'The captain and me', de Doobie Brothers
El rock californiano disfrut¨® de un notable auge comercial en los a?os setenta. La oferta era amplia: del elitismo metropolitano de los Eagles a la energ¨ªa callejera de los Doobie Brothers. Estos ¨²ltimos tuvieron en The captain and me -que los lectores de EL PA?S podr¨¢n adquirir desde ma?ana y durante una semana por 5,95 euros- el mayor ¨¦xito de su primera fase: el LP, publicado en 1973, conten¨ªa ¨¦xitos como China grove y Long train runnin'.
Para los que conocen a los Doobie Brothers como banda de soul liviano, con la voz tostada de Michael McDonald, puede resultar una sorpresa sus or¨ªgenes. Ellos comienzan en San Jos¨¦, California, all¨¢ por el a?o 1970. Las ondas de la FM rebosan rock sure?o y estos pelilargos hacen algo equivalente: como los Allman Brothers usan guitarras y bater¨ªas dobles, aunque toquen un boogie quiz¨¢s m¨¢s estilizado. Se han forjado tocando en un parque, ante un p¨²blico dominical de hippies proletarios. Convierten su local de ensayo en un club clandestino muy apreciado por los temibles ?ngeles del Infierno locales, lo que muy frecuentemente les pone en situaciones de peligro. Cuando el asunto se pone duro, se trasladan a las monta?as de Santa Cruz, como banda fija de una taberna lib¨¦rrima, apropiadamente bautizada Ch?teau Libert¨¦.
El mismo nombre revela sus querencias callejeras: en la jerga contracultural, un doobie es un cigarrillo de marihuana. Impresionan a Ted Templeman, cazatalentos de Warner Brothers Records, que se convierte en su productor. En 1971, los Hermanos del Porro son los guitarristas Tom Johnston y Pat Simmons, el bajista Tiran Porter m¨¢s los percusionistas John Hartman y Michael Hossack. Los cuatro primeros tambi¨¦n cantan, lo que les proporciona unas posibilidades vocales que les separan de sus coet¨¢neos sure?os.
No pasa mucho con su estreno, The Doobie Brothers (1971). Pero Warner tiene entonces uno de los m¨¢s imaginativos departamentos de promoci¨®n de la historia discogr¨¢fica, que difunde h¨¢bilmente la imagen de una banda de forajidos hedonistas. El segundo LP es Toulouse Street (1972), con el que superan el mill¨®n de copias, impulsado por el impacto de Listen to the music y, paradoja, un himno religioso, Jesus is just alright, que les permite exhibir sus juegos de voces.
Para su tercer trabajo, The captain and me (1973), incluso juegan a la contra y se impregnan de gravedad. Se visten de caballeros del siglo XIX, alquilan una diligencia y se fotograf¨ªan en una autopista. Ted Templeman refuerza su sonido con el teclista Bill Payne -de Little Feat, grupo de culto no muy lejano est¨¦ticamente de los Doobie Brothers- y la pedal steel guitar de Jeff Skunk Baxter, sin olvidar las orquestaciones de Nick DeCaro y, gran novedad, las programaciones de sintetizador de Malcolm Cecil y Robert Margouleff. Es caramelo para los o¨ªdos del p¨²blico de las FMs, que compra m¨¢s de dos millones de The captain and me. Curiosamente llegan los problemas. Hay un arresto por posesi¨®n de marihuana -Tom Johnston- y comienza el baile de bajas y altas. El disco siguiente, a pesar de su memorable t¨ªtulo (Lo que una vez fueron vicios ahora son h¨¢bitos), rompe su l¨ªnea ascendente.
Las turbulencias duran hasta 1976, cuando el grupo se recompone con dos rebotados de Steely Dan, el citado Jeff Skunk Baxter y el teclista-vocalista Michael McDonald. Ahora, domina el soul blanco y el funk blando. Los Doobie Brothers disfrutan de una segunda edad dorada. Ya son m¨²sicos profesionales, no rockeros salvajes. De visita a Nashville, la polic¨ªa cuela a un "estupa" en su equipo. Esa noche, despu¨¦s del concierto, vuelven a su avi¨®n alquilado y lo encuentran rodeado de polis, que creen haber pillado a unos drogotas de tomo y lomo: horas registrando m¨²sicos, equipajes y veh¨ªculos. Se van frustrados, con el ¨²nico bot¨ªn de un recipiente lleno de pastillas; los an¨¢lisis demuestran que son vitaminas legales.
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