Benjam¨ªn Prado y Stalin
El empecinamiento con el que Benjam¨ªn Prado arremete en tres art¨ªculos recientes contra el grupo de intelectuales espa?oles conocido como "de Burgos" o "los la¨ªnes" me induce a sospechar que algo hay ah¨ª de resentimiento. Ni viene a cuento la calificaci¨®n de miserables, c¨ªnicos y serviles que hace de Vivanco, Panero, Rosales, Torrente o La¨ªn en el paneg¨ªrico que dedica al muy honorable centenario Pep¨ªn Bello (EL PA?S, 13 de mayo de 2004), ni resulta pertinente la menci¨®n de ochocientos mil muertos, de cuya responsabilidad intenta hacer part¨ªcipes a los citados miembros de aquel grupo de intelectuales y a otros m¨¢s, en su art¨ªculo sobre Dal¨ª (EL PA?S, 8 de julio de 2004).
Tampoco es explicable, sino sospechosa, su insistente menci¨®n de los mismos personajes para glosar el centenario de Neruda (EL PA?S, 12 de julio de 2004), rematado con el deseo -encomiable, por otra parte- de sacar al poeta chileno del purgatorio estalinista donde algunos, al parecer, lo tienen a¨²n metido sin tener en cuenta la renuncia a los a?os de ensalzamiento de la sangrienta dictadura sovi¨¦tica, que encuentran su c¨²spide en sus poemas Fin del mundo y Eleg¨ªa. Est¨¢ muy bien todo ello como deseo y un plus de reconocimiento -que el poeta no necesita- complementario de la genialidad de Neftal¨ª Reyes.
Sin embargo, no me parece l¨®gico demandar la salida de Neruda del purgatorio estaliniano aduciendo como ejemplos contrarios -es decir, condenando al averno franquista- la adscripci¨®n de los miembros de ciertos grupos franquistas a algunas estructuras del r¨¦gimen, sobre todo en el caso de los que renunciaron al r¨¦gimen, lo criticaron y fueron por ello represaliados mucho antes de que el poeta chileno se distanciara m¨ªnimamente de Stalin. Por no hablar de la importancia que en la evoluci¨®n cultural y pol¨ªtica de Espa?a tuvo el citado grupo, as¨ª tres veces denostado por el tal Benjam¨ªn Prado, como muy correctamente se?ala Jordi Gracia en su reciente ensayo, premiado por Anagrama, La resistencia silenciosa.
En todo caso, se trata de que la utilizaci¨®n de los nombres del grupo "de Burgos" es completamente innecesaria en cualquiera de los tres art¨ªculos mencionados, lo cual me hace pensar, al margen de los temas de los mismos, en la existencia de una raz¨®n personal para as¨ª haberlos tra¨ªdo a colaci¨®n, como contrapunto de las cenas con Alberti, el cual, por cierto, jam¨¢s renunci¨® p¨²blicamente a su estalinismo.
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