Nueva pol¨ªtica magreb¨ª
El Gobierno de Zapatero est¨¢ poniendo las primeras piedras de una nueva pol¨ªtica hacia el Magreb. Su intenci¨®n, en contraste con Aznar, es evitar el error de favorecer las relaciones con Argelia a costa de las cruciales con Marruecos, e impulsarlas ambas de forma equilibrada. As¨ª lo ha querido expresar el presidente socialista en su primer viaje a Argel. Objetivo primordial es la integraci¨®n del Magreb, pero para lograrlo hay que encauzar el contencioso del S¨¢hara Occidental, y de ah¨ª la iniciativa pol¨ªtica puesta en marcha por el Gobierno. Para Espa?a, que es la antigua potencia colonial, es una apuesta arriesgada. Su responsabilidad es especial, y es obligado buscar una buena sinton¨ªa con Francia en el esfuerzo de acercar las partes en conflicto, esencialmente Argelia, Marruecos y Mauritania, adem¨¢s del Frente Polisario; como ser¨ªa fr¨ªvolo no tratar de implicar a EE UU.
La importancia de las relaciones con Marruecos ya qued¨® de relieve con el viaje de Zapatero a Rabat en su primer desplazamiento bilateral al extranjero como presidente del Gobierno. Y ahora con Argelia, mediante el impulso de las inversiones empresariales, en particular la construcci¨®n de un gasoducto directo desde Beni Saf a Almer¨ªa, que no pretende competir con el que trae gas argelino a Espa?a a trav¨¦s de Marruecos, sino de complementarlo para responder a una demanda creciente. Pero la piedra de toque de esta estrategia es el S¨¢hara, tras el fracaso del Plan Baker y el cambio de actitud de Rabat, que ya no acepta la perspectiva de un refer¨¦ndum que dirima entre un Estado independiente y un territorio aut¨®nomo dentro de Marruecos. La creciente riqueza petrolera del S¨¢hara Occidental y sus aguas territoriales es un nuevo factor que ha hecho pasar la pesca y los fosfatos a segundo plano.
Espa?a presidir¨¢ el Consejo de Seguridad en octubre en el momento en que la ONU debe renovar o variar el mandato de su misi¨®n Minurso en el S¨¢hara Occidental. Su iniciativa no parece plantear una nueva soluci¨®n a corto plazo, pero s¨ª un horizonte que contemple un refer¨¦ndum para ratificar un acuerdo previo entre las partes. Aunque se trate ahora meramente de buscar nuevos caminos razonables, con la ONU de eje, y no de dise?ar a¨²n puntos de llegada, es un cambio importante en la sensibilidad tradicional de la izquierda espa?ola. El riesgo de fracaso y consecuente desestabilizaci¨®n de la zona es tambi¨¦n serio. Pero quedarse cruzados de brazos ante la falta de soluci¨®n tampoco es una opci¨®n. Es necesario un nuevo impulso pol¨ªtico para encauzar este conflicto, y Espa?a, con discreci¨®n, puede darlo.
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