Bailando en la playa
Hay buenas ideas que merecen grandes aplausos. Por ejemplo, llevar el Jazzaldia donostiarra hasta la playa de la Zurriola. Es una gozada dejar que la arena h¨²meda y caliente acaricie los pies con el suave ronroneo del agua del mar a un lado, mientras suena la m¨²sica amparada por la impresionante presencia de los cubos del arquitecto Rafael Moneo recortando su trasgresora iluminaci¨®n contra las nubes.
Un acierto que en la noche del viernes lo fue a¨²n m¨¢s cuando alrededor de la una de la madrugada Femi Kuti, ya con el torso desnudo a la usanza de su glorificado padre (y no sin raz¨®n: Fela es un aut¨¦ntico icono en el ?frica negra y reivindicativa), comenz¨® a soplar como un poseso en su saxo alto. Apabullantes ritmos bailados por tres danzarinas espectaculares que inmediatamente infectaron a los m¨¢s de cinco mil mortales que en ese momento se apretujaban por la playa y aleda?os. Y ya nadie dej¨® de bailar.
Concierto redondo
Como todos los hados estaban el viernes de parte del Jazzaldia, la noche tambi¨¦n acompa?¨® invitando al disfrute cerca del mar. Se agradec¨ªa la suave brisa que hab¨ªa calmado las altas temperaturas de un d¨ªa sofocante, as¨ª que unas 12.000 personas se acercaron hasta la zona del Kursaal para disfrutar de la m¨²sica y de la noche.
Femi Kuti ofreci¨® un concierto redondo y expansivo. Rodeado de percusiones infernales y de una secci¨®n de metal que cortaba la respiraci¨®n, el cantante, saxofonista y teclista nigeriano desparram¨® por la playa donostiarra todo el apabulle de una m¨²sica terriblemente anclada en sus ra¨ªces, pero mirando descaradamente hacia el futuro. Seguro que, en alg¨²n para¨ªso lejano, Fela estaba sonriendo.
Con s¨®lo Femi Kuti ya se hubiera justificado la jornada inaugural del 39? Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n, pero la velada hab¨ªa comenzado mucho antes y sigui¨® todav¨ªa tras el concierto de la macrobanda nigeriana. Sobre las ocho de la tarde, una marchin' band local hab¨ªa descorrido las cortinas de los tres escenarios al aire libre que se cobijan bajo las dos moles blancas y luminosas del Kursaal. Seguir¨ªan seis conciertos de altos vuelos y la actuaci¨®n de un DJ hasta altas horas de la madrugada.
El primero en abrir fuego fue el paname?o Danilo P¨¦rez con una lecci¨®n de piano contempor¨¢neo. Sin quitar un pie de su tradici¨®n latina, P¨¦rez ofreci¨® un concierto profundo y rezumando sensibilidad. Durante su actuaci¨®n, la zona empez¨® a llenarse.
Calma
Poco despu¨¦s, cuando Rebekka Bakken lo ocup¨®, era ya imposible transitar por la aglomeraci¨®n. M¨¢s calma hab¨ªa sobre la playa cuando el hist¨®rico Roy Ayers intent¨® convencer al personal de que su funk electr¨®nico no hab¨ªa perdido el fuego de anta?o; son¨® bonito, bailable y bastante nost¨¢lgico.
Diferente fue todo en la carpa verde situada ante el cubo peque?o del Kursaal. All¨ª el grupo n¨®rdico Atomic demostr¨® palpablemente por qu¨¦ son una de las revelaciones de la temporada.
Fuerza aplastante y vitalista aplicada a una m¨²sica libre que reparte su punch entre el est¨®mago y la materia gris. La carpa se llen¨® y el volc¨¢n Atomic pudo erupcionar a placer y sin prejuicios. El futuro del jazz est¨¢ asegurado con grupos como ¨¦ste.
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