?Crisis en Arabia Saud¨ª? No es inmediata
?Hasta qu¨¦ punto es estable Arabia Saud¨ª? Tras los atentados terroristas de finales de mayo contra un complejo occidental de la ciudad saud¨ª de Jobar, la pregunta asedia a los estrategas pol¨ªticos globales, especialmente porque el reino sigue siendo opaco para los observadores externos. La ca¨ªda en desgracia de Arabia Saud¨ª a ojos de la opini¨®n p¨²blica estadounidense ha estado bien documentada, y provocada por el hecho de que la mayor¨ªa de los secuestradores de aviones del 11-S eran saud¨ªes y la sospecha de que saud¨ªes influyentes siguieron apoyando a Osama Bin Laden mucho despu¨¦s de que hubiera declarado su enemistad hacia EE UU. Si sumamos el escepticismo del extranjero a las presiones internas de un crecimiento de poblaci¨®n incontrolado y un crecimiento econ¨®mico real lento, no queda m¨¢s remedio que preguntarse: ?puede resistir el r¨¦gimen saud¨ª? La respuesta es s¨ª, aunque el pa¨ªs se enfrenta a problemas graves y quiz¨¢ insuperables a largo plazo. Arabia Saud¨ª sigue siendo demasiado rica para estar al borde del colapso econ¨®mico. La situaci¨®n propiciada por el precio actual del crudo ha hecho que los ingresos se disparen, situando la balanza fiscal del pa¨ªs en un raro super¨¢vit del 25% del PIB anual. Adem¨¢s, la econom¨ªa nacional, especialmente el sector de la construcci¨®n, se ha beneficiado de la evasi¨®n de capitales de EE UU desde finales de 2001.
Un riesgo es el ascenso del wahabismo, que sigue siendo un fuerte factor de unificaci¨®n
Arabia Saud¨ª sigue siendo demasiado rica para estar al borde del colapso econ¨®mico
Por otra parte, el poder de la casa real saud¨ª impregna mucho m¨¢s profundamente la sociedad que el del cada vez menos representativo Consejo Guardi¨¢n de Ir¨¢n, por ejemplo, o el de Pervez Musharraf, que parece llevar el futuro de Pakist¨¢n sobre los hombros. Es cierto que el r¨¦gimen saud¨ª, como otros muchos Gobiernos autocr¨¢ticos de Oriente Pr¨®ximo, mantiene absoluto control sobre los instrumentos de poder -las fuerzas de seguridad, el poder judicial, la inteligencia local-, pero este poder no es tanto una autoridad desde arriba hacia abajo como una evidencia de las historias interconectadas que vinculan la Casa de Saud con Arabia Saud¨ª. El r¨¦gimen es partidista, sin duda alguna, lo que favorece a una secta en particular y afiliaciones tribales. Pero la secta a la que favorece tiene mayor¨ªa y sus relaciones tribales son extensas y profundas; Arabia Saud¨ª es, por tanto, y a diferencia de Siria, un lugar en el que el sistema tribal ha sido desmantelado hace tiempo.
Pero los problemas a largo plazo permanecen. Los ¨ªndices totales de fertilidad est¨¢n por encima de los cinco nacimientos por mujer en edad f¨¦rtil. El desempleo es alto y el balance demogr¨¢fico hace pensar que seguir¨¢ increment¨¢ndose durante a?os. En cualquier otro lugar parecer¨ªa rid¨ªculo hablar de los altos niveles de desempleo de Arabia Saud¨ª cuando, seg¨²n los c¨¢lculos del Gobierno, la econom¨ªa sostiene a m¨¢s de seis millones de personas sin nacionalidad saud¨ª que viven y trabajan en el reino. Pero para la estabilidad a largo plazo, Arabia Saud¨ª tiene que crear una fuerza laboral propia que tenga voluntad y capacidad para ocupar el puesto de parte de esta mano de obra expatriada. ?ste puede ser un problema dif¨ªcil de resolver, que implica la reestructuraci¨®n del sistema educativo y, de hecho, de la mentalidad de la fuerza laboral saud¨ª. Es una cuesti¨®n de cambio generacional. Un riesgo mayor para el r¨¦gimen es el ascenso del wahabismo, que -a pesar de su asociaci¨®n en Occidente con el terrorismo- sigue siendo un fuerte factor de unificaci¨®n para buena parte de la poblaci¨®n, y no se considera que los miembros de la familia real saud¨ª en general hayan minado estos valores conservadores del wahabismo. Puede que el pr¨ªncipe heredero, Abdul¨¢, hable de reforma pol¨ªtica en la escena internacional, y de llevar las elecciones democr¨¢ticas a los consejos locales, y de expandir la legitimidad del Majlis al Shura, el incipiente Parlamento del pa¨ªs, pero en lo que respecta al tradicional control religioso de la escolarizaci¨®n y la sociedad, Arabia Saud¨ª permanece b¨¢sicamente sin cambios.
