Persecuci¨®n

Eran las cinco en punto de la tarde (hora lorquiana y taurina) de un d¨ªa del mes de julio, en plena siesta, vamos, que no nos averg¨¹enza practicar sin excusas, cuando son¨® el tel¨¦fono. Tras arrastrarse a cogerlo, una se encuentra con que se trata de una oferta publicitaria de un cierto banco para ofrecer una cierta e incre¨ªble tarjeta de cr¨¦dito. Despu¨¦s de rechazar la oferta al incansable interlocutor, ¨¦ste sigue insistiendo y, d¨¦bil (y confieso que con la esperanza a¨²n de retomar el dulce sue?o en que me hallaba antes de la llamadita), acepto que me la env¨ªen.

Esto fue un d¨ªa cualquiera, pero sucede con tanta frecuencia que empieza a resultar agotador que te perturben la tranquilidad e intimidad del hogar, que te invadan, te sometan a interrogatorios, y, en definitiva, te agobien con todo ese arsenal publicitario. Me pregunto si existen leyes o c¨®digos ¨¦ticos que regulen todo esto. Animo a la ministra/o del ramo, si es que lo hay, a que tome medidas zapateristas (aunque yo preferir¨ªa zapatistas) en este sentido, para que los consumidores, usuarios de tel¨¦fono y siesta, contribuyentes en general, estuvi¨¦semos un poco protegidos.