Amor del bueno
Suele suceder que quienes van por la vida con la boca llena de amor a la patria en realidad s¨®lo se aman a s¨ª mismos y sobre todo a su bolsillo. Y para recordarnos la existencia de estos caraduras que usan para su beneficio personal dinero p¨²blico mientras acusan de traici¨®n a sus adversarios pol¨ªticos, la Providencia ha querido revelarnos el verdadero origen de la medalla de Aznar, el de la enorme bandera espa?ola en la plaza de Col¨®n de Madrid.
Por aqu¨ª tambi¨¦n hay pol¨ªticos que aman a su patria. A su patria chica. Pero cuando alguien va de un lado a otro invocando su amor a la tierra y el servicio a sus paisanos como ¨²nico motor de su trabajo hay que abrir bien los ojos porque tras esa declaraci¨®n de amor suele esconderse alg¨²n desaguisado. En Almer¨ªa da la casualidad de que aquellos alcaldes (o concejales de urbanismo, que al menos en la capital viene a ser lo mismo) que m¨¢s invocan el amor a su tierra y su voluntad de servicio son los que cometen m¨¢s atropellos contra ella. Alguien con buena fe pensar¨ªa que estos alcaldes o concejales de urbanismo son simplemente pobres catetos anclados en los a?os setenta, que siguen identificando el desarrollo de una zona con su urbanizaci¨®n masiva. Pero no deben de ser ni tan pobres ni tan catetos cuando se empe?an en mantener una pol¨ªtica urban¨ªstica cuyos desastres todav¨ªa est¨¢n a la vista. Con esta filosof¨ªa se destruy¨® parcialmente la ciudad y la provincia de Almer¨ªa. Se?oras y se?ores, si el Zapillo, Aguadulce o Roquetas de Mar son el resultado de un infinito amor a la patria, yo prefiero que la traicionen.
Para ver amor del bueno no hay m¨¢s que viajar a la isla de Formentera o a la de Menorca, por poner dos ejemplos de zonas con problemas y necesidades semejantes a las de Almer¨ªa. All¨ª el amor a la patria de todos los alcaldes y concejales de urbanismo que han pasado por sus ayuntamientos durante d¨¦cadas ha sido lo suficientemente fuerte y aut¨¦ntico como para resistir las presiones de las grandes constructoras, que seguramente trataron en su momento de com¨¦rselas a las dos. Esos alcaldes s¨ª aman a su tierra y a sus paisajes, y no han ca¨ªdo en la tentaci¨®n de venderlos por un dinero que siempre es pan para hoy y hambre para ma?ana. Han optado por un desarrollo sostenible, como se dice ahora, y por atraer un turismo de calidad, tranquilo, respetuoso y no precisamente taca?o. All¨ª la oferta tur¨ªstica es rentable y no est¨¢ basada en esa horterada de los campos de golf.
Comparemos esta actitud con la del alcalde de la localidad almeriense de Cuevas de Almanzora, que pertenece precisamente al partido de los patriotas por antonomasia. Lean, por favor, la entrevista que Mar¨ªa Jos¨¦ L¨®pez D¨ªaz le hizo el viernes pasado al final de este suplemento, y d¨ªganme si es verdad o si la he so?ado. Y si es verdad, comprender¨¢n hasta qu¨¦ punto uno que dice amar su tierra puede en realidad menospreciarla y desear ¨ªntimamente que fuera otra cosa. Sus planes para el desarrollo de la zona: m¨¢s hoteles, por supuesto; un campo de golf, naturalmente; y la construcci¨®n de una peque?a r¨¦plica de Venecia. En Almer¨ªa, toma ya.
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