Las sociedades estadounidense y mundial despu¨¦s de Ronald Reagan
La narraci¨®n de la historia -econ¨®mica o no- se interrumpe peri¨®dicamente y pasa a otro cap¨ªtulo. Despu¨¦s de que Isaac Newton iniciara el desarrollo de la ciencia, el mundo cambi¨® irreversiblemente en la mayor¨ªa de los lugares. Antes de 1600, el tama?o de la poblaci¨®n y el nivel de bienestar econ¨®mico medio bajaban y sub¨ªan dependiendo del capricho del cambiante clima y el impredecible curso de plagas y epidemias. En cambio, despu¨¦s de 1600, la ciencia ha proporcionado durante siglos m¨¢s a?os de vida y una tendencia ascendente en el bienestar per c¨¢pita.
De la misma forma que hablamos de la era posterior a Newton, tambi¨¦n los historiadores hablan de un Estados Unidos posterior a Franklin Roosevelt. Este presidente no s¨®lo rescat¨® al capitalismo del hundimiento con el que lo amenazaba la Gran Depresi¨®n, sino que tambi¨¦n ayud¨® a apartar a Estados Unidos del capitalismo pr¨¢cticamente puro, para llevarlo al moderno Estado del bienestar o econom¨ªa mixta, que ahora prevalece en la mayor parte de Europa, Asia y Am¨¦rica.
Bush tropieza con dos problemas para mantener y ampliar los programas conservadores de Reagan: los soldados y los administradores enviados a Irak
Cuando el ex presidente Ronald Reagan muri¨®, a los 93 a?os, los oradores y escritores lo ensalzaron como un popular l¨ªder anti-Roosevelt. Al igual que las del Gobierno conservador de Margaret Thatcher en Reino Unido, las iniciativas de Reagan para desmantelar y limitar las funciones del Gobierno del New Deal y de la Nueva Sociedad son consideradas dignas de encomio por conservadores partidarios del liberalismo y de condena por los benefactores m¨¢s altruistas.
La actual democracia plutocr¨¢tica del segundo George Bush dif¨ªcilmente habr¨ªa sido posible de no ser por los agradables rasgos de personalidad de Ronald Reagan. Eso es cierto. Sin embargo, no debemos pasar por alto ni menospreciar la tendencia a la derechizaci¨®n del electorado estadounidense. Desde 1865 hasta 1932, el Partido Republicano conservador hab¨ªa logrado atraer al electorado y alejarlo de las reformas socialdem¨®cratas que estaban teniendo lugar en Europa occidental.
El presidente Bush tropieza con dos problemas en su intento de mantener y ampliar los programas conservadores de Reagan. Los soldados y los administradores estadounidenses enviados por su equipo a pacificar y reconstruir un Irak democr¨¢tico tienen ante s¨ª la tarea casi imposible de fusionar a diferentes grupos religiosos y controlar los atentados terroristas. Los estadounidenses de a pie desear¨ªan que sus tropas pudieran abandonar Irak hoy o ma?ana. Si la reelecci¨®n de Bush fuera dentro de dos a?os y no se produjera un milagro en Irak, sus posibilidades de reelecci¨®n podr¨ªan de hecho ser escasas. La otra raz¨®n para temer una victoria dem¨®crata en las elecciones que se celebrar¨¢n a comienzos de noviembre deriva de la incertidumbre respecto a la salud de la recuperaci¨®n econ¨®mica estadounidense.
Hasta hace poco nos preocupaba la posibilidad de conseguir buenos trabajos que sustituyeran a los perdidos en la recesi¨®n provocada en 2001 por el estallido de la burbuja especuladora de Wall Street. Ahora, la marea econ¨®mica parece haber comenzado a subir perceptiblemente. Los consumidores siguen gastando de forma m¨¢s bien pr¨®diga. A pesar de que es casi seguro que la Reserva Federal seguir¨¢ endureciendo los cr¨¦ditos, la construcci¨®n sigue siendo m¨¢s fuerte que d¨¦bil. En las recuperaciones t¨ªpicas, en cuanto el crecimiento de los beneficios y de las ventas empieza a acelerarse, la propia inercia del sistema tiende a propulsarlo m¨¢s. Har¨ªan falta unos atentados terroristas muy terribles para provocar un deterioro serio de la econom¨ªa estadounidense en el breve periodo de los pr¨®ximos cuatro meses. Cada semana nos acerca a noviembre, y los expertos en t¨¢cticas de la Casa Blanca pueden relajarse un poco m¨¢s.
