El Ebro y el Consell
Recientemente han aparecido en la prensa a la vez dos inserciones curiosas. En una, el ¨¢cido y siempre oportuno comentario gr¨¢fico de El Roto, en el cual un paseante colocado junto a un r¨ªo manifiesta: "Qu¨¦ est¨²pidos r¨ªos, est¨¢n donde hay agua y no est¨¢n donde no la hay". En otra, un informe del Consell seg¨²n el cual el Ebro verter¨¢ este a?o al mar el agua de diecis¨¦is trasvases. El llorado profesor Margalef, recientemente fallecido, nos dec¨ªa que la naturaleza resulta demasiado complicada para ser descrita y explicada de modo racional. As¨ª que habr¨¢ que parafrasear al maestro y tratar de entender c¨®mo ha llegado nuestro gobierno a conclusi¨®n tan reveladora. No s¨¦ si ser¨¢ porque el Ebro "est¨¢ donde hay agua", y el dato lo proporciona la confederaci¨®n hidrogr¨¢fica. Por supuesto, el r¨ªo est¨¢ all¨ª y se adapta al aforismo griego de que un r¨ªo nunca es el mismo, o que lo que percibimos como r¨ªo es s¨®lo una ilusi¨®n de r¨ªo. Hay que conocer el Ebro -y el J¨²car, y el Segura, y los dem¨¢s- para abstraerlos de esa entelequia. Si alguien piensa que una confederaci¨®n hidrogr¨¢fica est¨¢ para "alancear moros" despu¨¦s de muertos, est¨¢ en la misma tesitura del que lleva el chiste al extremo. Naturalmente, este a?o el r¨ªo verter¨¢ al mar lo mismo que 16 hipot¨¦ticos trasvases, pero igualmente se puede aplicar que si el r¨ªo no fuera est¨²pido no consentir¨ªa que nadie le quitara una gota de agua. Me recuerda la respuesta infantil de quien acepta el caramelo antes de saber si le gusta o no, o de quien se apunta a una protesta antes de saber sobre qu¨¦. Esta es una de las cl¨¢sicas definiciones de falacia.
Claro que si el Consell lo asegura es que carece de complicaciones para decirlo. El racionalismo de la explicaci¨®n naturalista riza el rizo de lo incongruente. El Ebro fue creado por convulsiones fuera de cualquier idea trasvasista y podemos suponer con fundamento que en las tierras emergidas la naturaleza -no los hombres, ni las confederaciones, ni los Consells- cre¨® al r¨ªo para que llevara agua al mar. Y aqu¨ª deber¨ªa acabar la discusi¨®n, a salvo de que una inentendida opini¨®n lo presente de otra forma.
Los r¨ªos son las venas de los mares y s¨®lo en los lugares en los que dan al mar se percibe de modo vivo la vivacidad, valga la redundancia. El r¨ªo tiene una funci¨®n y los hombres nos hemos aprovechado de ella hasta estar a punto de reventarla, por la creencia estereotipada de que la corriente est¨¢ all¨ª s¨®lo para nosotros, y no para su destino original y pr¨ªstino, el mar. Esa es la filosof¨ªa de la naturaleza, no lo que cuenta un Consell, un funcionario, ni un pol¨ªtico.
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