J¨®venes al volante
Un adolescente de 16 a?os muri¨® el pasado fin de semana en Granada al volante de un coche en compa?¨ªa de otros tres menores, heridos muy graves. En circunstancias como ¨¦sa valen de poco las continuas recomendaciones p¨²blicas a la prudencia, la mayor severidad de las penas, el aumento de la vigilancia policial, la mejora de la red de carreteras o la aplicaci¨®n de un nuevo carn¨¦ de conducir. Cierto, todas son normas muy necesarias, pero probablemente no bastan.
Tras un fin de semana tan tr¨¢gico en Espa?a como este ¨²ltimo, en el que 21 de los 32 muertos en accidentes de tr¨¢fico eran menores de 30 a?os, habr¨ªa que preguntarse si no es obligatoria una mejor pol¨ªtica de educaci¨®n vial desde la infancia en las escuelas; si son suficientes las pruebas en vigor para estar en posesi¨®n del carn¨¦, y, desde luego, si los controles existentes son lo bastante disuasorios para impedir que cualquiera se ponga al volante. Un menor no est¨¢ habilitado para conducir un coche en Espa?a. Algo falla cuando lo hace poniendo fatalmente en riesgo su vida y la de otros. Hay un problema juvenil si se tiene en cuenta que en 2003 el 55% de las personas que perdieron la vida en accidentes de tr¨¢fico en Espa?a no llegaban a los 30 a?os. Y que la principal causa de mortalidad en edades entre 18 y 25 a?os es el autom¨®vil.
En lo que va de a?o, 77 j¨®venes han fallecido en las carreteras, en la mayor parte de los casos debido a exceso de velocidad, al alcohol o ambos a la vez. La Administraci¨®n tal vez no puede resolver por s¨ª misma el problema, pero tiene que aumentar las medidas preventivas. La decisi¨®n de Tr¨¢fico de duplicar este verano los controles de alcoholemia y velocidad es positiva. En la segunda quincena de julio la Guardia Civil realizar¨¢ 250.000 controles de alcoholemia y 200.000 en agosto; mill¨®n y medio de veh¨ªculos se ver¨¢n sujetos en julio a controles de velocidad y 2,5 millones el mes pr¨®ximo. ?stas son acciones de mayor calado que el impacto psicol¨®gico de la publicidad del terror sobre la carretera a la que nuestras autoridades nos tienen acostumbrados.
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