Como un mantel de hule
Sin duda es Argentina, entre todos los de Hispanoam¨¦rica, el pa¨ªs que posee una tradici¨®n literaria m¨¢s rica y m¨¢s compleja. De ning¨²n otro llegan propuestas narrativas tan radicales, en ning¨²n otro se han cuestionado m¨¢s hondamente las condiciones en que cabe plantearse en la actualidad la determinaci¨®n misma de narrar.
A Espa?a faltan por llegar todav¨ªa algunos de los autores que han llevado m¨¢s lejos este cuestionamiento y sin los cuales se hace dif¨ªcil componer el mapa de la narrativa argentina. S¨®lo muy poco a poco parece que van abri¨¦ndose paso. El ¨²ltimo en conseguirlo ha sido Daniel Guebel (Buenos Aires, 1956), perteneciente a una mal conocida promoci¨®n de escritores que en Argentina empezaron a publicar hacia finales de los ochenta, en un panorama literario previamente convulsionado por la perturbadora irrupci¨®n de autores como Fogwill y C¨¦sar Aira.
CARRERA Y FRACASSI
Daniel Guebel
Caballo de Troya. Madrid, 2004
384 p¨¢ginas. 15 euros
Daniel Guebel es periodista y guionista, adem¨¢s de narrador. Entre sus novelas se cuentan t¨ªtulos como Matilde (1994), El terrorista (1998) y El perseguido (2001), que, sin haber obtenido una resonancia notable, han ido atrayendo la atenci¨®n de algunos lectores muy exigentes, dando lugar a una expectativa firme e intrigada.
Carrera y Fracassi, su ¨²ltima novela, es la primera de este autor que llega a Espa?a, y lo hace, significativamente, de la mano de un sello editorial de creaci¨®n reciente, decidido a apostar, en lo que a la narrativa toca, por voces nuevas o deso¨ªdas.
Es ¨¦sta de Guebel una novela sorprendente, que concita ecos de las m¨¢s diversas procedencias para impulsar un relato tanto de textura como de intenciones muy escurridizas, en el que parece esbozarse, con circunspecta iron¨ªa, una ¨¦tica del fracaso y una est¨¦tica de la mediocridad.
Julio C¨¦sar Carrera y Carlos Cacho Fracassi trabajan como vendedores para una misma empresa de electrodom¨¦sticos. Uno y otro se hallan en los extremos de la gama de grises talentos que conforma el equipo de Sunbeam. La reservada oscuridad de Carrera, el peor vendedor de la casa, contrasta con la radiante vulgaridad de Fracassi, "cuya presencia y an¨¦cdotas parec¨ªan llenar el mundo en las reuniones de los equipos de venta de la empresa". Entre los dos, sin embargo, se establece una relaci¨®n tejida tanto por la fascinaci¨®n llena de aprensiones que a Carrera le produce la personalidad avasalladora de Fracassi, como por la irritaci¨®n y el desd¨¦n que excitan el sadismo con que Fracassi consiente a su lado la presencia apocada de Carrera.
En una cena que Carrera organiza en su casa, Fracassi seduce a Mirtha, la mujer de Carrera, de la que termina por enamorarse perdidamente, tanto m¨¢s en cuanto ella, desde muy pronto, se cansa de ¨¦l y lo aborrece. Entretanto, toca fondo la grave crisis econ¨®mica en que Argentina se sumi¨® a comienzos de los noventa, y la situaci¨®n laboral tanto de Carrera como de Fracassi declina irreparablemente. Por si fuera poco, Mirtha se fuga con el enano Bebe, un viejo compa?ero de ambos, y esto es m¨¢s de lo que puede soportar Fracassi, que sufre un derrame cerebral a consecuencia del cual queda parapl¨¦jico. A partir de ese momento -ya mediada la novela-, comienza un demencial periplo en el que Carrera, embargado por una insensata solidaridad con la calamidad de su compa?ero, arrastra a Fracassi de un lado a otro de un pa¨ªs deprimido y deprimente, en un descenso casi vertical a los m¨¢s s¨®rdidos purgatorios de la miseria, de la impostura y de la picaresca.
Los trazos expresionistas de la novela se corresponden al mundo degradado que refleja. La devaluada humanidad de los personajes invita a represent¨¢rselos con los rasgos embotados y a menudo grotescos de los que pueblan, por ejemplo, los dibujos de Grosz. Pero en la escritura de Guebel act¨²an fuerzas contrapuestas que imponen al relato su deriva imprevisible, entre la impronta inequ¨ªvocamente rabelaiseana de Fracassi y la claramente kafkiana de Carrera.
El resultado es un texto irrespirable a veces y a veces conmovedor; a momentos cruel y grosero; un texto lleno de filos sat¨ªricos y caricaturescos, pero transido a su vez de patetismo y de un extra?o soplo de santidad.
La prosa esquem¨¢tica, desgarbada y veloz de Guebel transcurre llena de sobresaltos y de destellos. Del "universo sentimental" de Mirtha se dice, por ejemplo, que parece "el tambor de un lavarropas lleno de prendas sucias". El ruido que produce una moneda al caer sobre el piso de cemento "-Ca-tl¨ªn, Ca-tl¨ªn"- evoca al narrador "el nombre de la novia imaginaria de un ingl¨¦s loco que la llama desde un hospicio".
"Hay un estilo Guebel", ha escrito C¨¦sar Aira, "y es tan raro que un escritor tenga estilo (es tan raro que alguien que escribe sea un escritor de verdad) que cuando aparece uno hay que aceptarlo sin m¨¢s".
Muy al comienzo de la novela, durante la cena en que Mirtha y Fracassi se conocen, Carrera siente caer sobre su cabeza, "como un mantel de hule", una enorme capa de angustia que lo separa de los dem¨¢s. "Estaba operativamente ciego, s¨®lo ve¨ªa lo que le pasaba. Esa distancia, esa impresi¨®n de secuestro espiritual empez¨® a asfixiarlo... Ahora entend¨ªa a las viudas de las pel¨ªculas antiguas, que miraban todo detr¨¢s de un velo tejido. Esos dibujitos rayaban el mundo. Estaban pegados a las caras de la gente, eran los chancros de la realidad".
No hay mejor modo de caracterizar el "realismo delirante" con que, al decir de los editores, est¨¢ escrita esta novela, en la que el delirio lo constituye la b¨²squeda desesperada y c¨®mica de la redenci¨®n.
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