creador sino una lengua -el castellano- que se reconcilia con las v¨ªctimas de su imposici¨®n y que puede por ende relatar su propio futuro. As¨ª cuando en las 'Alturas de Macchu Picchu' Neruda se propone ser el int¨¦rprete de los incas muertos, lo que nos muestra es que cada hombre, en cada segundo de su vida, no es s¨®lo uno. Que hablar es precisamente darles una oportunidad a quienes nos han precedido, para que vuelvan a tomarse la palabra y encontrar el destino nuevo que deb¨ªa esperarlos y que no los esperaba.
Odas elementales (1954)
LEONARDO SANHUEZA
Es bastante parad¨®jico el proyecto de Neruda de realizar poes¨ªa para todos. Su c¨¦lebre caldillo de congrio, por ejemplo, est¨¢ destinado a un lector extranjero, sofisticado y buen gourmet de lo ex¨®tico, a quien le llamar¨¢ mucho la atenci¨®n esa "gigante anguila de nevada carne", que vive en el "mar tormentoso de Chile". Adem¨¢s, Neruda omite ol¨ªmpicamente las populares papas -patatas- del guiso, y agrega "una rosa espesa" y parisiense de crema: los pescadores pobres, creadores del caldillo, simplemente arrugar¨ªan la nariz. Miradas como poes¨ªa diaria y material, las Odas rara vez se ocupan de los objetos y en su lugar complacen al yo nerudiano que los devora, complotando contra la premisa del "hombre invisible", ese que nunca dice "yo". Esto no tendr¨ªa importancia alguna si las Odas no se pavonearan de una sencillez y honestidad certificadas, pero su contradicci¨®n interna abarata los poemas y los convierte en el documento insufrible de una vejez ?o?a y fatalmente precoz.
Cien sonetos de amor (1959)
ROBERTO MERINO
Cuando le pregunt¨¦ a una persona cercana -una persona, precisamente, amada- por qu¨¦ Neruda hab¨ªa sido un mal poeta durante d¨¦cadas, me contest¨®: porque escribe con el yo. La respuesta es v¨¢lida para estos sonetos. Da la impresi¨®n de que est¨¢n escritos sin libertad, de que no hay en ellos ning¨²n descubrimiento que no estuviera prescrito en el libreto ret¨®rico del autor. A ning¨²n enamorado podr¨ªan servirle para encontrar un espejo de reconocimiento de la emoci¨®n que lo invade, a ning¨²n poeta para encontrar unas l¨ªneas de poes¨ªa (con la excepci¨®n, quiz¨¢, de LXXV, el poema sobre la casa abandonada). Nada indica que Neruda no estuviera realmente enamorado de la mujer a la que dedica el libro, y nada indica que no hubiera pensado en el amor, pero las im¨¢genes que crea son falsas y en algunos casos espantosas: "tu boca de sand¨ªa", por ejemplo, u otro verso donde le promete a la amada "fundar una rep¨²blica" con besos en su piel.
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