Impactante estreno mundial de Karol Armitage
Con un calor que derret¨ªa la piel de los bailarines y la voluntad del p¨²blico, el estreno de Karol Armitage (Madison, EE UU, 1954) y su compa?¨ªa neoyorquina, Armitage Gone! Dance, en el Teatro alle Tese (dentro de las fabulosas naves del Arsenale veneciano) fue anteayer por la noche un ¨¦xito rotundo. La obra Echoes from the street, compuesta de cuatro partes con m¨²sicas de Bela Bartok, Gavin Bryars, Annie Gosfield y Charles Ives, respectivamente, mostr¨® la madurez de la core¨®grafa. Era emocionante tambi¨¦n ver un patio de butacas bab¨¦lico, lleno de j¨®venes venidos de todas partes a este encuentro con la verdadera vanguardia en sus muchas e inesperadas direcciones. Esta segunda edici¨®n del Festival Internacional de Danza adscrito a la Bienal de Venecia y coproducido por la Fundaci¨®n del Teatro La Fenice consolida este foro como punto neur¨¢lgico y de encuentro del riesgo y la aventura de la danza actual y, tal como ayer, no exenta de pol¨¦mica.
El escenario escogido por Karol se situ¨® al fondo de la enorme nave fabril, y ten¨ªa tres paredes imaginarias cubiertas de cortinas de cuentas de cristal al estilo de un "penetrable" de Soto (ideadas por el artista pl¨¢stico David Salle, pintor puntero de la neofiguracion estadounidense), la multi¨¦tnica tropa (12 bailarines procedentes de China, Camboya, India, Latinoam¨¦rica y Nueva York) vestida con adherentes segundas pieles sint¨¦ticas de oro, bronce y plata dise?ados por Peter Speliopoulos, se mete en una acci¨®n trepidante y tensa que se funde a Bartok primero y a Bryars despu¨¦s, plenos de pulsaciones y acentos a¨¦reos controlados por la t¨¦cnica prodigiosa que poseen los artistas.
Armitage desborda de creatividad en las figuras (como en el pizzicato de la pieza para celesta y cuerdas de Bartok), sigue siendo balanchiniana a ultranza, por su particular manera de encadenarse a la m¨²sica en su exacta cuadratura; luego hay un lento casi adagio basado en el pas de deux donde otra vez la t¨¦cnica ballet¨ªstica es sustento del estilo, y su explotaci¨®n controlada una apoteosis llena de lirismo duro y urbano donde se observa todo desde la deconstrucci¨®n objetivada por el arm¨®nico propio del ballet.
Al final, tras las cortinas de cristal que se oscurecen, aparece un fant¨¢stico cielo estrellado que lo envuelve todo. Es un universo sobrecogedor, promisorio y mensajero de una cierta calma tras la gruesa tormenta cor¨¦utica.
La propia Armitage, que en esta edici¨®n dirige el evento y ha seleccionado personalmente a los participantes, micr¨®fono en mano presenta la velada, a la antigua manera posmoderna, en un gracioso italiano con acento de Manhattan y expresa su deseo de universalidad con el lenguaje de la danza, con el vocabulario preescrito que evoluciona sobre s¨ª mismo. Estos presupuestos se cumplen y se expresan po¨¦ticamente en esos 12 bailarines de su legendaria compa?¨ªa que de tan dispares entre s¨ª, quitan la respiracion al desplegar la suya. Es un viaje inici¨¢tico que pasa de Bartok a los sonidos y las cacofon¨ªas industriales, mientras en la escena se navega por mil lenguas corporales siempre a trav¨¦s de la quinta posici¨®n correcta y del arabesque virtuoso: del kung-fu al baharata Natyam; del yoga al boogy. La obra tuvo un preestreno neoyorquino en marzo en el Joyce Theater y la balletoman¨ªa vanguardista (que en la Gran Manzana la hay) ya reconoci¨® que Armitage sigue presente en primera l¨ªnea del ballet internacional de b¨²squeda, en ese terreno donde se mezcla memoria y sue?o, met¨¢fora y referencia, tiempo real y tiempo imaginado, una conexi¨®n entre las formas de baile que se hace met¨¢fora de este tiempo real que se refugia inevitablemente en el imaginado.
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