La mayor¨ªa de los saud¨ªes desconf¨ªan de la r¨¢pida modernizaci¨®n y, para muchos, la relaci¨®n del Gobierno saud¨ª con Estados Unidos es una de las causas de dicha desconfianza. La decisi¨®n de la Administraci¨®n de Bush de retirar las tropas estadounidenses de Arabia Saud¨ª calm¨® alguna de estas inquietudes. Y la simpat¨ªa residual hacia Al Qaeda despu¨¦s del 11-S se ha visto minada por los atentados de Riad del pasado a?o, que iban directamente dirigidos contra civiles saud¨ªes. Desgraciadamente, la eficiencia del r¨¦gimen a la hora de controlar cualquier oposici¨®n en potencia es tal que resulta casi imposible saber cu¨¢l es el sentimiento popular en Arabia Saud¨ª. Las encuestas de opini¨®n son de escasa utilidad, dado que pocos saud¨ªes se arriesgan a manifestar su disidencia ante extra?os, pero si tienen algo en com¨²n con los dem¨¢s pueblos de la regi¨®n es que nada les une tanto en torno a sus dirigentes (sean cuales fueren sus aut¨¦nticos sentimientos) como la oposici¨®n a Occidente.
De hecho, si hay un aspecto de Arabia Saud¨ª sometido ahora a graves tensiones y que amenace con tener repercusiones a largo plazo es la relaci¨®n con Estados Unidos. Mientras que la atenci¨®n internacional y la cobertura negativa de la prensa extranjera a ra¨ªz del 11-S han llegado al paroxismo, la suposici¨®n general ha sido que la Administraci¨®n Bush ha mantenido buenas y positivas relaciones con la familia Saud y que una Administraci¨®n Kerry podr¨ªa hacer que las cosas fueran mucho peor. En realidad, la relaci¨®n entre George W. Bush y Abdul¨¢ no es c¨¢lida. Hay muchas diferencias. Irak es claramente una de ellas: el Gobierno saud¨ª se opon¨ªa a la guerra, a pesar de su desagrado por Sadam Husein, temiendo que una naci¨®n ¨¦tnicamente dividida pudiera hacer entrar en la refriega a Turqu¨ªa, Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª. Abdul¨¢ invirti¨® tambi¨¦n una importante cantidad de capital pol¨ªtico en el mundo ¨¢rabe desarrollando una paz entre ¨¢rabes e israel¨ªes que, en opini¨®n de la familia real saud¨ª, hab¨ªa sido abandonada por el presidente Bush.
Los observadores de EE UU en el reino siguen estrechamente las acciones y afirmaciones de los neoconservadores. Este grupo casi ha suplantado al grupo de presi¨®n jud¨ªo en la percepci¨®n saud¨ª de amenazas a sus intereses en Estados Unidos. Los miembros del r¨¦gimen se sienten tambi¨¦n despechados por el fuerte giro antisaud¨ª que se observa en la prensa estadounidense, especialmente en el The Wall Street Journal, y atribuyen buena parte de este sentimiento a filtraciones de la Administraci¨®n Bush. Probablemente el asunto m¨¢s importante, dado que es el m¨¢s personal, es el nuevo programa restrictivo de visados estadounidenses que ha hecho que se haya denegado un r¨¢pido acceso a Estados Unidos a muchos visitantes frecuentes del reino, y muchos se muestran ahora remisos a viajar, para deleite de la industria hotelera de El Cairo y Beirut el verano pasado. No es probable que ninguno de estos asuntos mejore a corto plazo.
Por ahora, ambos bandos prefieren centrarse en el hecho de que la amistad entre Estados Unidos y Arabia Saud¨ª tiene una larga historia. El pr¨ªncipe heredero, Abdul¨¢, dice que est¨¢ dispuesto a ser paciente. Pero si tuviera que elegir entre tener problemas con Estados Unidos y perder el control de su propia casa, lo m¨¢s probable es que eligiera lo primero.
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