Tibios aplausos para una f¨¢bula ilustrada
El mito de Pers¨¦fone, que Emma Su¨¢rez narra en escena, es bell¨ªsimo. La ninfa andaba recogiendo flores cuando Hades tir¨® de las ra¨ªces de un narciso y la arrastr¨® a las profundidades. En venganza, Dem¨¦ter cre¨® el invierno, y s¨®lo durante los meses en que su hija vuelve a casa florece la primavera. Pers¨¦fone, llamada Proserpina por los romanos, es diosa ambivalente: del infierno y de las cosechas. En Emerita Augusta, la M¨¦rida romana, su culto fue importante porque se solap¨® con el de Ataecina, divinidad aut¨®ctona, y probablemente el cristianismo asimil¨® ambos con el de santa Eulalia, patrona de la ciudad.
Proserpina, montaje que Robert Wilson estren¨® anteanoche en el Teatro Romano de M¨¦rida, es una versi¨®n de otro que desde 1995 ha llevado por medio mundo: Persephone. ?ste se represent¨® en la iglesia compostelana de San Domingo de Bonaval, en 2000, en un espacio sin asientos para el p¨²blico y con una voz grabada recitando la narraci¨®n hom¨¦rica del mito.
Proserpina
Concepto, dise?o y direcci¨®n: Robert Wilson. Sobre textos de Homero, Brad Gooch y Maita di Niscemi. M¨²sica: Philip Glass y Rossini. Codirecci¨®n: Ann Christin Rommen. Vestuario: Christophe de Menil. Iluminaci¨®n: AJ Weissbard. Int¨¦rpretes: Emma Su¨¢rez, Sri Qadariatin, Brian Nishii, I Ketut Rina, Evri Sophroniadou, Sandro Dieli, Marina Frigeni, Elisabetta Rosso. Fecha de estreno: 22 de julio. Pr¨®ximas representaciones: 24 y 25 de julio, y del 29 de julio al 1 de agosto.
En M¨¦rida, la actriz Emma Su¨¢rez presta cuerpo y voz a Homero, el p¨²blico est¨¢ mejor acomodado que lo estuvo el de Santiago de Compostela, y la sk¨¨ne del teatro romano sirve de gigantesco tel¨®n de fondo sobre el que Wilson (que s¨®lo visit¨® M¨¦rida poco antes del comienzo de los ensayos) pinta con luz: lo ti?e todo de verde o de azul cobalto, y las columnas, una a una, de blanco, o tinta la escena entera en sangre y conserva el color natural de un detalle. Mientras Su¨¢rez, andr¨®gina en su traje negro, recita a Homero, vocaliz¨¢ndolo como para un o¨ªdo extranjero, el resto de los int¨¦rpretes teje variaciones coreogr¨¢ficas sobre la m¨²sica de Philip Glass. Entre estos destacan la griega Evri Sophroniadou (Dem¨¦ter) y Sri Qadariatin, joven indonesia que danza en continuos giros el papel protagonista.
Penumbras de Averno
Cuando Wilson decide conducirnos a las penumbras de Averno junto a Proserpina, los int¨¦rpretes se colocan luces de minero en la cabeza, inician un baile de locos y se escucha un chillido premonitorio por detr¨¢s del p¨²blico; es el principio de una banda sonora de silabeos, quejidos y sonidos guturales que el equipo t¨¦cnico consigue hacer salir desde puntos localizados del teatro, para crear confusi¨®n e indicar que el orden que reina en casa de Hades es muy otro. Parte de los espectadores, quiz¨¢ m¨¢s desconcertados que molestos, pitaron esta escena, lo que movi¨® a otros a aplaudirla. A partir de aqu¨ª, el p¨²blico entero aprovech¨® las transiciones, excesivamente morosas, para intercambiar impresiones: como en el teatro y en el cine de antes de la televisi¨®n.
En I La Galigo, Robert Wilson nos descubr¨ªa hace un par de meses una cosmogon¨ªa ex¨®tica. En Woyzeck, pon¨ªa en luz y movimiento la obra de B¨¹chner. En The Knee Plays, a mediados de los ochenta, se descubr¨ªa a si mismo en Espa?a. En Proserpina engarza, sin apenas dramaturgia, la f¨¢bula hom¨¦rica con textos po¨¦ticos de Brad Gooch y de Maita di Niscemi, y esa econom¨ªa es su tal¨®n de Aquiles. El espect¨¢culo acab¨® en poco m¨¢s de una hora, como podr¨ªa haber acabado en cualquier otro momento, entre aplausos tibios y alg¨²n silbido.
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