Versalles recupera el brillo de la Galer¨ªa de los Espejos
La restauraci¨®n del palacio ha empezado este mes y durar¨¢ 17 a?os
El palacio de Versalles fue, durante 150 a?os, uno de los centros neur¨¢lgicos del mundo. Los reyes de Francia, entre 1623, a?o en que se orden¨® la construcci¨®n de un modesto pabell¨®n de caza, y octubre de 1789, eligieron el lugar, primero como marco de aventuras cineg¨¦ticas y galantes, luego como residencia alejada de las temidas revoluciones populares, por fin como sede de la corte y del gobierno. La Revoluci¨®n en may¨²sculas, es decir, la de 1789, la que les costar¨ªa la cabeza a Luis XVI, a su esposa Mar¨ªa Antonieta y a buena parte de la familia real, dispers¨® o destruy¨® muchos de los objetos que conten¨ªa el palacio. Si Napole¨®n verane¨® en Versalles, ni Luis XVIII ni Charles X, debido a la brevedad de sus reinados, hicieron nada por preservar de la ruina la residencia simb¨®lica del Rey Sol. Louis Philippe, en 1830, lo dona al pa¨ªs para que se convierta en museo dedicado a "todas las glorias de Francia", pero la gloria es caprichosa y, en 1871, como colof¨®n de una desastrosa guerra franco-prusiana que ya hab¨ªa transformado el palacio en hospital, Guillermo I de Hohenzollern escogi¨® la fastuosa Galer¨ªa de los Espejos para proclamar el imperio alem¨¢n. No es extra?o que en 1919 Clemenceau les devolviese la pelota a los alemanes y escogiese esa misma galer¨ªa de mil reflejos para firmar el llamado Tratado de Versalles, que consagraba legalmente la humillaci¨®n germana y pon¨ªa las bases de la Segunda Guerra Mundial.
Tanta historia no se ha hecho sin estropicio. Los 73 metros de longitud de la galer¨ªa, abiertos por 17 ventanales a los jardines de Le N?tre, ten¨ªan enfrente 17 arcos en los que se alojan los 357 espejos que reflejaban el esplendor y el narcisismo de la corte. El techo fue pintado por Charles Le Brun y es el mayor conjunto pict¨®rico de Francia y uno de los mayores que se conservan en el mundo.
El tiempo tambi¨¦n ha hecho de las suyas, ya sea en forma de goteras, de humo o de grietas. Los colores de Le Brun aparecen hoy mortecinos, los dorados han perdido el brillo, los espejos est¨¢n eternamente empa?ados y los tres millones de visitantes que cada a?o recorren la galer¨ªa ven s¨®lo una p¨¢lida copia del espacio que Luis XIV imaginara para dejar boquiabierto al embajador del rey de Siam en 1686.
Una empresa privada, Vinci, especializada en obras p¨²blicas e implicada en otras muchas operaciones de restauraci¨®n, aporta 10 millones de euros para que la galer¨ªa recobre su esplendor. Adem¨¢s, para que el turista que acude a Versalles no se sienta decepcionado, las obras, que han comenzado este mes de julio y durar¨¢n cuatro a?os, se hacen por partes y las zonas ocultas explican al visitante la historia del lugar y unos monitores permiten ver, en directo, a los 25 operarios que dan nueva vida a la pintura aleg¨®rica de Le Brun que Jean Racine titul¨® Le Roi gouverne par lui-m¨ºme, es decir, el elogio de un monarca que gobierna en solitario.
Ese patrocinio privado no significa que el Estado descuide el patrimonio. El Ministerio de Cultura acaba de destinar 135 millones de euros a una primera fase (2004-2009) de restauraci¨®n del conjunto del palacio que incluye la puesta al d¨ªa de la instalaci¨®n el¨¦ctrica, rehacer 414 ventanas de madera, garantizar la impermeabilidad de los tejados, reducir al m¨ªnimo la amenaza de incendio, devolver su aspecto original a los patios de m¨¢rmol y modernizar el acceso del p¨²blico y los servicios a ¨¦l destinados. El plan de restauraci¨®n se extiende a lo largo de 17 a?os y afecta al conjunto del palacio, incluidos jardines y edificios anexos pero s¨®lo est¨¢ presupuestada la primera parte de la aventura.
Versalles lucha por prolongar la estancia de los visitantes, por ofrecerles mayores comodidades, por evitar que el turista recorra, en un mismo d¨ªa y a ritmo de desfile militar, Versalles y el parisino Museo d'Orsay. Por eso, a partir de finales de agosto, los jardines acoger¨¢n un espect¨¢culo ecuestre de Bartab¨¤s y en octubre algunos artistas contempor¨¢neos -Daniel Buren, Jean Marc Bustamante, Michel Alberola...- tendr¨¢n la oportunidad de intervenir en espacios hoy desafectados y que en el futuro han de convertirse en centro de informaci¨®n pedag¨®gica. En definitiva, una opci¨®n cultural en contra de la progresiva disneyzaci¨®n del patrimonio.
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