?Socialismo de los ciudadanos?
Disiento de quienes piensan que el pasado c¨®nclave socialista no ha tenido contenido pol¨ªtico y de ideas. Merece particular inter¨¦s detenerse en el concepto central presentado por Rodr¨ªguez Zapatero en su discurso de clausura del 36? Congreso del PSOE: el "socialismo de los ciudadanos".
Este concepto, bastante novedoso, ?fue sencillamente un recurso de marketing feliz, como redondo broche de oro? ?O fue, m¨¢s bien, un embri¨®n de un nuevo intento innovador para actualizar el pensamiento socialista?
Yo quiero pensar que se trata m¨¢s de lo segundo que de lo primero. Lo digo porque, efectivamente, o el socialismo del siglo XXI es de los ciudadanos o no conseguir¨¢ en cuanto a renovaci¨®n algo que vaya m¨¢s all¨¢ de los magros resultados y el corto recorrido que ha tenido la Tercera V¨ªa de Blair.
La piedra de toque, el ¨²nico fundamento posible para repensar el socialismo en clave ciudadana, consiste en que hoy nos encontramos con un gran sector electoral compuesto por "nuevos ciudadanos". Se trata, por un lado, de ciudadanos que, debido a las transformaciones sociales producidas por el Estado de bienestar, est¨¢n mucho mejor formados que en el pasado. Que, por ello, tienen una autonom¨ªa moral mucho m¨¢s desarrollada. Y que, en consecuencia, miran con criterio propio a la pol¨ªtica, son mucho menos manipulables y tienen otros intereses de agenda p¨²blica aparte de los suministrados por la pol¨ªtica.
Pero hay otro fen¨®meno que tambi¨¦n ha hecho de ellos "nuevos ciudadanos". La humanidad ha dado un salto enorme de reflexividad con la creaci¨®n de las redes virtuales. Todos nos informamos de todo al mismo tiempo en todo el mundo, y todos tenemos acceso a los mismos an¨¢lisis globales. Debido a ello, ha aumentado la capacidad preventiva de la estirpe humana, su habilidad para ser consciente de las consecuencias de sus propios actos. Y por ello se tejen con rapidez estados de conciencia muy compartidos por millones de ciudadanos a escala global.
De este modo ha surgido y se ha afianzado, en esa encrucijada global a la que hac¨ªa referencia hace unos d¨ªas en este peri¨®dico el te¨®rico del cosmopolitismo, David Held, una nueva conciencia difusa pero inequ¨ªvoca, que se cimenta en tres creencias: la adhesi¨®n y defensa de los derechos humanos, la adhesi¨®n y defensa de una reorientaci¨®n ecol¨®gica a escala planetaria y la convicci¨®n de que la globalizaci¨®n econ¨®mica tiene que progresar en paralelo a la justicia social en todo el mundo. Estos principios ya son universales, en el sentido de que son profesados de modo activo por millones de personas, por encima de las fronteras.
De resultas de ello han surgido redes difusas de movilizaci¨®n ante lesiones flagrantes a estos principios. Y han surgido, pa¨ªs a pa¨ªs, nuevas organizaciones c¨ªvico-pol¨ªticas nutridas por esos nuevos ciudadanos activos. Porque, no nos enga?emos, las nuevas ONG, una gran parte de ellas al menos, no son organizaciones puramente sociales y ciudadanas: contienen muy a menudo una carga pol¨ªtica indudable, un programa pol¨ªtico m¨¢s o menos desarrollado y sustentado en esos principios.
De ser cierto lo dicho hasta aqu¨ª, nos encontramos, inopinadamente, ante un nuevo sujeto pol¨ªtico, que ya no es un sujeto colectivo como anta?o lo era la clase obrera en bloque, sino que est¨¢ formado por millones de ciudadanos individuales y moralmente aut¨®nomos, conectados de un modo muy desesctructurado a trav¨¦s de redes, con potencial de intervenci¨®n en la agenda p¨²blica, tanto a escala global como al interior de los pa¨ªses.
