Despu¨¦s de la doble h¨¦lice
El descubrimiento de la doble h¨¦lice del ADN, en 1953, ha eclipsado el resto de la carrera cient¨ªfica de sus dos autores, Watson y Crick, pero no es la ¨²nica contribuci¨®n esencial del segundo a la ciencia del siglo XX. Hay que mencionar otras.
La primera, por extra?o que suene, es haber apreciado de inmediato la importancia de su propio descubrimiento. "A la mayor¨ªa de la gente ni siquiera le pareci¨® interesante", recordaba Crick d¨¦cadas despu¨¦s. Muchos cient¨ªficos de la ¨¦poca ni cre¨ªan que el ADN fuera el material gen¨¦tico, y el hecho de que formara una doble h¨¦lice no hizo mucho por agitar sus conciencias. Incluso Watson sufr¨ªa ataques de p¨¢nico al considerar la posibilidad de que la doble h¨¦lice fuera err¨®nea.
Crick nunca tuvo esas dudas. En cuanto vio la doble h¨¦lice por primera vez, el 28 de febrero de 1953, su primera reacci¨®n fue salir corriendo al pub The Eagle, el m¨¢s cercano al laboratorio, y anunciar a la clientela: "Hemos descubierto el secreto de la vida". Estuvo varios meses en ese estado de excitaci¨®n extrema, y su enorme entusiasmo intelectual fue durante casi veinte a?os la gu¨ªa para los cient¨ªficos que fundaron una nueva ciencia, la biolog¨ªa molecular.
La segunda gran contribuci¨®n de Crick fue deducir la naturaleza del c¨®digo gen¨¦tico. La doble h¨¦lice son dos largu¨ªsimas hileras de letras qu¨ªmicas (las bases A, T, G y C). Cuando en una hilera hay una A, en la de enfrente siempre hay una T, y la G se aparea siempre con la C. ?ste es el "secreto de la vida", porque si se separan las dos hileras, cada una puede reconstruir a la otra. Donde antes hab¨ªa un objeto, ahora hay dos objetos id¨¦nticos. As¨ª se reproducen los genes, las bacterias y los humanos.
Pero los genes no s¨®lo se dedican a sacar copias de s¨ª mismos. Adem¨¢s deben contener informaci¨®n. Crick se dio cuenta de inmediato de que, si todos los genes son dobles h¨¦lices, lo ¨²nico que es distinto entre dos genes distintos es el orden de las letras en cada hilera. Y, por tanto, la informaci¨®n gen¨¦tica debe estar contenida en ese orden, al igual que la informaci¨®n literaria est¨¢ contenida en el orden de las letras en un texto. ?ste es el enigma del c¨®digo gen¨¦tico, un problema que parece m¨¢s apropiado para un cript¨®logo que para un bi¨®logo.
En los a?os cincuenta se conoc¨ªan sustancias, como la acridina, que parec¨ªan incorporar una letra extra en cualquier posici¨®n del ADN. En el ¨²nico experimento que hizo con sus propias manos en toda su vida, Crick demostr¨® lo siguiente. Si se inserta una letra extra en un gen, el gen deja de funcionar. Si se inserta una segunda, sigue sin funcionar. Pero si se inserta una tercera, el gen recupera a menudo su funci¨®n original. Crick dedujo de ello que los genes se escriben con palabras de tres letras, que no hay comas, que hay muy pocas palabras que no signifiquen nada y que, por tanto, el c¨®digo gen¨¦tico est¨¢ plagado de sin¨®nimos. Son deducciones abstractas, pero exactas.
?Qu¨¦ significan exactamente esas palabras de ADN? Los seres vivos funcionamos gracias a unas cuantas decenas de miles de nanom¨¢quinas distintas llamadas prote¨ªnas. Cada prote¨ªna es una hilera de varios cientos de amino¨¢cidos, y Watson y Crick percibieron enseguida que la funci¨®n de los genes deb¨ªa ser determinar el orden de esos amino¨¢cidos en la hilera. De hecho fueron ellos dos, de nuevo ante unas pintas en el pub The Eagle, quienes compilaron la primera lista de amino¨¢cidos esencialmente correcta. Les sal¨ªan 20.
?C¨®mo traducir un texto de cuatro letras (A, C, G, T) en un texto de 20 amino¨¢cidos? Nuevamente fue Crick quien dio con la clave, y esta vez sin mancharse las manos. Formul¨® la hip¨®tesis del adaptador, que propon¨ªa la existencia de una mol¨¦cula que nadie hab¨ªa visto: un adaptador que se pega por un extremo a una serie de tres letras del ADN (una palabra del gen) y por el otro a un amino¨¢cido (al amino¨¢cido significado por aquella palabra de tres letras). Crick describi¨® con tal detalle el adaptador que los bioqu¨ªmicos pudieron buscarlo y encontrarlo.
Crick no ten¨ªa el menor inter¨¦s en los pedestales. Cuando dio por resuelto el problema del c¨®digo gen¨¦tico, su inter¨¦s se desplaz¨® a la biolog¨ªa del desarrollo, y, despu¨¦s, tras mudarse de Cambridge al Instituto Salk de California, se concentr¨® por completo en el gran asunto pendiente de la biolog¨ªa: la consciencia humana. Esta vez no ha podido ser. Har¨¢ falta otro Francis Crick para resolver ese enigma final.
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