'Peer Gynt' se reencuentra con su humor perdido
Hasta el momento, las dos mejores sorpresas del festival han venido de la mano del escritor iran¨ª Reza Baraheni y de un gran cl¨¢sico, el n¨®rdico Henrik Ibsen. En los dos casos, los directores han imaginado dispositivos que pon¨ªan de relieve todas las facetas del texto, toda su riqueza, han potenciado a los actores al tiempo que procuraban que ni la escenograf¨ªa ni la provocaci¨®n gratuita desviasen la atenci¨®n del espectador.
El Peer Gynt de Ibsen firmado por el franc¨¦s Patrick Pineau es el primer gran montaje que vemos en esta edici¨®n de Avi?¨®n. No es una versi¨®n ¨ªntegra del texto -eso exigir¨ªa entre seis y siete horas de funci¨®n- pero con sus cuatro horas y media tampoco cabe considerar el espect¨¢culo como un Peer Gynt edulcorado, de esos que se fijan la frontera de las tres horas como l¨ªmite de la resistencia humana. Pineau no es un debutante -tiene 42 a?os, es actor asiduo de los montajes de Georges Lavaudant, dirige tambi¨¦n desde 1992- pero s¨ª es el primero que se ha atrevido a llevar Peer Gynt al enorme e ingrato espacio de la Cour d'Honneur. Ese atrevimiento descansa en la confianza depositada en un actor espl¨¦ndido -Eric Elmosnino, 40 a?os, descendiente de jud¨ªos espa?oles expulsados por los Reyes Cat¨®licos, de una familia que se va de Marruecos en 1956, cuando el pa¨ªs se independiza, nacido ¨¦l en los alrededores de Par¨ªs- y en una confianza a¨²n mayor en las potencialidades del texto de Ibsen.
Hamlet y Descartes
Peer Gynt tiene la reputaci¨®n de ser un texto no representable: demasiado filos¨®fico, demasiado cambiante, demasiado largo y demasiado exigente. Para Pineau, es el recorrido vital de un hombre joven, de alguien que no deja de serlo nunca, incluso cuando, ya anciano, muere en el regazo de su amada. El traductor de la obra, Fran?ois Regnault, cree que Peer Gynt -el personaje y el texto- es la continuaci¨®n de los interrogantes del pr¨ªncipe Hamlet y la constataci¨®n de Descartes pues, como le dice el rey de los trolls en una de las escenas iniciales, como hombre intenta "ser uno mismo" cuando, de ser tambi¨¦n un troll, se interesar¨ªa por "bastarse a s¨ª mismo". El problema de Peer Gynt, que comienza viviendo en universo rural de los cuentos de Grimm y acaba en medio de la angustia urbana del mundo de Nietzsche, es que en el transcurso de su itinerario vital ha sido mercader de esclavos, traficantes de esculturas religiosas, millonario, profeta, cazador de pieles, buscador de oro, erudito, emperador de locos y perseguidor de mozuelas, y en cada una de esas actividades ha sido ¨¦l. ?Qu¨¦ significa pues "ser uno mismo" cuando al embrollo vital hay que a?adirle una bien merecida fama de fabulador, por no decir de mentiroso?
Pineau y Elmosnino han dado alegr¨ªa y humor a la peregrinaci¨®n filos¨®fica de Ibsen. No han inventado las bromas, se han limitado a liberarlas de la ganga de falso trascendentalismo que las asfixia en tantas puestas en escena. El resultado es un espect¨¢culo excelente, en el que brillan el autor y sus int¨¦rpretes, en el que el espectador viaja tambi¨¦n de sorpresa en sorpresa y recupera el placer perdido de creer en la mec¨¢nica narrativa.
Muy decepcionante, en cambio, result¨® L' illusion comique de Corneille en versi¨®n de Fr¨¦d¨¦ric Fisbach. Aqu¨ª, el director ha querido ser la estrella y esa voluntad se sustenta en apenas nada, en cuatro bromas de estudiante sobre el idioma del XVII y un juego entre el texto, dicho por unos infortunados actores desde una gran variedad de podios, y el original cornelliano que aparece a modo de subt¨ªtulo para que podamos seguir mejor los intr¨ªngulis de esta reflexi¨®n del teatro dentro del teatro sin perdernos las variantes que introducen los int¨¦rpretes, a veces dignas de un chiste de una representaci¨®n de fin de curso. El error de Fisbach no tendr¨ªa mayor importancia si no fuese artista invitado, es decir, creador e inspirador de la edici¨®n de 2007.
Babelia
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