Estos ciudadanos activos, que quieren ser tratados de t¨² a t¨² por la pol¨ªtica tradicional, demandan, inequ¨ªvocamente, unas nuevas reglas de juego: a la pol¨ªtica le piden un nuevo contrato pol¨ªtico, y a las empresas les piden un nuevo contrato social. Es por ello por lo que ha surgido, como un poderoso movimiento que ir¨¢ creciendo en el futuro, el nuevo movimiento de responsabilidad social de las empresas.
?En qu¨¦ consiste ese nuevo contrato pol¨ªtico que demandan los nuevos ciudadanos? Creo que tiene dos componentes.
El primero es la petici¨®n a los partidos pol¨ªticos tradicionales para que, de una vez, dejen de lado la "realpolitik" y aumenten su carga de "reformismo ut¨®pico", cogiendo por los cuernos la necesidad de m¨¢s multilateralismo, de m¨¢s voz para los pa¨ªses menos beneficiados por la globalizaci¨®n, de una nueva arquitectura mundial basada en el di¨¢logo pac¨ªfico, en la convergencia econ¨®mica y el progreso social compartido. Es decir, la petici¨®n de que los partidos pol¨ªticos abran espacios de actuaci¨®n m¨¢s all¨¢ de su din¨¢mica electoral cortoplacista.
La segunda petici¨®n es, sin duda, la de una democracia representativa m¨¢s genuina: en la que no todo sea dar el voto; en la que los ciudadanos sean m¨¢s genuinamente representados, en la que tengan mayores posibilidades de control de quienes los representan; en la que haya m¨¢s deliberaci¨®n con la gente, m¨¢s participaci¨®n de la gente en la agenda p¨²blica, menos barreras de entrada, menos profesionalizaci¨®n de la pol¨ªtica y menos distancia entre pol¨ªticos y ciudadanos.
Hay que ser conscientes de la novedad te¨®rica que implica este planteamiento. Por un lado, porque sugiere un nuevo sujeto como motor del progreso en el mundo actual: los ciudadanos activos. En segundo lugar, porque va mucho m¨¢s all¨¢ de las tesis formuladas por los modernos te¨®ricos de la democracia y el republicanismo: pues ¨¦stos se han referido hasta la fecha al perfeccionamiento institucional de la democracia, pero aqu¨ª se habla de una nueva fuerza social que ser¨ªa el motor de ese perfeccionamiento.
Hay que ser tambi¨¦n conscientes de los retos que supone interpretar el concepto del "socialismo de los ciudadanos" como n¨²cleo central de una nueva teor¨ªa que repiensa el socialismo en el siglo XXI. Retos te¨®ricos, sin duda, como el de la consistencia que pudiera tener ese nuevo sujeto. Y retos pr¨¢cticos para la pol¨ªtica tradicional tanto en el terreno internacional como en el de la construcci¨®n de una democracia representativa mucho m¨¢s ciudadana en cada pa¨ªs. Por ejemplo, de ser cierta la reflexi¨®n que aqu¨ª se hace, los partidos de la izquierda habr¨ªan de aumentar mucho el grado de competencia y transparencia en su funcionamiento interno, y el episodio de la abolici¨®n de las listas abiertas dentro del PSOE no ser¨ªa sino eso, un episodio en un partido que, sin embargo, en el largo plazo est¨¢ condenado a la b¨²squeda de mecanismos que hagan m¨¢s c¨ªvica la vida de los partidos pol¨ªticos.
Por ¨²ltimo, habr¨ªa que ser conscientes de los potenciales beneficios de construir una nueva teor¨ªa y estrategia pol¨ªtica basada en el concepto de un "socialismo ciudadano": el socialismo no se ha adaptado a¨²n a la ¨¦poca de la globalizaci¨®n; la Tercera V¨ªa de Blair ha terminado contra las cuerdas en los desiertos de Irak. Y, como alternativa, un socialismo que refuerce los rasgos radicales de sus convicciones democr¨¢ticas, que ofrezca un nuevo contrato pol¨ªtico a los nuevos ciudadanos y que sea la avanzadilla de "otro mundo posible", puede ofrecer respuestas a muchos de los grandes problemas del siglo XXI.
Manuel Escudero es profesor de Macroeconom¨ªa y An¨¢lisis Pol¨ªtico Internacional. Instituto de Empresa
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