Teatro de secretos
Benic¨¤ssim ofrece 'Cr¨¦ature', un espect¨¢culo teatral para un solo espectador
Un espect¨¢culo que no acaba con un aplauso no es un fracaso. Al menos no en el caso de Cr¨¦ature, en el que puede existir, o no, el aplauso como fin del espect¨¢culo. ?sa es una de las muchas diferencias del montaje que Le Luxe ofrece en Benic¨¤ssim, dentro del XI Festival de Teatro con Buen Humor. Sin embargo, no es la m¨¢s destacada porque s¨®lo es el final. Desde el principio, es distinta. Especial. Sugerente. Puede no lograr la carcajada, o s¨ª, pero seguro que arranca, siempre, una sonrisa de complicidad, de ternura, de sonrojo o de inquietud.
Su anuncio ya es todo un atractivo: "Espect¨¢culo para un solo espectador". Y es que Caroline Bergeron se enfrenta, en este montaje, cada veinte minutos y en tres turnos por tarde, a un total de doce representaciones diarias con un ¨²nico espectador, en cada ocasi¨®n, como testigo de su arte. Cr¨¦ature (que se ofrece en Villa Elisa hasta el pr¨®ximo d¨ªa 1 de agosto) plantea una paradoja de dif¨ªcil resoluci¨®n a la hora de hablar de ella porque, al tratarse de una representaci¨®n ¨ªntima en la que s¨®lo un espectador conoce su desarrollo, no existe un referente colectivo que permita dar cuenta de sus posibles virtudes o presuntos defectos.
Y por si fuera poco, desvelar lo que ocurre en su interior es privar a futuros asistentes del derecho a sorprenderse, a buscar sus propias percepciones, a expresar su propia sensibilidad en el "cara a cara" con la actriz belga. Cr¨¦ature habla de secretos personales, quiz¨¢ inconfesables, con lo que resulta in¨²til el esfuerzo de tratar de describirlos. As¨ª, cada persona que entra, sale con el suyo propio guardado en alg¨²n lugar de la memoria, ¨²nico e intransferible y para el resto de sus d¨ªas.
Al final, tambi¨¦n queda un olor. Es algo que enlaza con el principio de esta especie de "funci¨®n", cuando el espectador se encuentra a la espera de su turno, sobre un almohad¨®n de gelatina endurecida donde se percibe un algo ex¨®tico, en una especie de chill out envuelto en aromas irreconocibles, pero que resultan familiares a la vez. Tan irreconocible y tan familiar a un tiempo como es la atm¨®sfera del pasillo que conduce a la escenograf¨ªa de un "confesionario" que no es tal, y que se convierte en otro lugar mucho m¨¢s cercano. Su interior, surrealista, on¨ªrico, silencioso, est¨¢ habitado por un ser extra?o, inesperado, mudo. Con un ¨²nico sonido, tan frecuente como es el d¨ªa a d¨ªa, aunque sea sordo fuera del escenario.
La actriz Caroline Bergeron lleva la interacci¨®n con el espectador a una situaci¨®n l¨ªmite, con el ¨²nico lenguaje del gesto. La soledad obliga a afrontar lo que ocurre sin que exista un grupo, u otra cara que no sea la propia, para refugiarse. Hace in¨²til esconder el rostro cuando la "criatura" reclama voluntarios para subir a escena, porque el espectador ya est¨¢ en ella y lo que ocurre es, en cierto modo, inevitable. Tambi¨¦n lo es para la actriz que protagoniza la representaci¨®n. Se supone (s¨®lo la creadora de la obra sabe su parte) que las reacciones son siempre distintas, pero lo cierto es que a partir de esta experiencia se podr¨ªa redactar un extenso tratado sobre el comportamiento humano.
Entrar en el territorio de la "criatura" implica disponerse a la formulaci¨®n inmediata de una bater¨ªa de preguntas, qu¨¦ hacer, por qu¨¦ no hacerlo, c¨®mo, cu¨¢l ser¨¢ la reacci¨®n. El espectador puede dejarse llevar por la intuici¨®n, o no. O por el deseo. Puede sentir o irrumpir. Pensar en la ternura o en el erotismo. La "criatura" obliga a observar, permite extraer conclusiones, deja relajarse o seguir con la tensi¨®n que conlleva lo desconocido. Todo para acabar seducido o seducida por esta extra?a obra en la que nadie act¨²a, aunque quiera.
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