Tormento
Ahora mismo en este pa¨ªs debe de haber miles de maridos o novios machistas violentos, borrachos y celosos a punto de matar a su mujer. Dispuestos a no permitirle ni un gramo de libertad, est¨¢n sometiendo a su pareja a un tormento diario, m¨¢s o menos intenso, seg¨²n sean los brotes de su locura. A veces el deseo de posesi¨®n absoluta les obliga a deshacerse en l¨¢grimas de amor hacia su inminente v¨ªctima y de pronto su cerebro es invadido por un viento negro que les conduce la mano de forma ciega al cuchillo de la cocina y el propio cuchillo ya les gu¨ªa directamente hacia el coraz¨®n de esa mujer a la que desprecian, odian, creen amar y temen perder. Despu¨¦s del crimen, el homicida se entrega, se autolesiona o se suicida con mejor o peor fortuna para expiar su culpa. El proceso de esta tragedia, desde la primera y lejana bofetada a la ¨²ltima sangre, puede ser muy largo y genera un sufrimiento inenarrable hasta que llega un d¨ªa en que se convierte en la noticia principal de todos los telediarios. Elevar esta clase de violencia, que por desgracia es muy antigua, a reclamo excitante para abrir el apetito de los telespectadores, produce un da?o muy grave en algunas mentes perturbadas. Hace poco contempl¨¦ en televisi¨®n un hecho estremecedor. Me gustar¨ªa no equivocarme al explicarlo. Un tipo acababa de matar a su mujer y a sus tres hijos; hab¨ªa llamado a la polic¨ªa y se hab¨ªa entregado; sal¨ªa esposado entre dos guardias de la casa donde hab¨ªa dejado una carnicer¨ªa; iba con camiseta de imperio y ten¨ªa un corpach¨®n muy rudo que delataba la catadura a un sujeto a merced de todo abandono moral. Hubo un momento en que su rostro ocup¨® la pantalla entera. No cre¨ª verlo compungido, sino absolutamente herm¨¦tico, pero pose¨ªdo por una profunda paz, como dando a entender que su terrible lucha interior tambi¨¦n hab¨ªa terminado. Por fin hab¨ªa conseguido salvar el obst¨¢culo, hab¨ªa matado a toda la familia, hab¨ªa cumplido venganza su orgullo herido y ahora un b¨¢lsamo extra?o inundaba su alma. La paz de este asesino daba v¨¦rtigo. Su rostro sereno, tal vez, provoc¨® un efecto magn¨¦tico y demoledor en miles de machos violentos, celosos y s¨¢dicos que est¨¢n a punto de culminar una tragedia semejante. Esta clase de violencia convertida en primera noticia equivale a dar un impulso mortal a muchos desequilibrados: si se les concede el premio de abrir el telediario, la sangre de los celos se pondr¨¢ muy barata y pronto dar¨¢ la sensaci¨®n de que en este pa¨ªs todas las mujeres est¨¢n siendo acuchilladas.
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