En el extranjero, la gente tiene muchas m¨¢s cosas en que pensar, aparte del estado preciso de la econom¨ªa estadounidense. S¨®lo despu¨¦s de que ¨¦sta se hunda gravemente, o de que se acelere significativamente, se da cuenta de las graves consecuencias que esto tiene para los puestos de trabajo y los beneficios extranjeros. Independientemente de que Bush sea o no reelegido el 2 de noviembre de 2004, la pol¨ªtica extranjera se ver¨¢ afectada s¨®lo de forma tangencial. En Jap¨®n, los dem¨®cratas liberales, que llevan mucho tiempo en el poder, presumiblemente seguir¨¢n en ¨¦l en cualquier caso. El primer ministro laborista brit¨¢nico, Tony Blair, ha visto reducida su popularidad por haberse unido a la guerra preventiva de Bush contra Irak. El partido de centro-derecha espa?ol fue derrotado debido a los atentados terroristas de Madrid. El presidente Bush habla fervientemente y a menudo del concepto abstracto de libertad. Sin embargo, ser¨ªa ingenuo creer que una abrumadora victoria de Bush el pr¨®ximo noviembre pudiera encender la voluntad de llegar a acuerdos y cooperar en la creaci¨®n de una nueva carta democr¨¢tica y en la tarea de reactivar el potencial de Irak como importante y rentable productor de petr¨®leo.
Aunque es comprensible que la pol¨ªtica acapare titulares y domine la cobertura televisiva, el comportamiento de la econom¨ªa de los diferentes pa¨ªses responde a un latido distinto. Lo que m¨¢s cuenta es la confianza del consumidor. ?C¨®mo ser¨¢ el ritmo de aumento de tipos de inter¨¦s por parte de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra y c¨®mo responder¨¢n los prestatarios y el sector de la construcci¨®n a las presiones causadas por el aumento del precio del dinero cuando el temor a la deflaci¨®n se convierta en un temor a¨²n mayor a que se acelere la inflaci¨®n mundial? En la d¨¦cada de 1970, fue la crisis de la oferta lo que visiblemente provoc¨® una inflaci¨®n acompa?ada de paralizaci¨®n econ¨®mica.
Aunque el precio por barril de petr¨®leo de la OPEP alcanz¨® recientemente el techo hist¨®rico de hace un cuarto de siglo, no nos dejemos enga?ar. Despu¨¦s de corregir la tendencia alcista de todos los dem¨¢s precios desde entonces, debemos entender que la importancia porcentual del gasto en energ¨ªa es significativamente menor hoy de lo que era antes. Por consiguiente, hay menos probabilidad de que en 2004-2005 la militancia de la OPEP o sus malos resultados en las cosechas y en la obtenci¨®n de metales provoquen recesiones mundiales. Adem¨¢s, 20 a?os de inflaci¨®n mejor controlada en Estados Unidos y en Europa proporcionan una esperanza m¨¢s racional de que los ciclos econ¨®micos muestren amplitudes m¨¢s suaves que a comienzos del siglo XX.
La poblaci¨®n de todo el mundo industrial avanzado, enfrentada a la revoluci¨®n demogr¨¢fica provocada por las jubilaciones en masa de las generaciones del baby-boom, se encontrar¨¢ trabajando hasta edades m¨¢s tard¨ªas por pura necesidad. Pero ¨¦sta ser¨¢ una carga soportable si unas pol¨ªticas macroecon¨®micas sensatas mantienen las posibilidades de conseguir empleo. Que este hecho nos sirva de consuelo: al mismo tiempo que la actual tecnolog¨ªa m¨¦dica nos ofrece una mayor esperanza de vida, la calidad de la salud mejora, y eso hace que un empleo remunerado despu¨¦s de los 65 a?os no resulte una necesidad poco atractiva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.