Una innovadora aventura oper¨ªstica
El Festival de Peralada (Girona) vivi¨® anteanoche el singular estreno de 1714. M¨®n de guerres, una ¨®pera concebida y dirigida musicalmente por Josep Vicent, con libreto de Albert Mestres, que explora nuevos caminos en un ins¨®lito trabajo colectivo firmado por siete compositores. La energ¨ªa comunicativa de Vicent salv¨® los escollos de un montaje irregular, con sugerentes ideas musicales que perdieron buena parte de su impacto a causa de una fallida realizaci¨®n teatral. El espect¨¢culo es una coproducci¨®n del Festival de Peralada, el F¨®rum de Barcelona, el Institut Valenci¨¤ de la M¨²sica y la Fundaci¨®n Pablo Sarasate de Pamplona.
El recuerdo a dos mitos de la danza y la m¨²sica desaparecidos esta semana, Antonio Gades y Carlos Kleiber, con el p¨²blico en pie guardando un minuto de silencio, fue el emocionante preludio a una noche de estreno en la que Josep Vicent derroch¨® convicci¨®n y entusiasmo a la hora de defender desde el foso el trabajo colectivo que define el esp¨ªritu renovador de la nueva obra.
La cita con la creaci¨®n contempor¨¢nea, en una loable propuesta que merece encendidos aplausos, reuni¨® en el auditorio ampurdan¨¦s a 950 espectadores, cifra facilitada por los responsables del festival que incluye una generosa porci¨®n de invitaciones. Hubo m¨¢s curiosidad que entusiasmo en la respuesta del p¨²blico, que al final premi¨® con bravos y aplausos el derroche de energ¨ªa creadora de un entusiasta equipo liderado musicalmente con gran talento por Vicent.
Lo mejor de 1714. M¨®n de guerres es su condici¨®n de viaje en com¨²n que diluye el ego de cada compositor en un trabajo colectivo que aspira, con humildad, a revitalizar la expresi¨®n oper¨ªstica. Lo consigue, pero s¨®lo a r¨¢fagas. Las debilidades nacen del libreto, un mosaico de 12 escenas repartidas en cuatro actos a las que han puesto m¨²sica, en una ecl¨¦ctica suma de est¨¦ticas, Joan Enric Canet, Ximo Cano, Carles D¨¨nia, Josep Maria Mestres Quadreny, Ram¨®n Ramos, Rafael Reina y Josep Vicent, que sostiene la narraci¨®n con una gran fuerza r¨ªtmica.
Aunque el t¨ªtulo de la obra y varios di¨¢logos tienen claro referente a la historia de Catalu?a -la guerra de Sucesi¨®n espa?ola, que para los catalanes acab¨® con la ca¨ªda de Barcelona el 11 de septiembre de 1714-, no es una ¨®pera hist¨®rica. Albert Mestres habla de todas las guerras desde el bando de las v¨ªctimas, sean de Barcelona en 1714 o de Irak en 2004, en un crudo paisaje del horror que flaquea teatralmente por un texto epid¨¦rmico que no deja levantar vuelo a los personajes y por una direcci¨®n esc¨¦nica, de Ram¨®n Sim¨®, realizada con precarios recursos.
Sin alma teatral
La emoci¨®n brota a r¨¢fagas en la m¨²sica mientras los personajes desfilan por el escenario soltando tacos a diestro y siniestro. Ni un buen actor, como Manel Barcel¨®, ni un buen cantante, como Pau Bordas, pueden sacar m¨¢s partido de unos personajes protagonistas sin alma teatral: el cantaor y compositor Carles Denia, en cambio, tiene espacio para transmitir emociones en su ¨²nica escena, iniciada con el desgarro del martinete y coronada por una alegr¨ªa con un acompa?amiento orquestal que remite al teatro flamenco y posee curiosas inflexiones jazz¨ªsticas.
La fuerza del montaje, bien amplificado, est¨¢ en los contrastes musicales, desde las t¨¦cnicas de vanguardia a los remansos l¨ªricos y los opulentos pasajes sinf¨®nicos que remiten a cl¨¢sicos del siglo XX como Prok¨®fiev, Bartok, Stravinski o Shostak¨®vich. Muy convencional el movimiento esc¨¦nico y el uso de im¨¢genes proyectadas en un espacio m¨¢s adecuado para el concierto semiescenificado que para la representaci¨®n oper¨ªstica.
Cumplieron con entrega y disciplina las voces del Cor de la Generalitat Valenciana y la Orquesta Pablo Sarasate de Pamplona, pero quienes en verdad rindieron a un nivel excepcional fueron los miembros del conjunto The Amsterdam Percussion Group desplegando un virtuosismo y una riqueza sonora sorprendentes. La aparici¨®n de personajes c¨¦lebres, Rousseau, el marques de Sade o Beccaria, promet¨ªa sobre el papel. Escenas provocativas, como una felaci¨®n simulada mientras Sade da de comer una manzana, logran su efecto, pero no enmiendan ni la debilidad del libreto ni la precariedad de medios esc¨¦nicos.
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