Los vecinos que se quedaron a defender su pueblo de las llamas
Una veintena de habitantes de Berrocal permaneci¨® en la localidad evacuada para impedir que se quemaran sus casas
Nada pudo impedir que unos 20 vecinos de Berrocal se quedaran en el pueblo para intentar que no ardiera. Ni las llamas, ni el espeso humo negro, ni tan siquiera la Guardia Civil. Las casas se salvaron, pero fue casi lo ¨²nico. El alcalde socialista de esta localidad onubense, Juan Jes¨²s Bermejo, estimaba ayer que el 80% del t¨¦rmino municipal ha quedado arrasado por el fuego: "Es un desastre".
Desde el comienzo del incendio, el pasado martes a primera hora de la tarde, Berrocal ha sido la zona cero, un pueblo cercado por las llamas. La localidad tiene 374 vecinos, quienes por fin ayer pudieron regresar a sus casas tras haber permanecido 48 horas evacuados. Su t¨¦rmino municipal abarca 12.624 hect¨¢reas. El fuego ha quemado casi 10.100. La mayor parte de la masa forestal que ha ardido est¨¢ formada por alcornoques, el medio de vida de este peque?o municipio, que tradicionalmente se ha dedicado a la extracci¨®n y venta del corcho.
"Aqu¨ª todo depende del campo", comentaba Bermejo. "Tenemos una econom¨ªa de subsistencia que depende de las fincas de los alrededores (...) Es muy dif¨ªcil la regeneraci¨®n. Ocurre algo parecido a cuando una familia se va: se lleva a un ni?o y tenemos que cerrar la escuela. Ahora s¨®lo nos queda cerrar el pueblo. Irnos".
El pesimismo del alcalde parece l¨®gico. En su municipio, pr¨¢cticamente toda la econom¨ªa gira en torno al corcho. El primer teniente de alcalde, Ignacio Romero (IU), explicaba que "la riqueza est¨¢ repartida". El desastre, tambi¨¦n. "Todos los vecinos son propietarios de alguna finca; no existe ninguno que no tenga una propiedad. No nos da para hacernos ricos, pero s¨ª para sobrevivir", afirmaba. "Adem¨¢s, todo el ganado ha muerto".
"?Y ahora qu¨¦?". En el bar de la plaza del pueblo un grupo de hombres no dejaba de hacerse la misma pregunta: "?Y ahora qu¨¦?" Manuel Romero, uno de los vecinos que se negaron a abandonar el pueblo cuando la Guardia Civil lo evacu¨®, explicaba que el alcornoque tarda, al menos, 50 a?os en alcanzar el tama?o id¨®neo para producir corcho. "Es muy duro. ?D¨®nde vamos a buscar trabajo ahora?", se lamentaba.
Con los ojos todav¨ªa rojos por el humo, el alcalde y su primer teniente deliberaban sobre el futuro inmediato del municipio. "Necesitamos que nos declaren zona catastr¨®fica. Que se cree alg¨²n tipo de industria alternativa. Por ejemplo, que se construya un gran centro geri¨¢trico que pueda dar trabajo a 30 o 40 vecinos", contaba mientras esperaba la llegada del presidente de la Junta de Andaluc¨ªa. Manuel Chaves visit¨® ayer la zona acompa?ado de la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona.
Pero tampoco la espera fue tranquila para los ediles. A las dos de la tarde, se reaviv¨® un peque?o foco cerca del pueblo. Les llamaron por tel¨¦fono para decirles que unos vecinos estaban casi cercados por las llamas en su finca.
Bermejo y Romero se montaron en un todo terreno y salieron a toda prisa. Finalmente, todo se qued¨® en un susto, pero ¨¦sta ha sido su forma de vida desde el martes, cuando el espeso humo empez¨® a oscurecer el cielo de Berrocal.
Faltaba poco para la hora de comer cuando el martes varios agentes de la Guardia Civil avisaron a los vecinos de que deb¨ªan abandonar el pueblo. "Pas¨¦ much¨ªsimo miedo (...) S¨®lo nos dio tiempo a coger el coche e irnos". Josefina Delgado, de 62 a?os, se fue con su marido y su suegra a Huelva, donde tienen un piso. Pero aunque las llamas estaban lejos, el p¨¢nico les sigui¨® hasta all¨ª. "Esta noche [por la noche de ayer], en el patio de mi casa de Huelva estaban jugando unas ni?as a las cartas. A las dos de la madrugada, o¨ª unas risas y me despert¨¦ porque cre¨ªa que eran gritos de la gente atrapada por el fuego".
Sin miedo
Manuel y Evelino, dos vecinos de Berrocal, sostienen que ellos no tuvieron tiempo para sentir miedo. "La Guardia Civil quiso hasta detenerme", cuenta Evelino, "pero me qued¨¦ porque nadie le iba a echar de comer ni dar de beber a mi ganado... Ahora, no queda nada".
Estos dos hombres forman parte de las 10 personas que el martes se negaron a irse. Al d¨ªa siguiente, lleg¨® otra decena m¨¢s. "Los ¨²ltimos vinieron a pie, salt¨¢ndose los controles de la carretera", cuenta el primer teniente de alcalde. ?l tampoco tuvo tiempo para el p¨¢nico: "No te parabas a pensar, s¨®lo pens¨¢bamos en salvar nuestro pueblo y nuestras casas. Quiz¨¢s, el miedo venga despu¨¦s, cuando nos paremos a pensar lo que hemos pasado". Quiz¨¢s, cuando este edil de Izquierda Unida recuerde las calles invadidas por el humo negro y las llamas a unos pocos metros de las viviendas. "El pueblo parec¨ªa una chimenea", afirmaba.
Evelino contaba ayer que todav¨ªa ten¨ªa "el ruido de los hidroaviones metido en el o¨ªdo": "Esta ma?ana he dormido dos horas, el primer d¨ªa, s¨®lo una... Y no hemos conseguido casi nada... ?ste es el peor incendio que he visto en toda mi vida".
La calma -relativa, porque el viento siempre puede volver a reavivar los focos que todav¨ªa permanecen calientes-, volvi¨® ayer a Berrocal. Era el tiempo de hacer balance de lo perdido y de intentar pensar un poco en el futuro. Bermejo, el alcalde, explicaba su preocupaci¨®n: "Ahora estamos exhaustos... Vienen los periodistas y los pol¨ªticos, pero ?qu¨¦ va a pasar dentro de 10 d¨ªas? Ah¨ª vendr¨¢n las l¨¢grimas. A la gente se le olvidar¨¢... Por favor, que no nos olviden. Esto ya es un desierto".
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