Tortillas
Sube el petr¨®leo a causa de los oleoductos iraqu¨ªes en guerra y la precariedad del petr¨®leo ruso que fue del Estado (el origen de la propiedad privada puede estudiarse, m¨¢s que en la prehistoria, en la historia reciente rusa), y sube extraordinariamente el precio de la tortilla de patatas, seg¨²n anunciaba el mi¨¦rcoles la misma p¨¢gina de la secci¨®n econ¨®mica de este diario: coyuntura mundial y local. Los huevos, las patatas, el aceite y la cebolla, con subidas entre el 18 y el 30% en el ¨²ltimo a?o, siguen adapt¨¢ndose a la nueva econom¨ªa del euro.
Pero la tortilla de patatas es, desde hace tiempo, un producto caro: pide buen aceite, y abundante. La patata tiene una historia humilde y heroica, de conquistadores extreme?os del Per¨² y conventos sevillanos del 1570 dedicados a la beneficencia, hospicios de Sevilla que alimentaban a sus pobres con el nuevo alimento de los Andes. El poder de aclimataci¨®n de la patata es maravilloso, desde el fr¨ªo peruano al valle del Guadalquivir, comida de hospitales y cuarteles, de soldados y enfermos pobres. Aunque los frailes y las monjas de Sevilla fueran los primeros que aprovecharon el tub¨¦rculo americano, cuando se habla de sus introductores en Europa se cita al ingl¨¦s Walter Raleigh, favorito de la reina Elizabeth I y explorador en Virginia, sembrador de patatas en Irlanda, encarcelado y ejecutado ("Esto lo cura todo", dijo en el pat¨ªbulo), y del franc¨¦s Antoine-Auguste Parmentier, un fil¨¢ntropo que aprendi¨® a comer patatas en un penal de Prusia.
La patata, rica en hidratos de carbono y vitaminas, fue entendida desde su aparici¨®n como comida de pobres y tropa. Ha sido ben¨¦fica y b¨¦lica, protegida por militaristas iluminados como el prusiano Federico el Grande y Napole¨®n. Se hizo tan necesaria que Xavier Domingo, en De la Olla al Mole, recoge el invento barcelon¨¦s de la tortilla de patatas sin patatas ni huevos en los a?os fam¨¦licos de la guerra espa?ola de 1936. Sus ingredientes son: blanco de c¨¢scara de naranja, cebolla, harina y bicarbonato: un laboratorio del hambre. La falta de patatas es un signo terrible. La p¨¦rdida de las cosechas irlandesas de 1845 y 1846 provoc¨® un mill¨®n de muertos y nutri¨® de mano de obra inmigrante a las f¨¢bricas de Estados Unidos y Gran Breta?a.
Pero la tortilla de patatas dej¨® hace mucho de ser un alimento barato y f¨¢cil. Una amiga italiana me coment¨® un d¨ªa que, en contra de lo que pensamos aqu¨ª, la tortilla no es un plato ocasional y campechano, sino bastante trabajoso, complicad¨ªsimo, o as¨ª les parece en Italia. ?Qui¨¦n tiene tiempo para pelar patatas, fre¨ªrlas en su punto, batirlas con los huevos batidos y seguir cuid¨¢ndolas en la sart¨¦n para que la tortilla cuaje suavemente? No es comida r¨¢pida: pertenece a la econom¨ªa dom¨¦stica de otra ¨¦poca. Fue una comida redonda, en com¨²n, y es impropia de estos d¨ªas m¨¢s bien desolados, solitarios. Se ha vuelto cara, menos por su materia prima que por el tiempo de trabajo que exige. Si los dos pecados capitales fundamentales son la impaciencia y la desidia, los dos est¨¢n contra la tortilla de patatas: ?ahora me voy a poner a pelar y fre¨ªr patatas, batir los huevos y cuajar la tortilla?
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